Expongamos primero los antecedentes. Anna Odell es una controvertida artista sueca, conocida a través del escándalo que destapó su tesis para la Facultad de Artes de Estocolmo donde estudiaba. Bajo el nombre de «Mujer desconocida 2009-349701», quiso ver la reacción de la sociedad y los estamentos públicos ante la enfermedad mental . El caos llegó cuando ella misma interpretó un brote psicótico en plena calle, consiguiendo que la policía la internara en un psiquiátrico. Al revelar que estaba sana y que formaba parte de un estudio, llegaron las repercusiones sociales y legales. La publicidad de lo errático se hizo patente.
Sin duda son necesarias estas explicaciones ya que The Reunion —Återträffen como título original—, su debut cinematográfico donde ella crea e interpreta una imagen de sí misma, bebe directamente de su primera idea. Observar a los demás permitiendo ser observado podría dar una idea de lo que realmente busca.
The Reunion está dividida en dos partes diferenciadas. En la primera encontramos la película, una representación llevada al extremo. No hay más que imaginar la situación. Tras muchos años, hay una reunión de ex-alumnos de un colegio, la clase vuelve a juntarse en una misma habitación, hay saludos efusivos, olvidos, breves anécdotas y la aparición, sin mayor detalle, de Anna.
La escena evoluciona, todos se sientan a la mesa y llega el momento discursivo, cuando toca prolongar la percepción del recuerdo. Es ahí cuando Odell aprovecha para expandir límites, dar su visión de cómo ocurrieron las cosas en su infancia. Su «If» llega a extremos insospechados, una pérdida de formas total cuando desarrolla la idea de la presencia no esperada, aquellos a los que nadie quiere ver aparecer y deforman la festividad del reencuentro. Anna nos enseña la ficción que ella crea sobre una hipotética reunión a partir de una fiesta real a la que no fue invitada y la desproporciona, hasta un punto extenuante, dejando que la ira lleve a la vergüenza. Lo normal es que cuando uno está en el lado más marginal del grupo infantil, si deciden no invitarle piense «ni ganas tampoco» y siga su vida sin dedicar mayor tiempo al asunto, la directora da una voz (posible, por qué no soñar despiertos) a aquel que dice «aquí estoy yo aunque nadie me espere».
La reunión termina para la Anna hipotética y llega el momento de dar paso a la cruda realidad. El segundo acto nos transporta a la teorización de este ejemplo práctico, porque la directora, no conforme con realizar una película, decide reflexionar sobre ella con los protagonistas reales.
Aquí es donde debo apuntar que es mejor verla que leerla.
Consciente de que sus actos conllevan una reacción, no quiere esperar a una premiere para saber lo que sus compañeros piensan de lo que ella ha ideado a través de sus recuerdos y supuestos. Para ello se pone en contacto con cada uno de ellos y la cámara voltea la situación. La vemos comentar reacciones con sus productores, contemplamos el trabajo de campo, algunas conversaciones telefónicas, reproducciones de las mismas y el intento de ir más allá: cuando queda en su casa con los que acceden para ver juntos la primera parte de esta película y después comentar lo visto, todo un examen sin conciencia alguna.
En todo esto hay un gran artificio, y es que una vez superada la sorpresa de su idea, y acomodada la valentía de su posición, te das cuenta de las costuras y la espontaneidad desaparece. Ignoro hasta qué punto la ficción y la realidad se entremezclan, o hasta dónde estuvieron dispuestos a ceder en su intimidad los antiguos compañeros convertidos a cobayas, claro está que hay personas reales y actores sin distinción alguna. Pero al ver los continuos cambios de plano, y las muchas posiciones de esas cámaras que no se esperan ocultas para evitar la intimidación, pierde la intención de realismo, aunque, superado esto, sigue resultando sorprendente y atrevido el resultado.
No hay un punto de vista objetivo en toda esta historia, no cuando no existe una visión externa de los hechos. Anna se sirve de la insistencia y la terquedad cuando agota su natural curiosidad, y los que notan el dedo acusador frente a sus caras no pierden la oportunidad de la ofensa.
Errática y parcial, deja espacio para exponer un tema práctico y lo transforma al modo cinematográfico. No necesita esperar a las reacciones de un público, las trae de fábrica, y revoluciona a adultos con ideales infantiles, obteniendo a cambio lo mejor, una película sobre posibles.
No se puede negar que la involucración total imprime mucho carácter (es evidente que Anna va sobrada de ello), aunque en este caso, la peculiar evolución de la protagonista hacia la insistencia infranqueable, tal vez transformada en acoso, pueda resultar un tanto delirante.
De un arranque cuasi dogmático a una acción libertaria, The Reunion se atreve a soltar posturas y mostrar una posibilidad vital sin dar tiempo a nadie a ocultarse bajo una piedra, dejándonos con ganas de saber cuál será la siguiente ocurrencia de esta señorita de ojos intimidantes llamada Anna Odell.
Al fin y al cabo, los suecos tampoco son perfectos.