El núcleo familiar irrumpe en este sorprendente mediometraje, Together Apart, focalizado hacia la pérdida, ante una muerte que trasciende más allá del mero funeral y sus emanaciones se presentan en sus inmediatos momentos posteriores. El fallecimiento de un padre y un posterior e inesperado encuentro es la base con lo que un desconocido Youjia Qu traza un contemplativo paseo visual a modo de historia de fantasmas, elevando en unas muy válidas cualidades cinematográficas las circunstancias de una pérdida y su posterior duelo. Su componente cuasi litúrgico viene dado por una atmósfera de nebulosa, una opaca línea en lo audiovisual que traza más ideas de lo que pudiera esperar, en base a componer unas líneas estilísticas contemplativas, donde la habitual precisión narrativa asiática dibuja un conglomerado expositivo en las recepciones culturales chinas ante la pérdida. Una exhibición que aprovecha al máximo su reducido formato, y aunque pudiera sorprender a priori su escasa duración, trota narrativamente con ritmo pausado, basculando su trascendencia dramática hacia el poderío de la imagen; una figuración escénica que oscila entre la fijación social y folclórica, aprovechándose de una asimilación de la imagen encantada, con la borrosidad propia ante el desconsuelo que supone el daño ante la despedida y que rápidamente se une metafóricamente con ese papel traslúcido utilizado para proteger las fotos familiares de antaño.
Establecida la estética, de enorme importancia dada la faceta fotográfica del autor fuera del cine, y que además supone uno de los premeditados puntos fuertes de la propuesta, se une la enorme capacidad reflexiva en cuanto a su precepto; escasez de diálogo, importante en el poso ceremonial que quiere aportar al espectador, y donde el susurro o una fotografía guardan una neta importancia en su calado. Su introspección aflora una confrontación entre la concepción asiática hacia el drama, repleta de sensibilidad, y unas maneras visuales hacia cierta postmodernidad, diatribas en las que Together Apart logra la adecuada fusión y así desgranar su personalidad. La película cala además en la inmersión que procrea hacia la fragilidad de sus personajes, así como su manera de afrontar el duelo; a Youjia Qu le bastan esos cincuenta minutos para analizar la sensación ante la pérdida, el choque hacia una nueva realidad ante la falta del ser querido, y el procedimiento de llevar la condolencia en un enclave ambiental repleto de solemnidad, a medio camino entre la típica historia de fantasmas y la unión emocional entre dos realidades. Si bien se puede asimilar la obra como un repaso divulgativo hacia la carga folclórica y costumbrista del funeral chino, se abre una vía para recabar en cada una de las sensaciones de varios protagonistas ante la irremediable pérdida; ahí entra en juego la capacidad receptiva o la asimilación de esa perdida en un contexto de cotidianidad, como planteamientos ante las dudas que la película ofrece al espectador sobre la capacidad de absorción ante la ausencia familiar.
El sosegado planteamiento de la propuesta, donde los silencios abren el camino para que el espectador fluya ante la potente imaginería, amén de unas interpretaciones serenas que alejan del artificio dramático, supone todo un acierto; una película que indaga a través de diálogos, fotografías y recuerdos, con una diversidad emocional filtrada en un poso abstracto y de enorme poder para/con la imagen. Un combo conseguido entre la funcionalidad de lo visual y lo directo de una capacidad netamente reflexiva, que pone sobre la mesa una propuesta enormemente arriesgada y que se aventura a realizar una atrevida labor de inmersión dramática a través de unos pequeños pero pulidos detalles. La finura en sus maneras para crear una pieza simbólica en su aura enigmática, que alza un desconcierto formal, muy calculado, contribuyen aún más fondo en su poderío contemplativo, con una estrecha (e inmediata) anexión hacia la fantasía.