El western es el enfoque tonal que el cineasta luxemburgués Loïc Tanson proyecta en su primer largometraje, Läif a séil, más conocida por su título internacional The Last Ashes. Presente en la última edición del festival de Sitges dentro de la sección Noves Visions, confabula una historia de venganza y redención bajo el protagonismo de Helene, quien en el Luxemburgo de 1854 vuelve a su tierra natal tras dejar atrás un episodio traumático de su niñez; su objetivo, ejecutar un plan para acabar con la aristocracia que domina la región bajo una vehemente tiranía. Tanson imprime una atmósfera lóbrega para recrear esta trama de un resarcimiento emocional que irá un poco más allá de los violentos propósitos de la protagonista, en una especie de confluencia de variantes genéricas que fusiona el mentado western con el horror de ímpetu folclórico y una metódica aplicación del ritmo; uno de los primeros aspectos que llaman la atención (presentes todos ellos en su prefacio, toda una carta de presentación de la obra) es la facilidad con la que Tanson crea una puesta en escena áspera, que no ignora la belleza localista de sus ubicaciones (recordemos que el film se encuadra en un periodo histórico muy concreto de Luxemburgo), con una escenografía terrorífica, donde el folclore de la zona se fusiona con el reverso más ‹weird› del propio western.
De su encuadre en el western conviene valorar el cómo The Last Ashes utiliza el género como un salvoconducto narrativo, con una latencia inmersiva que rápidamente recuerda en estructura los tropos capitales de la corriente en su motor narrativo, pero con una ejecución formal que se separa diametralmente de este espíritu; en una clara pretensión de adherirse a las ramas más incómodas del terror de inspiraciones realistas, su métrica rítmica se contorsiona con la creación de una climatología tonal donde la hostilidad y la brutalidad escénica se citan en cada una de la escenas, procreando un relato duro y con escasas remisiones emocionales. Como un claro propósito de otorgar de cierta calma al espectador ante la dureza del relato, The Last Ashes proyecta un arco de personaje bajo Helene, el hilo conductor de la historia y que sirve como tránsito en la potente recreación que Tanson hace de este espectro socio-político que se recrea; bajo este respecto se delimitan un abanico de personajes de inspiraciones primitivas y salvajes, con unos estallidos de violencia que pretenden al director acercarse a las aristas más bravías del cine de género. Su grafismo hacia estos momentos de impacto, por contra, guardan para sí cierta intromisión escénica, que alejan a la película de los exabruptos gráficos adheridos a estas historias de crueles venganzas y abrazan el intimismo con el que se recrea la dureza de la historia.
Más allá de sus valores puramente cinematográficos, de los cuales no conviene olvidar el esfuerzo interpretativo de su reparto (subrayando el buen hacer de su protagonista, Sophie Mousel), existen otras ambiciones muy destacables dentro de The Last Ashes: en primer lugar, resulta curioso el ímpetu localista de su condición de película luxemburguesa, país cuya creación cinematográfica nos es más habitual encontrar en régimen de co-producción; por otro, y volviendo a su condición de western (o neo-western, etiqueta que se atribuye popularmente a productos de esta índole), encontramos en esta condición genérica la mentada recreación histórica con unas querencias hacia la épica narrativa en el que un personaje yace inmutable ante un acaecimiento brutal y salvaje del que es epicentro, premisa que rápidamente nos hará recordar a algunos de los propósitos más clásicos de este tipo de historias. Es esta oda a la epopeya la que se mantiene fiel en la película, que, sin caer en lo estrambótico, se sostiene, como su protagonista, impávida y bajo ritmo latente dentro de una cinta que impacta en sus secuencias de descarga emotiva; ya no tanto por lo explícito de su violencia (gráficamente contenida, siendo fiel a su escenografía), sino más bien por el buen hacer en el paulatino suministro de esta durante la trama.
La película nutre el viaje emocional de su protagonista con múltiples referencias a lo folclórico e incluso a lo mitológico, no ignorando ciertas reminiscencias hacia el fantástico. La venganza como motor espiritual adquiere incluso rasgos de tragedia shakesperiana: autoridad, superioridad en un entorno hostil con sus terribles consecuencias, amén de un personaje principal impartiendo su propia idea de justicia, son sólo algunos de los elementos que se citan en una obra cuya premisa principal se expande gracias al importante calado audiovisual otorgado, además de las capas que esconde su personalidad fílmica.