Un simple y sugerente título, Those Who Fall Have Wings (Aquellos que caen tienen alas), me ha llevado a ver esta producción austriaca dirigida por Peter Brunner y presentada este año en el Festival Internacional Karlovy Vary, dentro de la Selección Oficial. Brunner dirigió el año pasado My Blind Heart, título que también participó en un festival internacional (de Rotterdam) y cuyo estreno en España no se ha dado nunca.
Those Who Fall Have Wings está llena de metáforas y alegorías con forma de animales. Esta es una de las maneras más intuitivas de hacer poesía en imágenes, de igual modo que lo es el mar y el agua. A mí me gusta esta clase de lirismo, aunque estoy seguro de que pocas veces lo entiendo. En todo caso, me dejo transportar por las imágenes y su simbología se incorpora a mi mente de una forma insospechada más allá de la simple comprensión.
La vida como un cerdo, como un cerdo esperando a tener alas, alas para así poder volar. Puede que así sea un poco la adolescencia, la etapa más oscura de una existencia convencional, y aun así la equivalente al descubrimiento y el potencial. Vivir con una sensación de encerramiento y hacinamiento permanente, con una necesidad de desahogo exponencial.
La muerte empieza a estar presente durante la adolescencia, es una parte de la búsqueda y el conocimiento, sobre todo porque es cuando se empieza a dar, con los abuelos, por ejemplo. El neo córtex se forma y de nuestras experiencias dependerá (prácticamente) nuestra personalidad en el futuro. Las imágenes que cree nuestra mente y desarrolle, durante este periodo, tendrán gran importancia también en los recuerdos.
De eso parece hablarnos Those Who Fall Have Wings, donde la importancia de los hechos y recuerdos recae en la relación abuela-nieta a lo largo de la enfermedad de la primera. Una cinta evocadora de la infancia y la juventud, pero sobre todo de la importancia de la pérdida. La despedida y las palabras que quedarán siempre por decir, o nuestros sentimientos.
Y el sexo, claro. La parte central durante este crecimiento. Las hormonas y la carnalidad, las ganas de explorar lo nuevo y lo oculto. Nuestros secretos. Una experiencia que no siempre se ha de vivir solos, aunque así suele ser siempre al principio. Como el dolor, de ahí su equidistancia en esta película, donde el sufrimiento (físico y psíquico) avanza paralelo al placer y descubrimiento sexual de un orgasmo solitario.
Así, lentamente, Those Who Fall Have Wings nos adentra en la vida de la protagonista, una adolescente, claro, que ha de cuidar de su hermana pequeña tras la muerte de su abuela, su único apoyo y el modelo a seguir en una casa alejada en el campo.
¿Si merece la pena el viaje? Dependerá de lo poéticos que nos encontremos ese día. Imágenes atractivas tiene varias, y una manera poco convencional y diferente de contar algo que hemos visto otras veces, también, a través de recuerdos pasados que se intercalan con el presente y un futuro al que encontraremos sentido hacia el final. Una relación profunda y llena de mensajes sobre la vida y la muerte, sobre la responsabilidad y relevancia de otra gente, su deterioro. Una hora y media sugestiva, retrospectiva y silenciosa, pero también turbadora y desconcertante. Eso sí, escasamente conmovedora (aunque lo intente desde la distancia).
En cualquier caso, vista en perspectiva, se trata de una película natural y minimalista a la que poco se puede reprochar en su propuesta visual, sólo en la parte rítmica, y cuyo mensaje parece incidir en que somos materia destinada a acabar en un contenedor, sí, pero no hay por qué hacer de nuestra vida un desperdicio antes de entrar en él… aunque la pérdida nos inste a ello, pues es parte del proceso. Como una ensoñación.
Y luego está la manía de matar animales para las películas por la metáfora que ejemplifican. Una costumbre que acabará por hacerme a mí vegetariano, con lo que me gusta el pobre cerdo y todo lo que se aprovecha de él.