Dentro del Ciclo de cine polaco contemporáneo que se está realizando por la geografía española, These Daughters of Mine fue la encargada de inaugurar la Muestra. Nos encontramos ante el segundo largometraje de la directora Kinga Debska, con el que ganó el premio al mejor guión en los premios cinematográficos de su país.
La cinta retrata a dos hermanas a las que solo les une la misma sangre que corre por sus venas. Marta es una actriz de éxito pero encasillada en papeles para la pequeña pantalla. Ella vive por y para un trabajo que no le satisface, mientras toma antidepresivos y su vida amorosa y sexual brilla por su ausencia, ante una imagen de mujer fría e independiente. Kasia, su hermana, resulta ser una persona bastante emocional con problemas conyugales y económicos, que reside junto con al inútil de marido y su hijo adolescente en la casa de sus progenitores.
El mundo de estas dos hermanas, pero en especial el de Marta, quien toma las riendas para narrar la historia, se viene abajo de golpe cuando a la madre deben ingresarla de urgencias y acaba en coma. Este hecho hace que las dos hermanas deban unir fuerzas, por mucho que el choque entre ellas resulte constante. Poco después de estos sucesos y por si fuera poco, a su padre le diagnostican un cáncer incurable en estado avanzado.
Así pues, tenemos a dos mujeres adultas que deben enfrentar a la enfermedad y la muerte de sus padres. Cada una de ellas asumirá la situación como corresponde a su manera de ser. Kasia acudirá a todo tipo de tratamientos o curanderos, destacando una mujer que habla con espíritus, mientras que Marta asumirá que la situación actual de su madre se encuentra en un prolongado suspense con un único e inexorable final. Mientras la primera se agarra a una fantasiosa recuperación, a la religión o a cualquier cosa que encuentre por ahí, la segunda se mantiene estoica, dolida sobre todo al saber que no podrá despedirse de su madre.
Buena parte del metraje transcurre en el hospital, entre idas y venidas de las hermanas que no pierden ningún instante para reprocharse mutuamente cualquier detalle pasado. Mientras naufragan, cada a su manera, en el mundo real, pasan las horas cuidando de sus padres, sintetizándose con el hospital. Acercándose la una a la otra para luego volver a distanciarse. Obligadas a estar juntas aunque, a lo lejos, está la duda sobre si su azarosa relación sobrevivirá a la perdida de los padres. Si una vez desaparecidos los progenitores, habrá algún motivo para volver a verse.
Uno de los motivos por los que el relato deja con tan buen sabor de boca, a pesar de encontrarse en un terreno conocido y visto, es la autenticidad que se transmite. A cierta edad bien puede verse lo que sucede en pantalla como una extensión de lo que sucede fuera del cine. Pero esto solo es un pequeño detalle, digno de mención, aunque no es el motivo por el que la película consigue despegar y separarse de otras muchas cintas que tratan sobre lo mismo. El principal logro reside en un tono bien elaborado, sencillo pero eficaz. La historia, envuelta en el drama desde el primer momento, tiene un sano sentido del humor que brota en todas las escenas. Su directora prefiere filmar una comedia antes que un drama, por mucho que dicho drama esté en todo momento presente.
La película se sostiene por las relaciones personales que se establecen y el redescubrimiento entre los mismos y a una evolución pacificadora entre las hermanas, todo recubierto de una irónica mirada sobre la familia, llena de contradicciones irresolubles. A su vez, hay una interesante mirada sobre los hospitales, no como lugar donde se curan los pacientes, más bien es un lugar burocrático donde el personal es competente e intenta dar lo mejor de sí mismo, pero que no deja de ser un lugar frío e impersonal. Sorprende esa cultura de hacer regalos a todo personal sanitario que tenga alguna relación con la madre para que la traten mejor, pero es algo que por lo visto en otras muchas películas del Este resulta de lo más cotidiano.
Una institución que desprovista de la función principal que se le otorgar, sanar, queda reducida a algo mucho más interesante y prioritario, como es el acompañamiento y a reducir el sufrimiento. Es ese mundo que retrata la película, donde las hijas afrontan dos perdidas: la primera, la de la madre, como algo repentino y donde no hay una despedida al uso, y otra la del padre, donde si tienen la opción de ir diciendo adiós poco a poco. Ninguna de ellas es plenamente satisfactoria y ambas están envueltas en cierto dolor y sensación de perdida, que cada una afrontará de manera diferente.
Moje córki krowy, en su título original, nos habla de la perdida, de las relaciones familiares, de ese momento donde nuestros padres pasan a ser los que necesitan nuestra atención y de cómo afrontarlo mientras pasas los días en un hospital, que por su propia dinámica, vive ajeno al mundo de fuera.
La mejor decisión de la cineasta consiste en narrarlo desde la comedia, mostrar la transformación de todos los involucrados y un final abierto que da significado a todo lo visionado.