Una década después del extraordinario documental Rumores de guerra, centrado en la figura del polémico Robert S. McNamara (secretario de defensa estadounidense durante los mandatos de Kennedy y Johnson), Errol Morris decide repetir estrategia analizando la trayectoria política de otra figura igualmente turbia e incómoda, la de Donald Rumsfeld, ex-secretario de defensa estadounidense y principal valedor de la guerra de Irak. El planteamiento de ambos trabajos es similar: largas y minuciosas entrevistas en las que, al tiempo que se da cuenta de algunos de los principales acontecimientos que marcaron la reciente historia del siglo veinte, se examinan las razones que estaban detrás de los mismos, dando voz a dos de sus principales responsables (McNamara en el caso de Rumores de guerra, Rumsfeld en el de la cinta que nos ocupa). Dar voz: e ahí la clave. Si hay una fuerza motriz que atraviesa la última película de Morris de cabo a rabo, esa es la importancia suprema del lenguaje, esa herramienta que, cual virus, se desarrolla y expande de forma implacable y artera.
No es casual que uno de los recursos estilísticos más recurrentes en The Unknown Known sea la sobreimpresión de definiciones de palabras empleadas por el entrevistado. Casi sin pretenderlo, Morris proporciona a Rumsfeld un lugar de excepción a través del cual desarrollar sus habilidades oratorias, habilidades que le permiten reforzarse en situaciones complicadas y apenas salir magullado de los intentos de acorralamiento dispuestos por el autor de Vernon, Florida. La dialéctica del poder, que Rumsfeld manejó con cinismo maquiavélico y pocos reparos a la hora de recurrir a tergiversaciones o medias verdades en las ruedas de prensa que ofreció a los medios, se disfraza en la entrevista con los ropajes del sentido común y el pragmatismo político, demostrando hasta qué punto la verdadera naturaleza de todo acto político (especialmente de aquellos actos potencialmente graves y complejos, caso de cualquier declaración de guerra) permanece a menudo convenientemente velada, suponiendo la parte más vasta e invisible de un iceberg del que sólo podemos apreciar la punta, constituida por su presunta pertinencia política (una pertinencia que, desnudada racionalmente, podría no resultar tal, o serlo de un modo ofensivo e intolerable).
¿Sale, pues, Rumsfeld victorioso del pulso con Morris? Sí y no. El talante escurridizo de Rumsfeld le permite sortear cuestiones peliagudas, legitimar acciones problemáticas y, en definitiva, justificar el trabajo realizado a lo largo de tantos años dentro de la política estadounidense (incluso logra cierto margen para la humanización de su figura por la vía más convencional posible, cayendo casi en el llanto al recordar a un soldado americano gravemente herido en combate). Ahora bien, ni su carácter sibilino y cercano, ni la serenidad y firmeza de su oratoria, le permiten salvar las contradicciones en las que cayó a menudo a lo largo de su mandato como secretario de defensa de la administración Bush (las más graves, aquellas relacionadas con la (no) existencia de armas de destrucción masiva y la presunta implicación del régimen totalitario de Saddam Hussein en los atentados del 11-S), contradicciones que Morris subraya acertadamente, dejando que la desconcertante sonrisilla de Rumsfeld adquiera matices siniestros y perturbadores.
The Unknown Known (que traduciríamos como “la certeza desconocida”, en relación a una célebre frase de su protagonista que da la medida, también, de su obsesión por el lenguaje y las posibilidades de poder que éste entraña) se revela, así, como una película inquietante y turbia, que, si bien no logra desnudar a su figura de estudio tanto como uno desearía, al menos pone al descubierto la mentalidad fría y enigmática de quien fuera una de las personalidades más determinantes a la hora de modelar el mapa político global de los últimos años. Morris, viejo zorro, aporta su enorme sabiduría dentro del campo del documental para narrarnos con claridad meridiana y tempo apasionante los entresijos de todos esos años de Rumsfeld en el poder, desde los tiempos de Gerald Ford a los de su desastrosa gestión de la posguerra iraquí que conducirían a su destitución, pasando por Guantánamo y su enfermiza derivación en el horror que supuso Abu Ghraib. El resultado es una película afilada y apasionante, pero que, lamentablemente, no alcanza los niveles de lucidez y fascinación de su hermana mayor Rumores de guerra, si bien supone un jugoso manjar para cualquiera que esté interesado en la Historia reciente y en el estudio de los líderes políticos.