No se puede negar que The Owners intenta transgredir el subgénero de las ‹home invasion› a través de una digresión argumental que la lleva desde los tópicos habituales hasta caminos donde estamos más cerca de un descenso a unos infiernos visualmente psicodélicos y alucinógenos en lo argumental.
¿El problema? Que Julius Berg no consigue hilvanar acertadamente esta transición. De hecho, lo mejor del film está sin duda en su primer tramo, cuando asistimos a un robo a una casa que no acaba de salir bien y acaba convirtiéndose en un tradicional ‹home invasion› con sus personajes arquetípicos: el profesional, el psicópata, el más débil del grupo, la chica que intenta poner cordura al asunto y, cómo no, las víctimas propiciatorias. Tampoco podemos decir que en este arranque The Owners aporte nada especialmente significativo, pero sí que consigue insertar algunas piezas enigmáticas que serán clave para su transcurso futuro, esencialmente en el dibujo de las víctimas que, poco a poco, se van perfilando como no tan inocentes como pareciera.
Es en este momento en que el film va transformándose hacia tonos más oscuros y perturbadores. Creando una atmósfera pretendidamente irrespirable y donde la presa se convierte depredador implacable. Un cambio que, a pesar de lo insinuado anteriormente, se antoja como precipitado y abrupto, sin mucha más explicación que algunos detalles sobre las motivaciones de los propietarios de la casa y poco más.
La cuestión es que es en este segundo acto en que Berg demuestra una falta absoluta de control tanto del tempo como de las soluciones visuales que ofrece al respecto encontrándose en demasía en una encrucijada en la toma decisiones que siempre se resuelve de forma equivocada. Como si en el intento de crear un híbrido genérico más complejo acabara por sucumbir a la tentación de resolverlo de la manera más simplista e ineficaz posible.
Es por ello que aunque The Owners tiene sus momentos, esencialmente cuando aparecen toques de comedia negra, se acaba convirtiendo en una especie de circo donde ya nada importa mucho y se tira por la vía del medio en una sucesión de eventos cada vez más grotescos buscando un mayor impacto en el espectador. Lejos de eso, lo generado es en primera instancia desconcierto, para acabar en una falta de interés que convierte su visionado en algo rutinario y demandante de una paciencia que, por desgracia, acaba sin la recompensa requerida en tales lides.
Podemos hablar pues al respecto de The Owners como un producto fallido, tan decepcionante como agotador. Una experiencia que desaprovecha su potencial, aunque sea el de jugar al sota, caballo, rey genérico y se lanza en pos de un giro, apreciable como factor riesgo, que nunca acaba de cuajar. Probablemente se note en demasía que estamos ante el debut en un largo de Julius Berg que, acostumbrado al formato de serie televisiva, intenta acotar el film a los parámetros propios del formato ya comentado y cuyo resultado, evidentemente, no cuaja ni responde a las expectativas que The Owners generaba sobre el papel.