Como cualquier película de este palo —drama familiar con tintes de comedia—, The Farewell sigue un esquema bastante estándar en lo relativo a narración de los hechos y lenguaje cinematográfico. Lulu Wang no se arriesga a la hora de rodar, ni tampoco parece que quiera hacerlo. Es decir, concibe una película más o menos sosa en su conjunto —con trasfondo “emotivo”, para según qué corazoncitos— donde el único interés subyace en comprobar que, tal y como se nos dice, la cultura china y la estadounidense son distintas y acarrean dificultades para la protagonista.
Billi, la protagonista, viaja a su país natal desde la Gran Manzana, para pasar con su abuela los últimos momentos, pues ésta ha sido diagnosticada con cáncer de pulmón y para mayor incomodidad, la familia ha decidido, basándose en la tradición, no revelárselo. Billi, siendo altamente emocional, se verá en una verdadera encrucijada para lograr dejar a un lado sus sentimientos y centrarse en pasar unos días con su ser más querido, pudiendo también comprobar los antes mencionados cambios culturales con respecto a China.
“Tierna”, “emotiva” y “divertida” son los adjetivos que aparecen en casi cualquier crítica periodística de los Estados Unidos, pero, pese a lo cansino que puede llegar a ser llevar la contraria a los grandes críticos; películas como esta, que pasarán sin pena ni gloria por los senderos del Tiempo, se merecen una visión algo menos sentimentaloide. A la hora de recurrir a conceptos puramente personales relativos a sentimientos concretos, se pierde un sentido crítico que es capital para llegar a ver más allá de la obra y de lo que, superficialmente nos ofrece. En el caso de The Farewell, se la defiende apelando a su realismo, su falta de actores conocidos o su madura y compleja historia. Pues bien, todos esos puntos pueden ser fácilmente cuestionables teniendo en cuenta una visión más profunda en lo que viene siendo el conjunto de la cinta: Es cierto que hay veracidad tanto en los actores como en la historia, pero ¿supone esta certeza un punto positivo en realidad? Es decir ¿las películas que son menos veraces van a ser juzgadas con más severidad? ¿Las historias reales son mejores que las inventadas? El realismo es tal que termina por aburrir, y no solo porque su estética carezca de alma —lo mundano filmado con más mundanidad no llega a buen puerto—, sino porque saber automáticamente lo que va a suceder tras una escena —y no hablo de sucesos lógicos— sino el tipo de plano, diálogo e incluso bromita que se va a gastar, provoca un sopor inigualable.
El tema de la “historia compleja y madura”, mil veces oído cuando se trata de películas que ponen en cuestión la vida familiar y la sociedad tradicional de un país, suena tan vacío como recurrente. Parece que solo por el hecho de ver un choque de culturas o una presentación de dentro a fuera de la sociedad China estemos hablando de una obra maestra, cuando la realidad cinematográfica otorga mil y un ejemplos de lo mismo, pero mejor elaborado —Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi, Jia Zhangke o Wang Bing son algunos ejemplos—. El modo en que se cuentan las cosas es casi más importante que lo que se cuenta, reducir la cultura China a tres reverencias y dos gritos en mitad de la calle para intentar sacar una risita facilona al espectador occidental —no hay que olvidar que la película es americana— es síntoma de vulgaridad, más que de madurez.
Basada en una mentira real, en parte por la trama, en parte por la escena final, The Farewell también se ensalza por ser una cinta autobiográfica con un reflejo que deja mucho que desear. Pues en este dramón con toques de comedia absurda, donde ningún plano puede respirar —y si lo intenta, se le descabeza al instante— y los motivos musicales son de anuncio, el alter ego de Lulu Wang, Billi, se siente tan desligada y carente de identidad que termina por convertirse en uno de los personajes más planos que se hayan visto.