Al Adamson forma un capítulo en sí mismo dentro del cine subterráneo contracultural estadounidense de las décadas de los 60 y 70. Figura de culto y auténtico exponente de la serie z, sus películas son divertidas experiencias donde lo chusco, excesivo, lisérgico y extravagante se citan sin ningún tipo de remordimiento, formando verdaderas cimas del cine cutre. Cinematografía marginal, denostada y la vez reivindicada por los amantes del cine excesivo y desvergonzado. Adamson, cuyas películas eran las delicias de los asistentes de los autocines y salas grindhouse, apareció muerto en su apartamento en extrañas circunstancias en el año 1995; lo mediático del caso (un homicidio que tuvo a su contratista como culpable) hizo enardecer el nombre del director y que muchos medios y aficionados descubriesen su figura.
Adamson coqueteaba sin ningún rubor con géneros como el terror, el «biker», el western, la «sexploitation» o el «gore», incontestable cine de explotación donde más que unas pretensiones autorales o estilísticas se percibían unas claras ganas de homenajear ciertas vertientes cinematográficas del momento en un contexto social bastante recurrido por entonces. Con un sentido de la diversión exquisito, podríamos encuadrar el cine de Adamson en la órbita de nombres tan conocidos como Ed Wood o nuestro querido Jess Franco, auténticos kamikazes del cinemabis en su vertiente menos ortodoxa.
En sus películas era habitual toparse con algún actor de género en decadencia; sin ir más lejos, John Carradine o Lon Chaney Jr. pasaron a ser dos de sus actores fetiche. Lejos de sus films más conocidos, como Cinco Tumbas Sangrientas, Los Sádicos de Satán, Dracula Vs. Frankenstein o Black Samurai, existe una cinta en la que pocas se veces se incide al hacer un repaso de la filmografía de Adamson y pasa a ser uno de sus películas con más encanto, si entramos en el juego de hilaridad, inconexión argumental y demás características propias de su cine: The Female Bunch (que conoció otros títulos alternativos como Grupo Secreto o Las Pandilleras), un peculiar y extravagante western protagonizado por un grupo de forajidas que tras unos ideales puramente feministas se dedican al tráfico de drogas y en donde la figura del hombre es tratada con desprecio y rabia. Adamson realiza la película en el año 1969 totalmente a rebufo de la figura de Russ Meyer, padrino del «softcore» y el «nudie». Como en aquellas, The Female Bunch destila sátira y espíritu «camp» por todos los poros, utilizando la figura voluptuosa de la mujer como erótica herramienta estilística.
Podríamos definir la película como el antojo de Adamson por hacer un western pero dinamitando los estandartes del género que por aquel entonces ya entraba en su época crepuscular. Digamos que la mutación que hace del mismo comienza con la tergiversación de la figura de la mujer en él, que aquí pasa a ejercer un rol dominante y lo utiliza en base de un sometimiento del hombre en un sentido puramente cruel y exagerado. Por otra, las características básicas del western también se ven trastocadas con la sátira que acompaña a la película durante todo su metraje, que choca con el componente psicológico y contexto histórico con el que el western cimentaba su contexto formal. Si entramos directamente a su encuadre genérico, The Female Bunch casaría más en lo elegíaco y auto-paródico espíritu del «spaghetti western», aunque sus espectaculares localizaciones (la película está rodada en el rancho Spahn, donde Charles Manson congregaba a su “Familia” no siendo esta la única referencia al célebre criminal en la filmografía de Adamson) bien dejen al espectador con el regusto ambiental del luminoso y mastodóntico Oeste americano.
El grupo de féminas son con méritos propios las auténticas protagonistas. Para comprender su arte y maneras, Adamson nos tiene preparados una escena de inicio donde el director muestra un inaudito buen hacer en la secuencia de acción, que funciona a la perfección como carta de presentación. La sensualidad de la mujer, como ya ocurría en el referente Meyer, juega un papel muy importante gracias a los físicos de A´leisha Brevard, Jennifer Bishop o Reginna Carrol, que destacan en el metraje a base de poderío sensual como lo hacían, a modo de ejemplo, Tura Satana o Shari Eubank en las películas de Russ. La figura de la mujer potencia el espíritu tremendamente camp de la película, siendo este derroche de ironía, mala baba, vulgaridad y humor de dudoso gusto el principal motivo de reivindicación que merece The Female Bunch. Un estilo de hacer cine banal e insustancial, pero que derrocha el encanto de lo exagerado y el mal gusto en su sentido más divertido y rocambolesco. Y a modo nostálgico, la aparición de dos actores con un inseparable componente nostálgico; por una parte Russ Tamblyn, fetiche de Adamson, con un papel muy importante en la legendaria serie de televisión Twin Peaks y rescatado recientemente en títulos tan populares como Drive o Django Desencadenado: por otra, el legendario Lon Chaney Jr., el eterno Hombre Lobo de la Universal que encontró en dos películas de Adamson (esta y Drácula Vs. Frankenstein) como su despedida cinematográfica antes de su muerte. Chaney deja ver aquí una voz dañada y rasgada, inherente al personaje de alcohólico que interpreta pero fruto del tratamiento contra el cáncer que el actor estaba sufriendo en la vida real.
Rodada en 1969 y estrenada dos años después, la película es una muestra más, para lo bueno y para lo malo, del peculiar sentido del cine de Adamson. Guión esquelético con ritmo atascado y en ocasiones con inconexo desarrollo, mezcolanza de géneros con el más absoluto de los descaros, escaso formalismo en la realización, violencia y sexo gratuitos… Con todo ello, lejos de ser motivos de crítica deja un regusto de cierto encanto con el más singular sentimiento hacia la diversión, muestra un amor y cariño por el cine de género subterráneo, olvidado y esperpéntico que encontró en Al Adamson uno de sus principales impulsores.