Nunca es fácil plasmar el dolor ajeno en pantalla de forma más o menos creíble. Los riesgos siempre están ahí, caer por la pendiente del exceso o alejarse buscando objetividad y acabar siendo presa de la frialdad. Si esto es complicado en una ficción, retratarlo en un documental, acercando tanto el objetivo, persiguiendo de forma incesante el drama personal, se antoja casi una misión imposible.
The Work es un salto al vacío del drama interior humano, una exploración salvaje y sin contemplaciones de cómo un grupo de personas se interrogan, se desafían y se desnudan íntimamente en busca de expiación, de exorcizar los demonios interiores. Una experiencia, además, que aumenta su grado de tensión al estar rodada en la prisión de Folson y donde la terapia está conformada por un grupo mixto compuesto por presos y por personas del exterior.
Evidentemente esta mezcla crea de por sí un contraste, no solo estético sino vital. Vidas muy diferentes a priori que acaban por converger en traumas y pesadillas internas más similares de lo que se podría pensar en un principio. En este sentido el formato del documental, muy exploratorio a lo Frederick Wiseman, ayuda a una contemplación a distancia, que no distante, al mostrarse poco invasiva, dejando que las conversaciones y experiencias fluyan.
No obstante The Work necesita imperiosamente mantener un tono dramático durante todo el metraje, mantener la tensión de forma que la expiación final sea tan o más relevante que ver como personas de violencia demostrada se desmoronan o, como si fuera una transferencia emocional, los no presos sacan su lado más violento y traumático.
Para ello se incide especialmente en los primeros planos y en una cámara muy cercana que busca cada centímetro de expresividad, cada gesto que delate la veracidad del dolor o el sentimiento expresado. Y también, porque no decirlo, un sonido ambiente que pretende no solo ilustrar lo que vemos, sino captar lo que queda fuera de plano, delatando que incluso en un film que busca poner de manifiesto el dolor y personalizarlo también hay espacio para lo afligido en el anonimato.
Sin embargo The Work se encalla en la reiteración de historias y de aspavientos. Lejos de fomentar esa tensión continua (aunque tiene ciertamente momentos al límite) acaba por generar cierto agotamiento por repetición y por su aire a libro de autoayuda con remaches de pseudoespiritualismo y un cierto componente religioso un tanto trasnochado. Además no todo es tan auténtico, ni natural como aparenta. Por un lado el montaje, nos sugiere una selección de lo más impactante en detrimento de una reflexión más profunda sobre el proceso y por otro hay una manipulación de postproducción de ciertos efectos de sonido destinados a ampliar la tensión emocional de forma demasiado notoria.
En definitiva The Work resulta interesante en cuanto estudio de las emociones humanas, de las interacciones emocionales entre personas de extracciones y situaciones tan diversas y de cómo el dolor enquistado afecta nuestro comportamiento tanto el pasado como en el presente amenazando de proyectarse en el futuro pero quizás adolece de cierta falta de distancia, sobre todo, cuando toma conciencia del material que dispone entre manos y opta por resaltar lo más jugoso del evento obviando una instrospección que quizás resultaría más útil para sus propósitos.
Yo disfruté un montón la película. Creo que tiene verdadero mérito, y las historias de los presos y los visitantes, sus dramas vitales, me conmovieron y me inspiraron. Parece evidente que los conflictos con el padre son la clave de muchas condenas a cadena perpetua. Bravo por el director y los valientes protagonistas. También por los creadores de esa terapia y los que la ejercen.