La directora francesa Iris Kaltenbäck realiza su debut en el largometraje con un drama criminal que gira alrededor de la maternidad y de sus ideas asociadas de plenitud emocional y estructural. La protagonista, Lydia, es una comadrona que acaba de dejarlo con su novio y quien, tras un encuentro de una noche con Milos, un conductor de autobús con quien cree conectar de inmediato, se involucra en el embarazo, parto y crianza del bebé de su mejor amiga, Salomé. Sin embargo, cuando Milos reaparece casualmente en su vida, Lydia se ve impulsada a decirle que el bebé es fruto de su encuentro, iniciando una espiral de mentiras y una doble vida insostenible para todos los involucrados.
The Rapture, cuyo título, aprovechando la polisemia del término, puede interpretarse tanto como un anuncio del paso final inevitable como una referencia al éxtasis arrebatado que lo preludia, llama la atención en primer lugar por su narración, desde el punto de vista de Milos. Esta subjetividad condiciona la presentación de toda la película; el desglose de la personalidad de Lydia, de sus necesidades emocionales, y también la mirada compasiva frente a alguien que está cometiendo un acto deplorable y difícil, si no imposible, de perdonar. Y es esta mirada lo que hace de ella, asimismo, algo único y deliberadamente contradictorio en sus conclusiones. ¿Sus actos responden a una manipulación fría y despiadada de alguien que quiere tomar el control de la vida y decisiones de otros a su alrededor para su propia satisfacción, o a una expresión emocional extrema y desesperada, de alguien que convierte la maternidad, su ideal al menos, en una necesidad vital?
Obviamente, esta visión subjetiva ofrece un cuadro interpretativo de esa realidad, que tira hacia la simpatía y en cierto modo el deseo de redimir al personaje, pero no solo no es por ello menos válida dicha interpretación, sino que creo que permite desarrollar una premisa tan descarnada con delicadeza y un ánimo patente de comprender y meterse en la cabeza de su protagonista. Hay un punto en el que la propia narración menciona una conclusión sobre la relación entre Lydia y Salomé que, en otra película y desde otro enfoque, inspiraría un puro regodeo misántropo: la teoría de los vasos comunicantes, según la cual, cuando una está triste la otra está feliz, porque comparten la misma parcela sentimental y solo la puede ocupar una a la vez. Se da con esta metáfora una dimensión trágica a lo que en otro contexto sería una relación parasitaria, y que llevado a un extremo concluiría que la felicidad individual siempre es a costa de, que es a través del daño al otro como se alcanza la plenitud propia y viceversa.
Esta idea, por supuesto, no está tal cual expresada en una cinta que elige deliberadamente creer, a través de su representación consciente, que su decisión es algo circunstancial y casi inevitable; pero es también, en mi opinión, su intención narrativa dejarlo caer, que exista como una posibilidad que ronda la mente y que, del mismo modo que la imagen que da de la propia Lydia tiende a lo benévolo y exculpatorio pero deja planteada la posibilidad de que no sea así, no descarta dicha interpretación y la mantiene en un trasfondo desolador. En este sentido, creo que no es casual que su argumento gire en torno a la maternidad; porque es un ámbito que social y culturalmente se ha considerado inherente a las necesidades vitales femeninas, y es mucho más fácil e inmediato justificar esa idea de inevitabilidad, de impulso irrefrenable, cuando de por medio hay una mujer percibiéndose, o queriéndose percibir, como madre.
The Rapture me parece una película hermosa y trágica desde su dimensión más inmediata, cruda y retorcida en lo que sugiere, y en la mezcla de ambas una historia muy bien planteada y contundente sobre la maternidad como concepto y como valor social, capaz de inspirar en sí misma juicios e interpretaciones como son los que se ven reflejados en esta cinta. En este sentido, no creo que la intención de la directora sea en realidad confrontar o siquiera contradecir la subjetividad de Milos, porque tal vez la comparta, pero sí considero que es lo suficientemente honesta para no presumirse objetiva o más cercana a la verdadera naturaleza de Lydia, y al mismo tiempo, reivindica que esta interpretación tiene una validez social y emocional.