En medio de ninguna parte es posible que no encuentres a quien pueda socorrerte. Francis Galluppi nos obliga a mirar el mapa para cerciorarnos de dónde queda exactamente el condado de Yuma: una pequeña porción de tierra rodeada de arena y plantas rodantes en Arizona, que forma parte de la frontera con México y California, dispares destinos como opción para convertirse, siempre, en un sitio de paso.
The Last Stop in Yuma County nos lleva a una pequeña gasolinera, colindante con una cafetería anclada en los 50 y un motel de los que solo ven clientes ante imprevistos como el que da forma a la trama, cuando el camión que debe rellenar los depósitos no llega. Esta pequeñísima excusa sirve de motor para crear un thriller calmado pero elocuente, capaz de remontar el vuelo vez tras otra con una impactante colección de personajes. Estos se dividen entre los locales y los forasteros, que pasan el tiempo juntos ante una circunstancia tan casual y poco probable como la de necesitar combustible para sus vehículos y no contar con otra opción en cientos de kilómetros. La espera es nuestra salvadora.
Galluppi sabe lo que es aprovechar un escenario mínimo y lo alimenta fervientemente con su variopinta colección de personas necesitadas. Todos tienen su tiempo y espacio para expresar sus motivaciones, ya no solo de este inesperado encuentro sino de sus vidas fuera de ese lugar. A partir de las interacciones construimos la imagen de cada personaje, una que no siempre coincide con la que ofrecen sus gestos y reacciones ante una situación que va aumentando su tensión. Según el orden de llegada, va variando su implicación y a la vez su sentido de responsabilidad por lo que pueda suceder si cualquiera, no importa quién, da algún paso en falso. Por lo mismo, el ánimo de los presentes es totalmente impredecible y siempre muy americano.
La suerte, seguramente buscada, es la selección de actores tan cuidada que presenta la película, encontrándonos con Jim Cummings como el simple vendedor carismático, Jocelin Donahue como la servicial camarera, Gene Jones como texano de vuelta de todo o incluso un pequeño papel para Barbara Crampton como cómica ayudante del ‹sheriff›, solo una pequeña muestra de personalidades capaces de hacer suyas las letras que componen este más que bien elaborado guion para demostrar que se puede conceder una imagen espectacular desde la más simple base.
The Last Stop in Yuma County se atribuye el mérito de alimentar la intriga con cada personaje que asoma por la puerta de esa cafetería, haciendo suya esa frase de “los problemas crecen” solo por no sentirnos capaces de anticiparnos a la reacción de un montón de personas intrépidas e irracionales ante algo que solo unos pocos de los presentes (junto al espectador) son cómplices.
Giros bien argumentados y momentos totalmente festivos compensan una narración pausada y tensa que nos motiva a no quitar ojo de la pantalla y querer paladear cada una de las palabras que rompen el silencio asumido en este lugar de paso. Además, Francis Galluppi es capaz de ofrecernos diferentes finales en base a la más absurda avaricia del hombre, equilibrando su doble papel de director y guionista, muy alejado del concepto que tenemos de artista novel, que nos atrapa con su inteligencia y versatilidad sin importar si se parece más a un director o a otros porque sabe dejar su propia huella en la pantalla.