Una mujer intenta retornar a la vida normal tras sufrir un accidente de coche que le ha dejado graves secuelas. Ése es el punto de partida de Todos queremos lo mejor para ella (Tots volem el millor per a ella), segunda película de la directora catalana Mar Coll, que intenta explorar la reacción del ser humano ante uno de esos momentos que cambian la vida de la gente para siempre.
Lo que nos intenta transmitir Coll con esta obra es que todos no somos iguales. A lo largo de la vida afrontamos diferentes problemas y según la respuesta que demos en cada instante vamos fabricando nuestra personalidad. Sin embargo, todo ello se desploma como un castillo de arena si tenemos un percance similar al de Eugenia, protagonista de la película. Llamada Geni por sus allegados, ella es una mujer de mediana edad, casada con un importante arquitecto y que llevaba 15 años trabajando para un bufete de abogados hasta que el accidente lo cambió todo. Ahora debe buscar trabajo con el lastre de una rodilla maltrecha y un cerebro que denota secuelas importantes. Pero el desafío más difícil llega a la hora de reconquistar a sus seres queridos, que han cambiado su actitud hacia ella después del percance. Lo que antes era cercanía y confianza, se ha convertido en una complacencia y misericordia excesivas.
Empero, existe una persona que sobrevive a esta pléyade de aduladores y trata a Geni como toda la vida. Se trata de Mariana, que en otros tiempos fue su amiga inseparable tanto de fatigas como de sueños frustrados, y que llevan varios años sin verse. Al principio, Geni, tan acostumbrada a la falsedad, duda de su tono y no se atreve a retomar la antigua amistad. Pero después de una charla con ella, todo cambia radicalmente y Geni parece vivir sólo para su amiga. Entre ambas se establece una relación casi de ‹doppelgänger›, cuya resolución final será tan previsible que acaba con cualquier posibilidad de que la película pudiese llegar a conmover.
En efecto, voluntaria o involuntariamente, el relato elaborado por Mar Coll está despejado de casi toda emoción humana, algo paradójico si tenemos en cuenta que trata de construir el marco psicológico de un ser humano. Pero siempre resulta difícil llegar al espectador cuando la práctica totalidad de los personajes están muy cerca de resultar cargantes. Comenzando por la protagonista, ya que la interpretación de Nora Navas es tan puramente realista que al espectador le llegará a asombrar su papel en algunas escenas, maldiciendo actos propios de una persona con los problemas de Geni. Mucho más tópico es el papel de la argentina Valeria Bertuccelli en la piel de la mencionada Mariana, tan libertina como arribista.
Como punto a favor, hay que decir que la película engancha desde el principio, con una escena que en un primer momento resulta genial, aunque acabada la obra descubriremos que servía para poco. Tampoco se pierde el interés durante las dos horas de metraje, pese a que el espectador pueda ser capaz de adelantarse a la acción. En definitiva, Todos queremos lo mejor para ella resulta ágil y entretenida, pero peca de ser poco profunda en su mensaje, por lo que dificulta seriamente que podamos recordarla más allá del día siguiente a su visionado.
El final no lo entiendo.