Especializado en ‹stop motion›, el director y animador checo Filip Pošivač debuta en el largometraje con una fábula infantil sobre Tony, un niño sobreprotegido por sus padres por su raro rasgo congénito que le hace emitir luz de manera natural. Tony, acostumbrado a vivir en un edificio oscuro y contagiado de la mezquindad de un vecindario ruidoso y mal avenido, encuentra una esperanza en Shelly, una niña que se acaba de mudar con su madre, celebridad de la danza retirada, y que posee una linterna capaz de evocar objetos y formas. Juntos descubren que el edificio está habitado por un espíritu que se alimenta de la luz, que es cuidado y protegido por el huraño conserje. La historia habla, a través de esos elementos, de cómo una pesada carga de negatividad afecta a las vidas cotidianas de la gente, pero también y sobre todo de la vía de escape a través de la imaginación y la inocencia de sus protagonistas.
Sin duda uno de los puntos más interesantes de esta entrañable cinta es su concepción de la magia y de la fantasía; igual que la linterna se convierte en un secreto entre Tony y Shelly porque son los únicos que pueden ver sus proyecciones, el espíritu no se manifiesta ante todo el mundo. Hay un factor de conexión emocional con los elementos mágicos que, por un lado, viene a otorgarles una imagen de ambigüedad; pero, por otro lado, posee una fuerte carga simbólica que tiene que ver tal vez con la receptividad, tal vez con las necesidades y vulnerabilidades concretas de los personajes. La cotidianeidad gris y negativa coexiste con la ilusión y la ingenuidad, pero no se trata, como es por otro lado común en estos casos, de un enfrentamiento directo entre un mundo adulto y un mundo infantil. Más bien se trata de sentimientos transversales que afectan de manera indistinta a varios personajes en diferentes puntos de la cinta, incluso a los propios Tony y Shelly, quienes atraviesan situaciones familiares complicadas y llenas de altibajos emocionales.
De este modo, Tony, Shelly y la linterna mágica sorprende inicialmente al dar una complejidad a su fantasía bastante notable dentro de su carácter fabulístico, para ir profundizando en ella y entender a sus personajes como seres volubles, que se relacionan con las distintas realidades que les rodean según su estado de ánimo. Asimismo, puede que se eche en falta una cierta concreción en este punto, que explore las vivencias y emociones en otros personajes más allá de los protagonistas, para que se pueda identificar mejor qué aspectos terminan afectando a esta relación errática con los elementos mágicos. No es, creo, su propósito hacerlo ni tiene el espacio, pero ciertamente da la sensación a veces de que no les conocemos lo suficiente, y de que hay en ellos toda una línea narrativa que se podría expandir y se encuentra confinada en una trama que va a lo que va.
Esta sería en realidad la única reticencia que tengo con esta película, y que tiene que ver con el alcance de su universo propio. Puedo entender los motivos, pero la conclusión que me deja es que se queda corta. Fuera de ello, narrativamente no está nada mal; es una bonita historia que transmite un mensaje constructivo sobre la convivencia, siempre desde la perspectiva de un cuento infantil. Pero donde más destaca es, en mi opinión, en su animación. Un ‹stop motion› sólido, detallado y preciosista cuando lo requiere, que es una agradable novedad en un medio con cada vez menor tendencia a explorar esta técnica, pero que confirma la fuerza que todavía tiene esta en el contexto de la animación checa, terreno de varios de los artistas más respetados a nivel mundial en este ámbito.
Sin estar tal vez, por sus limitaciones, destinado a convertirse en un gran clásico y referente futuro del medio, Tony, Shelly y la linterna mágica es, sin embargo, una animación muy consistente y un debut muy encomiable, que ofrece una alternativa de calidad, con una voz propia y un estilo muy pulido, dentro del siempre saturado terreno de la animación para niños.