The King of Kong es un documental sorprendente por la temática que aborda, pero sobre todo por el mundo que retrata. La cosa no va exclusivamente del famoso videojuego Donkey Kong, ni siquiera de superar el récord establecido durante los últimos 20 años. El documental se centra en una guerra despiadada, donde todo vale, entre un hombre dispuesto a ser lo mejor en algo por una vez en su vida y otro hombre decidido a usar cualquier medio para no perder por primera vez , al mismo tiempo que el espectador acaba con la mandíbula desencajada ante la pandilla de personas que deambulan por el documental y asisten al duelo definitivo en las recreativas.
Steve es un cariñoso padre de familia americano, profesor de instituto, que siempre ha querido saborear la victoria. Pero nunca tuvo suerte. Era uno de los mejores jugadores de baloncestos del instituto pero se fastidió una pierna, empezó a tocar la batería en un grupo, pero eran demasiado buenos para la música que se hacía en ese momento y nadie los seguía, y así una larga lista de injustas derrotas que convierte a nuestro Steve en un (falso) perdedor de leyenda. Un día, abatido, decide instalarse una máquina recreativa del popular Donkey Kong en su garaje, decidido a batir el récord mundial establecido en 1982. Porque él lo vale.
Es entonces cuando estalla la tormenta. Cuando descubrimos que existe sumergido un mundo paralelo al nuestro de jugadores de videojuegos de recreativas, con árbitros, eventos especiales, personas que estudian mediante las matemáticas las diferentes maneras de pasar fases y sobre todo, tenemos a Billy, el auténtico héroe americano, actual poseedor del récord del juego de marras desde tiempo inmemorables, que se erige como el pastor del rebaño de freaks que le siguen mientras componen canciones para explicar sus gestas, le veneran y le apoyan incondicionalmente. Para hacerse una idea de lo que intento explicar, hay un hombre que explica que fue rival de Billy en los años 80, pero presumía más de la cuenta e incluso hizo algo de juego sucio y fue vencido por nuestro Billy, que le dio una auténtica paliza. Desde entonces, según sus palabras, encontró el camino recto y sigue fervientemente al campeón. Un campeón que es el auténtico rostro de la victoria, con una corbata de la bandera norteamericana, y que firma siempre con USA («Si soy el número uno, firmo con el país que es el número uno.» Con dos cojones).
Steve y Billy están condenados a enfrentarse en un duelo épico entre dos mundos irreconciliables. El apacible profesor de instituto contra el empresario de salsas de barbacoa de éxito. El nunca ganador contra el siempre vencedor. El bien contra el mal. Sega contra Nintendo. Y sólo puede quedar uno.
La cosa comienza con un videojuego, pero todo acaba siendo más grande y personal que eso. Un hombre que clama justicia, que cruza el desierto y miles de kilómetros para recuperar su dignidad humillada por un grupo de personas, que en medio de acusaciones, traiciones, celos y cizañas, acabaron por no creerle. Enfrente, un malo que haría temblar a Darth Vader: frío, astuto, tranquilo, siempre con un as bajo la manga. El combate está servido.
Seth Gordon saca petróleo de su documental, considerado una de las mejores cintas sobre videojuegos de todos los tiempos, sobre todo porque tiene muy claro que lo interesante es mostrar el choque entre estos dos hombres, a los que desde la cámara ayuda a definir de manera simple, subjetiva y sencilla. Pero funciona. Funciona porque en última instancia la cosa no va del Donkey Kong, aunque hay suficiente interés en todo lo relacionado con el jueguecito (un juego que no tiene final, de una dificultad endiablada o con ese famoso Kill Screen), sino en la lucha despiadada entre los contendientes, en los desplantes de Billy hacia Steve, al que ni saluda, o la lucha en solitario del segundo, jugando en una sala de recreativas rodeado de amigos, lacayos y hasta espías de Billy en un tenso ambiente.
Es una guerra sin cuartel, un microcosmos donde queda retratado lo peor y lo mejor del ser humano. Y no hay necesidad de un montaje endiablado y escenas llenas de cortes para remarcar la tensión. Seth Gordon acierta, y calma el ritmo. Ni la partida acaba siendo lo verdaderamente importante, ni es la mejor manera para filmar un videojuego como el famoso Donkey Kong.
Una vez que entras en el documental, sólo queda lugar para las sorpresas ante las jugadas maestras que se saca de la manga nuestro villano favorito y la resistencia estoica del último gran héroe americano en busca de su primera victoria. Sí, están todos tocados del ala, pero eso es aún mejor, como la cámara captura la normalidad y cotidianidad de sucesos y eventos que desde fuera chocan bastante, y sobre todo si alguien no está familiarizado con el mundo de los videojuegos.
Aunque da igual que seas o no aficionado, si lo que buscas en el combate definitivo entre expresiones de incredulidad por los hombres y mujeres que aparecen en pantalla , esta es tu cinta.
Todos deseamos ganar alguna vez.
[Spoiler] Esta historia no tiene final. Años más tarde y aunque lógicamente no se recoja en el documental, ambos contrincantes siguen batiendo el récord del King Kong en la lucha épica más grande que se recuerde. [/spoiler]
Os dejo con el trailer subtitulado y esa magnifica frase que da sentido a todo lo visto: «¿Qué ocurre cuando un perdedor que necesita ganar se enfrenta a un ganador que rechaza la derrota?»