Poniendo el foco en el recurrido ámbito de la familia desestructurada, la cineasta Sabrina Mertens se enfrenta ante su ópera prima tras su previo cortometraje Gentle Moments. Time of Moulting es la historia de la convivencia de Stephanie junto a sus padres en un ambiente que ya desde los primeros compases de la narración se absorbe como hostil y áspero. Ubicándose en inicio en la Alemania de los años 70, el hogar familiar, sobre el que rara vez se aleja de la óptica de interiores, se presupone como una casa aislada y apartada de la civilización; una coyuntura que aunque pudiera parecer intrascendente, el paso de los minutos lo confirma como algo premeditadamente válido en la construcción de ese clima de opresión que de manera paulatina se apodera de la trama.
La principal herramienta que utiliza Time of Moulting es la de edificar un drama embelesado bajo las aristas del thriller psicológico; en relativo a lo primero, Mertens acierta en el toque intimista que da a su triada de personajes, con una construcción basada en pequeños detalles donde el diálogo aporta los datos precisos en un ritmo sosegado, sin artificios ni pretensiones más allá de su mensaje acerca del decaimiento emocional del núcleo familia presentado. Personajes a los que les une el lazo más cercano pero que las circunstancias han ido alejando; problemas psicológicos, aislamiento auto-impuesto y todo el prisma ambiental referido a ello crean un hermético calado atmosférico, al que se le da consistencia en la introspección sosegada de su trío protagonista. Esto alcanza un especial calado desde la narrativa, con unas pretensiones hacia una serie de planos largos que ejercen una óptica constructiva a través de los hechos. Sobre la opresión se cierne el desequilibrio emocional y la deconstrucción sentimental; almas perdidas por decisiones internas cuestionables, con una joven que paga las consecuencias de una madre caída al abismo y un padre que ignora la enorme problemática que hay a su alrededor.
Por si esto fuera poco, Mertens propone un viaje temporal de la protagonista Stephanie a través del paso de varios años; una abrupta traslación sobre los hechos ya expuestos, y una ocasión para valorar desde la perspectiva ‹voyeurista› que Mertens pone en bandeja al espectador. Y no sólo sirve para eso, ya que en esta variación temporal queda mucho más evidenciado el objetivo de retrato de una decadencia humana en un clima enfrentado desde un epicentro psicológico; la película se vuelve más ruda y escabrosa en su poderío narrativo, dejándose engullir por las más toscas del thriller psicológico, que incluso le hace traspasar las fronteras genéricas del terror. Alejada de una supuesta querencia relativa a favor de un artificio, esta estrategia tonal deriva en una herramienta perfecta para endurecer y favorecer las duras conclusiones que se pudieran sacar de su rudo viaje hacia los andamiajes intrínsecos de una familia rota. Una coyuntura que además se siente con incómoda propiedad desde la óptica cinematográfica, siendo este uno de sus grandes valores.
Time of Moulting es una película dura de visionar, y es en su equilibrio entre géneros donde logra una personalidad propia acerca de una temática ya explorada en multitud de propuestas. Un camino de poco menos de hora y media donde el espectador será testigo de la perpetuidad de los drásticos senderos del impacto emocional, como una impresión que es ajena al paso del tiempo. Mertens se inmiscuye en un drama vigoroso, pausado y contemplativo en su superficie, pero directo cuando se promulga a explorar su fondo. Y para ello es bienvenido, con la suficiente elegancia y la necesaria claridad cinematográfica, el apoyo en unas conexiones rudas con las incomodidades del horror. La cineasta también encuentra soporte en su plantel de intérpretes, un pilar sujeto a las exploraciones hechas desde la silla de la dirección donde se vislumbra un trabajo actoral fantástico. Con las atrevidas ramas cinematográficas atisbadas en este debut, sobre Sabrina Mertens se presupone una futura trayectoria audaz, que ha superado en esta primera pieza el miedo a la exploración genérica para enfervorizar su directo y cruel estudio intra-familiar.
Un puro infumable