No es India un país muy dado a la exportación de películas a territorio europeo, algo sorprendente si tenemos en cuenta que es el mayor productor de cine en el mundo. Pero últimamente sí que se están estrenando en nuestro país varias obras cinematográficas del país asiático. En esta ocasión, nada menos que una ópera prima, la del director y guionista Ritesh Batra. Su título, The Lunchbox, que hace referencia a la comida que a diario envían muchas mujeres de la ciudad de Mumbai para sus maridos en el trabajo, mediante un sistema de transporte a priori sofisticado, pero que en realidad es lo más simple del mundo: la mujer entrega la comida en una torre de cuatro cazos, el mensajero la recoge y la lleva en motocicleta hasta el trabajo del marido. Simple, eficaz y que le permite a éste centrarse únicamente en sus labores.
En esta situación estamos cuando, de repente, hay un fallo en la cadena de entregas. La comida que Ila, una joven esposa, ha preparado celosamente para su marido Rajeev con objeto de seducirle (“en la comida está el secreto del amor”, dice), cae en manos de un hombre a punto de jubilarse. Éste, llamado Saajan y habituado a la humilde comida de un restaurante cualquiera de su barrio, da buena cuenta del almuerzo. Al recibir Ila de vuelta el paquete de comida y vislumbrarlo vacío, no da crédito, hasta que finalmente descubre que no es su marido quién lo ha ingerido.
Por tanto, nos encontramos con The Lunchbox ante un argumento seductor, bastante sencillo a priori, sin grandes deleites, pero que creemos que puede concluir en algo grande. Es un gran comienzo, una buena forma de unir a dos seres extraños y muy diferentes entre sí. El mítico Irrfan Khan, al que ya hemos visto en varias películas occidentales (La vida de Pi, The Amazing Spider-Man…), es el encargado de dar vida a Saajan de manera muy grata, cuaja una más que buena actuación. La mencionada Ila está encarnada por Nimrat Kaur, una actriz primeriza que no lo hace nada mal. El tercer personaje importante de la obra es un tal Shaikh, que es presentado como el relevo de Saajan en la empresa. Nawazuddin Siddiqui (nada menos) es quien le da vida en la pantalla y lo hace fantásticamente bien, de hecho es quizá el personaje con el que el público podrá empatizar más. Es el típico secundario que va evolucionando a lo largo de la película, el “mata-prejuicios” por decirlo de alguna manera.
Pero he aquí que llegamos al gran problema de la película, y es que es que da la sensación de no avanzar, las escenas van sucediendo pero no ocurre nada extraordinario. No se trata de que sea “lenta”, que de hecho no lo es, sino de que por momentos resulta intrascendente y carente de fogosidad. Todo se reduce a lo mismo, un estilo epistolar que puede hacer que las bocas de los espectadores abran sus compuertas para emitir un amplio bostezo. Una lástima, porque la intención de la película es buenísima, como ya hemos comentado. Estas historias de dos desconocidos con vidas despreciables que comienzan a interactuar entre sí suelen calar bien entre la gente, y ésta en concreto tiene muchos ingredientes para hacerlo, pero es necesario superar esta criba que el nudo central de la película nos tiene reservado.
Pese a que el desarrollo argumental de The Lunchbox se ralentiza durante demasiado tiempo, acabada la parte central de la cinta y entrando ya en el desenlace, la película recupera su vigor inicial. Ritesh Batra filma unos últimos veinte minutos muy convenientes, consigue dar a su obra un certero final, algo que no era fácil si tenemos en cuenta que es muy fácil darle a la gente lo que quiere ver, esto es, topicoína pura y dura para satisfacer a las almas más cándidas. En este caso Batra ha preferido dotar a su película de una conclusión aplastantemente realista, algo que este redactor aplaude con todas sus fuerzas pese a que en su conjunto la obra no le haya terminado de enganchar.