Tigers es una película que en la presente temporada está alcanzando cierta repercusión, ya no sólo por ser uno de esas escasas aportaciones dramáticas relaciones con el mundo del fútbol, sino también por recuperar el caso de un futbolista que pasó sin pena ni gloria en unos rotativos deportivos más ocupados en las estrellas del balompié de las altas esferas. Martin Bengtsson fue a mediados de los 2000 una de las mayores promesas emergentes del fútbol sueco; despertó el interés de un equipo de élite como el Inter de Milán, club en el que estuvo tan sólo 9 meses ya que una depresión le derivó en una pronta retirada del fútbol. Su historia, dramatizada en una autobiografía publicada en 2007, es llevada ahora a la pantalla de la mano de Ronnie Sandahl, cineasta sueco que se enfrenta aquí ante su segundo largometraje tras Svenskjävel.
Conviene tener en cuenta la validez que pudiera tener la película ya sólo por el hecho de querer lanzar esta historia en dicho formato, no cercándose únicamente en investigar todo lo que ocurre entre bambalinas en un deporte tan mediatizado como el fútbol, sino aventurándose en extraer un reverso para nada conocido de la disciplina. Un logro que ya venía otorgado al propio Martin Bengtsson al inmortalizar sus experiencias en su autobiografía, que Sandahl adapta con una estructura sistemática donde recorre muchos de los lugares comunes del drama deportivo. Así, presenta a nuestro protagonista (interpretado con bastante solvencia por Erik Enge) bajo una idiosincrasia repleta de cierta ambición e inocencia, cualidades que sabemos que pronto se pondrá en su contra. Tigers no tarda en delimitar todas y cada una de las adversidades que Bengtsson se encontrará a su alrededor, un ambiente competitivo personificado en varios roles dibujados con unos estereotipos básicos de este tipo de propuestas: hostilidades, duras competencias, fobia al extraño, todo con un carácter que se pudiera achacar de superficial en lo relativo al plantel de secundarios, faceta en la que la película no parece arriesgar cuando dibuja el temperamento de todos esos personajes que Bengtsson conoce a su llegada a Italia. Tan sólo la figura del director deportivo (interpretado por Maurizio Lombardi), parece tener un poco más de poso, justificado en la relevancia que su presencia tiene en cada una de las fases del futbolista en su periplo italiano.
Todas estas naturalidades de Tigers, que a pesar de su conservadurismo contextual la hacen cumplir dentro del manual del drama deportivo relativo a la inmersión y superación, se ven superadas por la línea que el film quiere priorizar, la del dibujo de un escenario duro y disputado cuando se muestra todo aquello que ocurre fuera del terreno de juego; a razón de esto, la interpretación de Enge como Bengtsson es rutinaria, pero con los recursos dramáticos necesarios para sentir cierta empatía por sus aventuras milanesas, incluida su relación de amistad con uno de sus compañeros (un guardameta americano que, como él, es otro paria en el salvaje vestuario que se retrata) y más especialmente su contrapunto romántico, Vibeke (Frida Gustavsson). Cada una de las escenas en las que Bengtsson, paulatinamente más cohibido y angustiado ante las tremendas hostilidades encontradas en su ansiada llega a un equipo de élite (una extrapolación sinérgica a las competiciones en cualquier ámbito de la vida, en realidad), se enfrenta al drama, erigen al personaje con cierto perfil poliédrico, aptitud conseguida en cuanto el trasfondo se apoya en un conjunto de secuencias donde se reluce no sólo el ámbito más pérfido de un entorno tan asfixiante para el protagonista, sino un drama personal en el que la ambición moral y la lucha personal se han de abrir paso ante la desventura.
Teniendo en cuenta que Tigers, aún inspirándose en el espíritu cinematográfico indie a la hora de abordar sus personajes, así como en el drama más convencional a la hora incluir ciertos estamentos dramáticos de las historias de superación, supone cierta ‹rara avis› por su condición de película que pretende no idealizar la competición deportiva, sino extraer su faceta menos glamourosa; para ello, la publicación del libro de Bengtsson ya es todo un logro, con una redención final que inspira emotividad bajo una vía de escape que en su dramatización al celuloide también se consigue. Un film que se antoja necesario, y que arriesga en la composición de su personaje. Cabe añadir que para los amantes del fútbol, Tigers no sólo permitirá realizar cierta labor de recreación de esos momentos donde en la realidad la cámara nunca filma, ahora que tan de moda están los prefabricados documentales deportivos de ambición y éxitos, sino también una recreación cinematográfica de varios encuentros de fútbol, algo que salvo ejemplos bastante concretos, no suele disfrutarse en una sala de cine.