Tráiler de la película que no existirá jamás: “Guerras de broma” (Jean-Luc Godard)

Las localizaciones del pasado en los tiempos modernos

La obsesión de Godard por las posibilidades que tiene el lenguaje de albergar los significados y emociones que los sujetos les confieren, por ahondar en sus límites para ver hasta qué punto una palabra o una imagen puede contener la porción de realidad que se le asigna, por comprender el mecanismo que permite que unos símbolos concretos sean capaces de nombrar y explicar unos elementos o ideas con la misma precisión con la que estas existen, tuvo su cristalización verbal en un diálogo que mantenían los personajes de Anna Karina y Jean-Paul Belmondo en Pierrot el loco. «¿Por qué estás triste?», preguntaba él; «porque me hablas con palabras y yo te miro consentimientos», respondía ella. Es precisamente desde ahí, desde esa disonancia entre la sustancia a expresar y el contenedor a través del cual es expresada, desde donde el autor de La mujer casada levantó gran parte de una filmografía, la suya, siempre pendiente de encontrar las grietas por las que se pierde una parte o la totalidad de una realidad en el momento en el que se utiliza un lenguaje —verbal, cinematográfico, pictórico— concreto para exponerla y transmitirla. La incomunicación que aislaba a los protagonistas de El desprecio, impidiendo que pudiesen describir ese momento en apariencia banal en el que todo se vino abajo; los quiebros violentos que caracterizaban los monólogos en los que el Michel de Al final de la escapada le manifestaba su amor a Patricia, siempre con la desesperación de quien no encuentra la palabra concreta con la que expresar su magma sentimental; la no imbricación entre la imagen —cuidada, aunque naturalista— y el sonido —en el que se mezclaban, solapaban y entorpecían los diálogos, la música y el sonido de fondo— en Masculino, femenino, que exponía las dudas de su protagonista, sinécdoque de su generación; todo en la obra de Godard remite a ese choque entre lenguajes y realidad que marca la comunicación entre las personas, entre la concreción de un símbolo con posibilidades de devenir en objeto hermético y la interpretación que se hace del mismo, entre la existencia de algo y la forma en que es nombrado.

Pues bien, en Tráiler de la película que no existirá jamás: “Guerras de broma”, Godard traza, en apenas veinte minutos, un ensayo, a la vez deslumbrante y denso, sobre, precisamente, la posibilidad de describir el vacío, la nada, la inexistencia de una película que, ya lo dice su propio título, nunca tomará forma. Se trata, por tanto, de una operación de derribo de los signos comunes que encuentra su conclusión en la creación de un lenguaje nuevo y libre; tan libre, que está dispuesto a pagar el precio de la abstracción con tal de disponerse sobre un lienzo en blanco tomando la forma de unas pinceladas de aparente raíz onanista que no son sino la expresión más clara de la propia ausencia. Ya lo dicen unos versos integrados en el ecuador de la película: «es asunto vuestro y no mío reinar sobre la ausencia». Es deber de las nuevas generaciones de espectadores, cineastas y críticos continuar con la indagación y la innovación del lenguaje cinematográfico que el maestro francés llevó hasta límites insospechados; de la misma forma que es deber de dichos espectadores, cineastas y críticos adentrarse en la niebla ambigua de las imágenes de la película en busca de sus significados.

Unas líneas rojas y negras, trazadas con una brocha gorda, se entrecruzan en el segundo plano de la cinta, conformando una trenza cromática que bien podría leerse como una metáfora de ese vacío que ejerce de núcleo de la propuesta, si no fuese porque el propio Godard advierte que «es difícil encontrar un gato negro en una habitación oscura, sobre todo si no está allí». El vacío no halla su representación en los símbolos que pueblan los fotogramas —y que a veces no hacen más que afirmar su carácter de contenedor de significados—, sino que es descrito desde la afirmación de su inexistencia, poniendo el foco en la propia negación que lo caracteriza. La única forma, por tanto, en que se puede describir esa conjunción de imágenes que será la película que se anuncia, la venidera indagación en el lenguaje fílmico que aún está por suceder, ese vacío que puebla una pantalla futura, es a través de los fragmentos de cintas pasadas, «retornando a las localizaciones de rodajes pasados, sin perder de vista los tiempos modernos». En esa dislocación entre el perfil de la imagen proyectada y la imagen que verdaderamente anuncian dichos perfiles, es donde se hace enorme este Tráiler de la película…, penúltima obra de un Godard que fue, hasta el último día de su vida, el mayor teórico de la imagen cinematográfica.

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