En este ambiente tan aberrante, miserable y corrupto que se ha implantado en las actuales sociedades europeas del siglo XXI, resulta esencial recuperar a un autor tan visionario, afilado y perspicaz como fue el italiano Elio Petri. Me declaro fan absoluto del cine de este trovador de lo obsceno a la vez que defensor de las causas perdidas, por cuyo cine no sólo no ha pasado para nada el tiempo, sino al contrario, éste se manifiesta a día de hoy de rabiosa actualidad, confirmando la realidad de las preocupaciones presentadas por el italiano acerca del triste panorama que se avecinaba en el medio plazo en una Europa ciega por su propio éxito cortoplacista basado en la cultura monetarista del pelotazo y del quítate tú pa’ ponerme yo, que como bien indicaba el genial autor de La clase obrera va al paraíso, acarrearían funestas e insalvables consecuencias para la sufridora población trabajadora que difícilmente podrían tener solución una vez cometido el acto de homicidio contra este segmento social. Toda la obra de este autor inconformista como pocos se movió por los derroteros del cine social exhibido desde una óptica marcadamente satírica y crítica con una sociedad dormida que otorgaba sin reflexión el poder a la misma casta política que se había llenado los bolsillos con el dinero esquilmado a los honrados empleados a base de impuestos y más impuestos. Gracias a su experiencia en el mundo del periodismo, Petri se empapó de los mezquinos tejemanejes emanados desde las instancias que erigían el poder que manejaban a su antojo todos los resortes que estructuraban la sociedad y que por tanto aniquilaban cualquier voz que osara a contestar sus pérfidos planes.
La valentía de sus guiones toparon con los miedos de los productores italianos asentados en el sistema de producción en serie, lo que obligó al romano a buscar el apoyo de nuevos nombres que desearan arriesgarse y acompañar pues en su enrevesado camino al genio. Así, a principios de la década de los setenta, Petri construyó la que se denominó la trilogía del poder, formada ella por las imprescindibles Investigación sobre un ciudadadano libre de toda sospecha, La clase obrera va al paraíso y El amargo deseo de la propiedad, en las que el trasalpino echaba pestes con una mala leche, acidez e inteligencia sólo a la altura de los mejores cronistas sociales de la historia (me viene a la cabeza el nombre de nuestro Larra por ejemplo), contra los extravíos y bacterias existentes en una achacosa sociedad italiana motivada únicamente por el dinero, el éxito a cualquier precio y el ascenso en el escalafón social aunque éste se produzca a costa de pisar al vecino y cometer todo tipo de atropellos y corruptelas.
En este sentido de denuncia e inspirada radiografía social se sitúa Todo modo, una cinta absolutamente magistral, futurista e intachable que anticipa con cuarenta años de antelación, la putrefacción y la mugre existente en las altas esferas políticas en nuestro país en la actualidad. La película adaptaba de forma portentosa la novela de título homónimo escrita por el dramaturgo italiano Leonardo Sciascia justo dos años antes de la producción cinematográfica. Así, Petri trasladó a la pantalla de una manera muy personal la sinopsis del escrito literario, situando la trama en la Italia de los años setenta inmersa en una extraña epidemia (¿la corrupción?) que amenaza con la devastación de buena parte de los habitantes del país de la bota. Ante este peligro inminente, los principales dirigentes del partido del gobierno (partido que no se identifica con ningunas siglas concretas, pero que de forma cristalina adopta la ideología y las formas de actuación de la Democracia Cristiana italiana), arribarán a un recóndito convento aislado de la civilización y gobernado por el estoico padre Don Gaetano (Marcello Mastroianni) con el fin de reunirse y acordar como se obrará el reparto del poder tras la culminación de la epidemia.
Sin embargo, Don Gaetano, pese a ser conocedor del carácter perverso de sus parroquianos, se mostrará como un rector firme que tratará de concentrar la atención de sus huéspedes hacia la ejecución de una serie de ejercicios espirituales con el fin de acercar a sus contertulios a la figura de Dios en detrimento de ese nuevo ídolo fuente de oración que no es otro que la corrupción y el poder. A pesar de la contundencia de la oratoria de Don Gaetano, a los políticos les resbalará todo intento de acercamiento a Dios, concentrando sus esfuerzos en una serie de luchas de poder y negligentes intercambios de favores con el único objeto de incrementar sus cuotas de decisión. Las absurdas peleas de patio de colegio emprendidas entre los políticos traerán consigo una serie de funestas consecuencias, destacando la de la aparición del cadáver de uno de los diputados contrario a la opinión general de sus compañeros. Y así, todo se complicará a medida que con el paso de las horas surjan nuevos cadáveres ligados todos ellos con la figura de El Presidente (Gian María Volonté), un cobarde personaje —corrupto hasta el punto de incumplir la primera norma de asistencia al lugar de reunión al transportar escondida en su equipaje a su paciente esposa (Mariangela Spalato) a pesar de la prohibición de albergar mujeres en el retiro— que ante las sospechas crecientes hacia su persona decidirá emprender una investigación personal para esclarecer los hechos y desenmascarar al asesino que está sembrando el terror entre los asistentes al convento. ¿Logrará este amanerado, artificioso e intrigante personaje demostrar su inocencia y delatar al verdadero asesino?
Todo modo hace referencia a una cita de San Ignacio de Loyola en la que definía el significado de la espiritualidad en el ser humano: «Todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocalmente y mentalmente y de otras espirituales operaciones que preparan y disponen al alma a quitar de sí todas las afecciones desordenadas y después de quitadas buscar y hallar la divinidad, voluntad en la disposición de su vida para la salud del alma». De este modo, Petri introduce la mencionada frase en la resolución argumental del crimen para ofrecer una magnífica parábola de tono caricaturesco acerca de la torpeza y la total falta de reflexión interior presente en la forma de gobierno de la Democracia Cristiana, y yo me atrevería a expandir la denuncia a la clase política en general, evidenciando la corrupción, podredumbre, traiciones, el juego de intereses, los personalismos y la deshonra existente en una clase gobernante ajena a las reclamaciones y problemas generales de aquellos ciudadanos que pagan sus suntuosos sueldos con el sudor de su frente con la ingenua esperanza de que éste sea bien gestionado para asegurar el bienestar social —no el particular de los que al final gestionan los presupuestos del Estado—.
En esta línea, Petri señala el carácter podrido y desorientado de El Presidente, un hombre que ha ejercido durante infinidad de años el poder sin control alguno, convirtiéndose en una especie de sátrapa democrático asfixiado por su propio poder, hecho que le ha convertido en una mera estatua sin conciencia ni inteligencia para gobernar que únicamente basa su ejercicio en la demagogia y en el vacío de contenidos. Petri otorga a su film un carácter claustrofóbico y alienante gracias a una puesta en escena muy macabra, centrando el escenario en ese búnquer de hormigón y ladrillo en el que se desarrolla la totalidad del montaje melodramático, pintando de forma fidedigna la problemática de la bacanal que tiene lugar en este microcosmos, incluyendo en este grotesco cuadro unas enriquecedoras gotas de intriga en el curso de la investigación llevada a cabo por Don Gaetano y El presidente, pero que en ningún momento desviará la atención del verdadero sentido del film que no es otro que fotografiar en tono de sátira las vergüenzas de la clase dirigente italiana.
Resulta imprescindible resaltar los poderosos diálogos apuntados en un guión perfecto que brinda todo el poder de oratoria de los maestros del sarcasmo y la ironía. De esta manera, el búnquer, lejos de ser un pequeño paraíso, adoptará la representación de un infierno habitado por sátiros moradores paradigmas de esos representantes del pueblo que hacen el ejercicio público una práctica generadora de beneficios individuales, pero de responsabilidades diluidas en el entorno de lo colectivo. Otro de los puntos fascinantes del film es la perfecta perfilación de unos personajes que de cara a la galería manifiestan su orientación hacia la religiosidad, la pureza y la moral conservadora, pero que en realidad son auténticos depravados motivados únicamente por el sexo, la corrupción y el asesinato, ejecutando pues aquellos vicios que se encargan de censurar en sus congéneres. Y todo este engranaje es lo que confiere a la cinta un aura apocalíptica y decadente que transforma el ejercicio de política ficción llevado a cabo por Petri en un inquietante espejo del panorama político de nuestra era, en el que ese casposo Aldo Moro interpretado por Volonté adoptará el rostro de todos y cada uno de los jefes de gobierno europeos que han arrastrado a nuestro continente hacia estas insufribles cotas de derrota y desgracia que mantiene cautiva a toda una generación de jóvenes europeos que no tiene visos que vaya a recuperar la libertad en muchos años…
El italiano traza su obra con un sentido teatral portentoso, al más puro estilo de los sainetes cómicos del arte escénico trasalpino, apoyándose en las excepcionales interpretaciones de Mastroianni (en esta cinta en un rol más secundario) y sobre todo de un Gian María Volonté descomunal que ofrece una de esas actuaciones inolvidables repleta de momentos brillantes y patéticos, sustentando con su buen hacer el soporte argumental del film sin que éste decaiga en ningún momento. Como en las mejores obras de Petri, las interpretaciones basan su arquetipo en una vertiente animal e histriónica del arte dramático, rozando en algunas ocasiones el exceso, lo que otorga a Todo modo un talante absolutamente demencial e hilarante difícil de hallar en otras cintas del mismo género. Pueden llamarme loco, pero para el que escribe esta película podría ser definida con una obra moldeada en su artesanía con el trazo filosofal de un Ingmar Bergman desatado remendada con el humor chabacano y grueso de un Mariano Ozores en todo su esplendor. ¡Viva Elio Petri!
Todo modo de amor al cine.
Hace años que me gustaría ver esta película pero no la encuentro en las plataformas de streaming ni en ninguna parte. Sí algun dvd pero solo en italiano y sin subtítulos. Es posible encontrarla subtitulada? Gracias
La podes ver en Zoowoman