Solemos analizar cualquier tipo de obra artística desde una posición dicotómica, desde un punto de partida en el que solo caben dos adjetivos: bueno o malo. En realidad esto es lo que suele esperarse de cualquier crítica o reflexión acerca de una pieza determinada: un conjunto de razones y/o argumentos que justifiquen nuestro decantamiento hacia uno de los dos lados de la balanza (esto es, el positivo u el negativo). En parte esto es debido a que nuestro punto de vista tiende a simplificar lo complejo, a reducir al mínimo exponente todo el conjunto de sensaciones y emociones que pueda producir el trabajo objeto de nuestra reflexión. Pero también es resultado, no nos engañemos, de cierto miedo a aceptar la ambigüedad, a reconocer que, en ocasiones, uno puede sorprenderse a si mismo no sabiendo encontrar respuesta a la simple pregunta “te ha gustado o no?”. El caso es que escribir sobre la obra póstuma de Claude Miller me obliga a replantear este punto de partida, puesto que al recordarla encuentro prácticamente tantos argumentos para defenderla como para tacharla de obra mediocre.
Por una parte y técnicamente hablando, Thérèse D. es una película rodada con suma maestría. Cada plano se presenta ante nosotros como un hermoso cuadro, todos ellos cuidadosamente estudiados y poseedores de una perfecta harmonía entre la imagen expuesta y el aspecto sensorial al que pretende llegar el director. Algo sin duda relacionado con la exquisita fotografía de Gérard de Battista, que sumada a la bien escogida planificación de Claude Miller logra trasladar al espectador al escenario adecuado. Gracias a ello, todos los acontecimientos que presenciamos se muestran de forma nada exagerada sino conscientemente contenida, con un tempo elegante que consigue este difícil equilibrio entre devenir pausado a la vez que decidido. En resumen, un elegante control de la narrativa al que contribuyen de forma notable la interpretación de los actores, tan natural como distante, tan creíble como artística (es decir, un tipo de actuación que, a pesar de natural, no deja de mostrar su cara teatral con el objetivo de conectar con el aspecto artístico de la fotografía y la planificación). Algo que da a la película un posicionamiento distante que transmite al espectador cierta frialdad…
Una frialdad que en un principio podríamos pensar que está en acorde con la historia planteada, puesto que lo que se nos expone es un crudo retrato de una sociedad burguesa desprovista de humanidad y capaz de anteponer sus intereses a todo tipo de emoción o sentimiento. La misma sociedad con la que choca la personalidad Thérèse, una mujer muy conectada a sus emociones que espera encontrar su propio equilibrio aceptando las condiciones del mundo que la rodea. Pero es esta misma frialdad la que, desde mi punto de vista, impide que el personaje despierte la empatía necesaria para conectar con sus sentimientos, para comprender su s acciones e interesarnos por sus vivencias. Pues el planteamiento clásico de la película sí que logra plasmar el comportamiento mecánico de la sociedad retratada, pero también parece convertir a la protagonista en un títere más del sistema cuyo desencaje con el mismo no acaba de comprenderse. Como si el director esperase que por el simple comportamiento autómata de Thérèse ya quedaran plasmados en la película sus sentimientos y pensamientos libres, algo que nunca llega a aflorar del todo en esta historia.
Estamos ante una película cuyo manierismo acaba dotándola de cierta plasticidad, que impide que el espectador se sienta identificado con los sucesos que presencia. Un tipo de narrativa que choca con la pretensión del director de convertir su trabajo en una experiencia a veces realista y a veces onírica; pues dicho tratamiento es el mismo en todo momento. Algo que a un servidor dejó con la sensación de haber visto una película a medias, pues en ocasiones da la impresión de estar contemplando una obra admirablemente planteada y en otras de ver únicamente un conjunto de fotografías estéticamente muy elegante pero de contenido algo dudoso. Una lástima que una película cuidada a tantos niveles no logre abarcar tanto como el director pretende. O dicho de otra forma, una lástima que las contradicciones mencionadas de la película me impidan decantar la balanza hacía uno de sus dos lados.