Tigers Are Not Afraid pone su foco en los terrores que viven un grupo de niños en los suburbios de México, donde deambulan con ingenuidad e inocencia mientras intentan seguir una cotidianidad propia de su edad; el problema, que las calles donde juegan son las mismas que conforman el núcleo duro de un cartel de droga, en el cual acabarán inmersos bajo ciertas controversias y disputas, cuando uno de los jóvenes se apropie del teléfono móvil de uno de los delincuentes. El cariz infantil y su interna oda a la fantasía se incluye aquí centrándose en una niña cuya madre está desaparecida y que tratará de volver a ella como uno de los tres deseos que pide durante su incursión en un grupo de otros niños que, candorosos como ella, pelearán contra la hostilidad que el destino ha puesto a su paso. Una forma de vida desprotegida y ligada a la fuerza a través la supervivencia en las calles, precepto que, dentro de la ficción y en un primer término, se antoja como despiadado.
Issa López propone un retrato de realismo, dentro de un sucio y duro reflejo de los bajos fondos, convergiendo la hostilidad y decadencia propia de estos terrenos con las problemáticas infantiles arraigadas en una realidad mucho más aterradora que los propias ínfulas fantásticas que tiene el film; estas conforman un contexto muy interesante bajo ciertas pericias narrativas arraigadas en un estilismo oscuro y portentosamente efectivo. Aunque rápidamente uno pueda adivinar las intenciones y querencias que la directora intenta implementar en la película, venidas de una descontextualización de la fantasía infantil a favor del verdadero horror que a esta escala social le ha tocado vivir, López se atreve a hacer circular Tigers Are Not Afraid por los senderos del férreo retrato (sub)urbano bajo las formas del cine fantástico, con la inclusión de maneras mucho más propias del cine de terror que del drama. Coincidiendo con las propias ideas del film, la estrategia funciona al utilizar estos amarres al horror como envolvente para un impulso dramático válido, sin restricciones en un alegato tan directo como la realidad que dramatiza: la mirada hacia este aspecto criminal de los bajos fondos de México a través de los ojos de la mirada de los inocentes protagonistas.
El film se ayuda también del grupo de actores protagonistas, quienes supuran unas interpretaciones repletas de frescura y una agradecida espontaneidad, añadiendo aún más dosis de realismo al relato; este, narrado con pulso a la fascinación de un ambiente delimitado por la hostilidad, pero que la película se esfuerza en mostrar con el hálito de la marginalidad. Recreando con credibilidad el subterfugio infantil, el ardor hacia el fantástico se revestirá de manera mayoritaria de contextos metafóricos, alegorías hacia los sueños y las esperanzas. López retrata su historia con una dura naturalidad, lejos de cualquier tipo de concesión salvo la que salvaguarden sus insertos oníricos, que se sumergen como un guante con esos segmentos duros y adversos, más cercanos a la docu-realidad, como partes en las que se nos recuerda el tipo de (sub)mundo que se nos presenta en la pantalla. En un momento de la trama se incluyen alusiones a cuentos de folclóricos de infancia, que la película presenta para abrir hacia texturas atrevidas y que tendrán su resolutivo encuadre en el desenlace final. Estéticamente fatalista, Tigers Are Not Afraid busca en detalles simplistas una especie de complejidad formal que le permite esta exploración por diferentes confrontaciones tonales; lo conseguirá, afianzando su condición dramática, que conecta de manera clara con las más inmediatas fragilidades del espectador.
Sorprendiendo muy gratamente por la franqueza con la que fantasía y realidad se fusionan y se enriquecen, la película destaca también por su talante reflexivo y una recreación social demoledora. Con su envoltorio fantástico que en un primer momento parezca desmitificar la crudeza del relato, estas aristas pronto quedan justificadas gracias a sus formas de exposición que construyen su dura ambientación. Issa López ha conseguido una película certera, metiéndonos en un campo de juego tan familiar como la idiosincrasia propia del infante en unas condiciones mucho más duras de las habituales; las infranqueables barreras de la credulidad infantil suponen una perspectiva idónea para conocer la dura realidad que Tigers Are Not Afraid regenera, con sus maneras hacia la fantasía a favor a un textura alegórica perfeccionada en su emotiva conclusión.