Se dice que la base para una buena amistad es la lealtad. El problema que veo a esto es que las personas tenemos la tendencia a pensar antes de actuar en la mayoría de situaciones, incluso cuando esta nos afecta a nosotros mismos. En cambio un perro hace lo que sea por aquel que le da de comer y le rasca la panza. Aquí sí se entiende la amistad leal, no hay filtro ni una conciencia que dé grados de riesgo. No hay integridad, apenas miedo, un pequeño obstáculo que se supera cuando es la persona más importante del mundo. Pero es un rango entre hombre y perro. Y aunque todos seamos animalitos, sigue sin funcionar la lealtad sin porqué en la amistad. Más que complicado. Podríamos pensar en Fuerza mayor de Ruben Östlund, el gran momento del padre que no cumple como tal. El peligro cuando no hay una tensión anticipada, ya se sabe. Adrenalina cero.
Amigos y lealtad, algo que nos suelta en sus primeros minutos The Ritual, primera película en solitario de David Bruckner, que en equipo siempre había conseguido resultados positivos (en nuestro reducido mundo llamamos a una de las suyas “The Signal la buena”). Ahora mete a un grupo de viejos amigos de universidad —algunos controláis esto de quedar una vez al año para hacer algo juntos y no perder contacto— que están planeando un viaje. Una lucha de poderes, de lugares conocidos para llegar al punto de la lealtad, eso va a contracorriente de la seguridad. Y sí, la duda razonable aparece y el viaje es, sin grandes expectativas, a los senderos frondosos de Suecia.
A la llegada encontramos a cuatro hombres, de los que ya hace mucho que peinan pelos en pecho (no sé especificar mejor edades), que saben mantener la conversación y durante ella, nuestro interés ante el qué pasará. Hombres hablando de cosas de hombres: bromas, alguna tirantez, un poco de tristeza y seguimos el camino. En realidad estamos esperando a saber lo que nos tienen preparado, que el bosque puede ser una de esas traiciones que nos tiene guardadas la naturaleza. Rompo la lealtad y le robo a Víctor Esquirol la comparativa como versión masculina pro de The Descent (mujeres haciendo espeleología y la naturaleza a punto de ponerse a putear). Lo de pro es el exceso de testosterona (que no es un problema), no la necesidad de mejorar el recuerdo de la de Neil Marshall.
Hasta aquí todo bien, hay una excusa para posicionar personajes y además nos encontramos frente a la incontrolable belleza de un paraje como ese, en un viaje al que nos vemos incluidos una vez ya iniciado, y que disfrutará de esa ligera tensión de viaje en grupo que haga que todo cambie. Ahora bien, lo bueno es no saber cual es la nueva guía de ruta para la segunda parte del film. Aquí es donde alguno baja la guardia y siente que has más corrección que riesgo, pero a mí me resulta placentera esta visión ‹survival› vistos los dramas excesivos que esconden muchas de estas películas en la actualidad. Los países nórdicos, con toda la historia que pesa sobre su naturaleza, es un entorno propicio para cualquier punto de vista que el director decidiera escoger, y el que abraza definitivamente es un acierto si, pese a decaer un poco en lo convencional, está más que resuelto con el elenco elegido para la ocasión.
The Ritual da lo prometido, y aunque la inventiva siempre juega a favor y aquí parece que enseña algo que ya hemos visto más de una vez, es entretenida, tiene alguna sorpresa y esconde algo en la oscuridad de todo ese follaje (naturaleza nórdica, qué más decir). Hasta lealtad tardía. Lo cierto es que parece una gran idea dejar que los que se acerquen a ella descubran por sí solos lo que oculta el film, así que el aplauso definitivo no puedo expresarlo con palabras sin hundir el contenido. Me muerdo la lengua y sigo de festival, que Netflix nos la ha prometido en breve.