Este es un documental lleno de ficción que ser regodea en su artificialidad, en su caparazón a través del cual va a ir desvelando una serie de figuras excéntricas, algunas conocidas como la del director John Waters y otros más refundidas entre los distintos mundos de la moda, el espectáculo y el glamour tanto de la sociedad española como de la cultura gringa, y todos estos personajes irán formando una espiral alrededor del misterioso Flamenco Rosa, un animal que por sus cualidades propias de otro mundo, intriga y obsesiona (a veces hasta el absurdo) a una buena porción de individuos .
Resalta la propuesta formal. Tanto la planimetría como la narrativa se han trabajado de manera meticulosa para reforzar este universo saturado y empalagoso que va a recorrer el personaje de Rigo Pex. La puesta en escena es obvia en la mayoría de los planos, y logra crear soluciones interesantes para la presentación tanto de las entrevistas como del entorno en el que conviven los personajes, dándole a la cinta una estética que refuerza el tono jocoso y hasta psicodélico de muchas de las anécdotas, además que enlaza muy bien con la figura del animal frente al que todo orbita. Y es que el Flamenco es efectivamente un ave de una belleza extraterrestre, que desde lejos se ve majestuosa e impoluta pero que de cerca es extraña y hasta perturbadora. En este sentido el testimonio de Eduardo Casanova es revelador, ya que como él lo expresa el rosado es capaz de un atractivo radical, pero a la vez corrosivo que se empareja tanto con lo bello como con el “mal gusto”.
Lo difícil es soportar la crisis espiritual de Rigo Pex en la que se sustenta la película, y es que si bien ya es evidente el artificio detrás de este trabajo, la motivación del personaje principal es inverosímil en todo momento, y esto no sería problemático si la cinta no se esforzara continuamente por obligar al espectador a tomársela en serio, hasta llegar al punto de hacer que los entrevistados colaboren con consejos y develaciones de una manera tan evidente que a veces parecen rompimientos hechos a propósito. Aquí el trabajo quiebra una de las mismas consignas que defiende y es que el ‹kitsch› debe ser auténtico, y con este tropiezo termina dándole la razón a los mismos enemigos del Flamenco que claman que esta obsesión es propia de una cultura forjada a través de una mirada superficial y hueca.
Aun así, más allá de este notorio defecto, el trabajo en general es interesante y permite una reflexión profunda sobre el carácter simbólico de esta peculiar ave que ha sido protagonista en la cultura, y es que como lo dice una de las entrevistadas «el flamenco es estética», la belleza de su pose, de su figura surreal, y del rosa han logrado resonar y representar el deseo subversivo y libertino de algunos, porque quizás esta es la reflexión que se queda a medias con respecto al relato de Rigo Pex pero que sí se logra evidenciar en varios de los participantes. Y es que de cierta manera el Flamenco libera, porque permite tomar a las emociones y el Yo, y llevarlos hasta el extremo, un extremo que incomoda pero que no agrede, y que por lo mismo es fundamental para subrayar la validez de la presencia ciertos individuos que no caben en el mismo molde con el que se asocia la normalidad, y es por esto que quizás estas nociones son tan populares en los relatos de reivindicación de sectores marginales como los de las comunidades LGBTI.