Cuando en una conversación cinéfila salen a relucir piezas cinematográficas de calidad producidas en Europa, suele ser habitual señalar siempre a los mismos países como orfebres de las cintas de mayor prestigio. Potencias con un gran grueso de producciones propias anuales como Reino Unido, Francia o Alemania ensombrecen a un resto de países que no pueden rivalizar con el músculo de sus competidoras. Por suerte, cantidad no es sinónimo de calidad y, en el caso que nos ocupa, un país que pasa tan desapercibido fílmicamente como Hungría, nos brinda la oportunidad de disfrutar The Exam: una humilde cinta que, para el que suscribe, se ha convertido en una de las grandes sorpresas de lo que va de año.
The Exam, —segundo filme de su realizador Péter Bergendy—, se centra en la figura de Jung, un espía de la Defensa Nacional encargado de una red de informadores en la Hungría comunista de 1957 que, a su vez, está siendo vigilado por sus superiores. Tras este punto de partida, la cinta, que llega a recordar en ciertos aspectos de su temática y tratamiento a la oscarizada La vida de los otros, ofrece una historia que recorre los terrenos más comunes y manidos del thriller de espionaje. Esto podría resultar contraproducente en muchos casos similares, pues la mayoría de los numerosos giros argumentales del relato no causan el efecto sorpresivo que buscan; sin embargo, la habilidad y el ritmo con los que el guión va entretejiendo el juego de traiciones y sospechas, ensombrece cualquier atisbo de cotidianidad de su contenido, enganchando al espectador de manera inusitada.
Si algo puedo —y debo— alabar de The Exam, es su encantadora sencillez. El atractivo del filme no radica única y exclusivamente en lo modesto de su presupuesto, sino en la brillante gestión de sus medios para conseguir un producto tan potente. Con un puñado de localizaciones cuyo eje central se sitúa entre dos pisos y la calle que los separa, Bergendy consigue generar una atmósfera impecable en la que se intuye un humor seco e irónico latente, acompañado por esa desaturada paleta de colores ceniza que dibuja un pequeño rincón de la gris Hungría post-revolucionaria.
Como no podría ser de otro modo, una ambientación como la propuesta, no podría dejar en segundo plano la lectura sociopolítica de rigor. En este caso, entre giro dramático y giro dramático, puede atisbarse una feroz lectura anti-régimen en la que los juegos de lealtad y traición que los personajes desarrollan a lo largo de la trama esgrimen el ejemplo perfecto para retratar la deformación, tanto ideológica como emocional, que este tipo de políticas pueden propiciar. Una deshumanización que pretende privar al agente de todo sentimiento —desde el amor a la más sana amistad—, y convertirle en una máquina despiadada y competitiva hasta con sus más allegados.
The Exam es un filme que pasa de puntillas, sin hacer ruido ni llamar la atención, pero que alberga en su interior una joya que no debería pasar inadvertida bajo ningún concepto. Si, su trama no es novedosa y sus presuntas sorpresas no terminan de resultar efectivas, pero posee un encanto y una fuerza casi imposibles de discernir durante sus primeros compases que, una vez se manifiestan, te atrapan, te entretienen y no te dejan escapar hasta que la palabra «fin» se proyecta en pantalla.