Premiada con una mención especial en la sección de óperas primas del Festival de Locarno, la suiza Those Who Are Fine se revela como una de las sorpresas del certamen originario de su país. Se trata de un film corto y minimalista. Que no hace gala de ningún tipo de adorno exterior. Narrando una historia sencilla que en ningún momento será el núcleo importante que llamará nuestra atención. Pues esta es una de esas películas en las que el argumento sobra. Siendo solo una marioneta necesaria para que Cyril Schäublin mueva los hilos en otro sentido, el que le interesa sobremanera.
No obstante resumo en pocas líneas la trama. La cinta arranca mostrando a tres figuras, por su acento de origen árabe, que charlan amigablemente en las inmediaciones de un río. Dos hombres y una mujer. La dama llamará la atención de sus compañeros sobre un suceso del que ha sido testigo en los juzgados donde trabaja. Al parecer una joven se dedicaba a suplantar la personalidad de las nietas de una serie de ancianos afectados por un principio de demencia con el propósito de estafarlos sustrayéndoles todos sus ahorros. Acto seguido la cámara se situará en un impersonal Call Center donde trabajan una serie de teleoperadores vendiendo tanto líneas de internet como seguros online. Entre ellos destaca Alice. Una autómata que recitará de memoria el argumentario diseñado para generar la necesidad de compra a los clientes en función de su perfil. Sin más explicaciones el foco prestará la atención al rostro angelical de la muchacha. La seguirá en sus insípidos paseos por la ciudad. Y la identificará como la sombra que acecha a esas personas mayores, timando sin ningún tipo de remordimiento a viejas y viejos adinerados. Por otro lado el otro centro que hará girar el relato serán las conversaciones sin sentido que se establecerán entre un grupo de policías encargados de vigilar las calles ante la amenaza terrorista y de la pareja a la que se le asignará la misión de rastrear la huella de la ladrona.
Sin más. Porque aunque los trazos descritos pueden inducir a pensar al lector que se va a topar con una intriga muy bien hilvanada y trenzada, ostentadora de numerosos golpes de efecto y ciertas dosis de acción, nada más lejos de la realidad. La película en ningún momento caerá en estas redes. Por consiguiente, la ambición de Cyril Schäublin consistirá en establecer un cuadro realista y muy asfixiante acerca de la incomunicación y el tono inhumano que atosiga a la sociedad actual. Un paraje pleno de vacío y oquedad. La atmósfera lograda por el debutante Schäublin cobija una energía muy desasosegante e indigesta. En este sentido, la cinta renuncia a seguir una línea de guión clásica y clara para el espectador, optando por contra por reflejar la monotonía y el tedio que atrapa a los moradores de la jungla urbana. Unos seres incapaces de dialogar con sentido común. Únicamente preocupados con adquirir un contrato telefónico que les permita navegar por internet al menor precio posible. Ajenos al amor. Que se ruborizan cuando uno de los interlocutores se sale del patrón básico lanzando un guiño amoroso a su colega (la escena en la que una mujer policía trata de ligar con su compañero poniendo como ejemplo una escena de una película que no recuerda resulta tan patética como kafkiana).
La puesta en escena apoya las aspiraciones del film. Planos largos que muestran con cierta distancia la estampa de los actores, alejando de nuestra vista sus rostros y por tanto su semblante y sentimientos. Muy refinada y exquisita. Típica del nuevo cine de autor europeo. Carente de emoción, como los personajes que lideran el teatro. Seres autómatas que no expresan ningún tipo de sensación. Que no se conmocionan ante el peligro de ser detectados y apresados. Simples máquinas con cuerpo humano que se saben de memoria como deben obrar ante el prójimo para rascar un beneficio. Un punto desconcertante e inquietante del film es la total ausencia de risas o sonrisas en los actores. Parecen espectros que caminan sin pasión y sin ninguna meta ilusionante. De este modo la cinta deriva hacia cotas próximas a un contexto de pesadilla creada por un sujeto invisible que juguetea sin piedad con unos muñecos moldeados con unas facciones más propias de una estatua de cera.
Dos escenas destacan sobremanera del conglomerado tejido por Schäublin. Casualmente sitas al principio y al final del producto. La primera sin duda esa secuencia de apertura en la que a través de varios planos fijos de las caras de los teleoperadores que acompañan en su labor diaria a la protagonista Alice, el director representará un infierno terrenal desprovisto de cualquier tipo de afecto, ya sea de ternura o de dolor. Seremos testigos de como una serie de personas adquieren la composición de un robot al que no le importa un comino lo que está sucediendo en sus alrededores. No haciendo ningún tipo de gesto para la galería. Ni de estrés al no conseguir sus objetivos ni de felicidad en caso de lograrlo. Simples números que pasan a otro expediente sin que el fracaso o la victoria les estropee su día. La segunda la secuencia de la detención de Alice por parte de los dos investigadores. Tomada en un plano cenital que posibilita que mutemos en una especie de Dios que mira los acontecimientos de sus subordinados con cierto tedio. Sin intervenir para nada en la secuencia. La ratera tampoco declarará lo que siente al verse capturada. El hecho ni la supone una decepción ni tampoco un bálsamo de paz. Sencillamente ha sucedido lo que tarde o temprano tenía que ocurrir. Y a otra cosa mariposa.
Con estos ingredientes no me cabe duda que Those Who Are Fine será objeto de interés para todos aquellos amantes del cine más subterráneo y crepuscular nacido en la Vieja Europa. Una cinta que no deja indiferente (pudiendo causar tanto estupor como admiración) merced a su áspero disfraz tan indigesto como sibarita. ¿Habrá valientes que se atrevan a degustar sus efectos psicológicos?
Todo modo de amor al cine.