Una chica recostada en un sillón. Sangre cae desde su maquillado cuello hasta besar el suelo. De repente, un flash cruza la sala encontrando sus ojos. Lo que en un primer momento parecía una crónica forense pasa a ser una sesión fotográfica amateur con una joven modelo. Jesse está frente a uno de sus últimos trabajos antes de ir a Los Ángeles, paraíso de las grandes modelos. El sueño de una vida marcada por la desgracia y la soledad está a punto de cumplirse. Dinero, fama, glamour, éxito y diversión es lo que se puede esperar de una oportunidad así. Pero hay un detalle que no se puede pasar por alto. La persona que escribe esta historia es un tal Nicolas Winding Refn. Y no parece muy dado a escribir relatos de maravillosos triunfos.
Efectivamente, The Neon Demon rebosa tanto rechazo por la discreción como nos podíamos imaginar. Nada permanece tranquilo ante el torrente de luces que arrastra la cinta de Winding Refn. El danés ha vuelto a elaborar un producto que desde hace tiempo ya lleva su sello de calidad. Antes de Drive había mostrado sus cualidades en trabajos como Bronson. Pero fue la película protagonizada por Ryan Gosling la que le dio fama entre un espectro más grande de público. Solo Dios perdona, mal entendida por algunos que se esperaban una copia de la anterior, no hizo más (ni menos) que proseguir una vía de continuo perfeccionamiento visual. The Neon Demon retoma ese trabajo y lo mejora con sus propios signos distintivos, con un guiso cocinado en el cerebro de su propio director.
Winding Refn nos invita a acompañar a Jesse por su periplo angelino. Un turbio ingreso en el mundo de la moda (la chica tiene 16 años) antecede al inmediato acorralamiento de la protagonista, una sorprendente Elle Fanning, por parte de tres prototípicas modelos. En dos de ellas salta a la vista aquello que marcará el resto de la película: la envidia, los celos que estas mujeres sienten por la belleza natural de Jesse. La inocencia de esta no hace sino acrecentar la sensación de que todo se le va a venir encima, de que incluso Ruby, la tercera y más amable de sus nuevas conocidas, va a comérsela viva. Las novatas ni son ni deben ser mejores que las veteranas, parecen decir. Aquellas que sobrepasen esta regla no entrarán en el círculo. Y Jesse superará todas las previsiones.
Por supuesto, todo ello acaece en medio del mar de sensaciones que el cineasta nos proporciona con su pericia fílmica. Natasha Braier es la encargada de una seductora fotografía, nutrida de tonos tan intensos como para inyectarnos la pantalla en los ojos. The Neon Demon esparce una capa de pegamento por sus fotogramas para que nadie al otro lado de la pantalla se pueda desunir fácilmente de lo visionado. Algunos quedarán decepcionados por la película, como ya sucedió con Solo Dios perdona. Pero los que tenemos la suerte de preferir la narrativa cinematográfica a través de lo visual, aquí tenemos una obra que paladear. Y más de una vez, por cierto, ya que esta es de esas películas que alcanzan una mejor perspectiva al volver a verlas.
The Neon Demon es vehículo de sensaciones en el que hay que subirse. No en vano, el film se deja seguir muy fácilmente durante su primera hora. Es en la segunda parte de cinta cuando la obra de Winding Refn alcanza su máxima exposición, tanto en lo bueno como en lo malo (poco). Cuando el teórico clímax antecede a un carrusel de escenas metafóricas que culminan con el verdadero sentido de este trabajo, frente al que nadie puede quedar indiferente.