Ahora que está tan de moda la nostalgia, os confiaré una cosa de la mía. De niño yo quería ser un vaquero, o en su defecto un templario en las cruzadas. La mayor parte del deseo fue desarrollado, creo, a través del juego con los clics de Playmobil. El fuerte y dos castillos que vendían y que coleccionamos con la ayuda de los años y los Reyes Magos.
Pero no hay justicia. En este mundo no hay justicia. No llegué a cumplir mis sueños, pero la verdad es que yo ya no los quiero. Este mundo ya es bastante peligroso sin que yo le busque más costuras. Sin embargo en el cine, lugar donde disfrutar también de adulto, acepto el sufrimiento y la alegría de las historias bien contadas, que me implican en los hechos que acontecen, que se olvidan de las fuentes y me ofrecen algo nuevo y que cuentan con un impresionante actor como protagonista y con unos más que buenos secundarios, todos ellos bebedores de cazalla y fumadores de puracos. Algo necesario en el Oeste.
The Salvation es el Oeste que yo me imaginaba siendo niño. Un lugar en el que había malos que con su presencia ya te daban miedo, que con su mirada ya sentías… les creías capaces de hacer cualquier cosa, sin miramientos. Pero The Salvation también da más que eso: una historia que no oculta nuestra condición humana, a pesar de un argumento muy sencillo y en el fondo un poco visto (quizás porque funciona). Donde la felicidad, la tristeza, la lealtad, el odio, la venganza y la dureza de la vida en un desierto de oro negro se interrelacionan fácilmente entre las luchas personales. Donde cada acto obtiene su reflejo en la propia sociedad, el pueblo, los alcaldes y los sheriffs. Los bandidos, criminales y los héroes que, sin serlo, se mueven solamente guiados por sus sentimientos.
Hacer partícipe al espectador de todos los sentimientos por los que pasa el personaje protagonista no es sencillo, aunque este sea Mads Mikkelsen. Hablo de hacerlo sin subir de más la música, como con el terror. Emociones más profundas que pocas veces vemos y que salen de repente en una hora y media de metraje. Desconfianza, temor, impotencia, rabia, la violencia que sale de dentro. Todo realizado con una determinación no muchas veces vista, con una dirección fría y seca, pero dura e inclusiva. Kristian Levring ha dirigido un Western que no huele a otros anteriores demasiado, con carácter propio, con un guion bastante consistente e impresionable para hacerlo impresionante, capaz de ser creíble más allá de lo que uno pueda suponer que fue el Oeste, y tuvo que ser algo parecido a esto. Una producción noruega que lanza un mensaje: los europeos se han pasado toda su historia peleando, los estadounidenses (europeos fuera de circulación, como las antiguas pesetas) se liaron a matarse nada más llegar, primero a matar a otros, luego entre ellos mismos y después por las tierras y ferrocarriles: la riqueza. Se crearon bandas y bandidos, leyes nuevas, la posibilidad de ir con la pistola por la calle y de impartir justicia. Aunque la justicia siempre llegue tarde.
De niño yo quería que ganara el bueno y no lo meditaba todo tanto. La rectitud era algo objetivo para mí y, aunque mi creatividad jugaba sólo en base a una sensación, la diversión, seguramente mis personajes poco articulables personificaban estas mismas impresiones, las que he visto en The Salvation. Así que perdonad si me emociono, pero es que he pasado un rato bien bueno y también un poco malo, pero absorbente todo el tiempo.
una muy buena crítica, pero le añadiría algo: el background, eso, el fondo. Ex-soldados de una guerra que se convierten en mercenarios (¿nos suena?). La explotación del nuevo oro, basada en el engaño, la extorsión y la impunidad. Unos EE.UU. cuya riqueza tiene su origen en unos valores vergonzosos, la explotación de emigrantes de todos los colores (¿se fijaron en los chinos que van de acá para allá?), la violencia sobre las mujeres… Una gran película más allá del far-west y cuyos elementos constitutivos son en gran parte el origen de nuestra actual y decadente sociedad.