They Look Like People parte de una premisa certera y otra errónea. La primera es asumir cuáles son sus referentes inmediatos: el terror de bajo coste, ese que prima la psicología y la atmósfera por encima de los recursos manidos del golpe de sonido, del maquillaje exagerado y del monstruo exuberante. Sin embargo, y aquí es donde entra el error principal de la propuesta, hay una especie de disculpa continua en el proyecto como diciendo «ey, lo sentimos mucho, no tenemos presupuesto y esto es lo que hay».
Por ello mismo la película se mueve en dos frentes bien contrastados, por un lado la elaboración de atmósfera, de inmersión lenta en la psicología torturada de los personajes y trasladarnos así la sensación de paranoia, de desdibujamiento paulatino entre realidad y ficción, entre cordura e insanía. El otro aspecto es no obstante la nula capacidad de controlar los tiempos de dicho proceso.
Dado el escaso metraje del film hay demasiados espacios muertos que no aportan ni llevan a nada que son rellenados por subtramas un tanto absurdas o directamente a escenas de presunta comedia (que rozan la vergüenza ajena) cuyo propósito entendemos que es el de aligerar la carga de suspense ofrecida. Momentos estos que no funcionan por lo absurdo de su plasmación y porque realmente no hay necesidad de insertarlos dado el escaso terror ofrecido hasta esos momentos.
Tampoco ayuda la sensación de film amateur en el peor sentido posible de la palabra. Sí, como decíamos estamos ante una propuesta muy modesta, pero ello no implica que no hubiera de existir un cierto mimo ante el detalle y la planificación de lo rodado. Hay demasiados saltos incomprensibles, demasiado montaje hecho a hachazos, como si hubiera una prisa en finalizar un producto que realmente, dado su tono minimalista, hubiera necesitado más reposo en su ensamblaje, en su arquitectura final.
La sensación final de They Look Like People es que a pesar de su inquietante y ‹sartriana› premisa (el infierno son los otros), todo queda reducido a una declaración de intenciones, a una buena idea pergeñada entre amigos aficionados al cine pero que a la hora de llevarla a la pantalla no saben exactamente qué hacer, cómo desarrollar la idea de forma que resulte atractiva y atrapante. Al final lo que se presumía como original acaba siendo un catálogo de tópicos, de luces que se apagan y de planos sostenidos en busca del susto que, por desgracia, nunca llega.
Siendo esta la ópera prima de su director, Perry Blackshear, hay que valorar pues el intento de construir algo que se aleje de los cánones de ese género, el terror, tan domesticado en nuestros tiempos. Sin embargo quizás habría que reprocharle que ello no es suficiente si no va acompañado de la paciencia necesaria y, sobre todo, de la capacidad de desarrollar de forma original el concepto original. Si no pasa lo que finalmente vemos en They Look Like People, una idea excelente que acaba marchándose por el sumidero de la planicie y el aburrimiento.