Vivimos en tiempos superficiales. Una época donde la etiqueta cataloga, define y no deja espacio para el matiz ni la reflexión. Sí, una era donde, en demasiadas ocasiones, una imagen o 250 caracteres sirven para definir más a una persona que sus actos, su cotidianidad. Un ejemplo claro de todo ello lo podemos encontrar en lo referente al feminismo, empoderamiento y denuncia del heteropatriarcado. Un debate que habría que abordar sin duda pero que más de uno, lejos de activar la discusión sobre la problemática de fondo, aprovecha para colgarse la etiqueta de aliado feminista para, a continuación, ser el rey de las respuestas de toda mujer que entra en el debate, buscando aprobación fácil, notoriedad y, quién sabe, algo más.
Un juego que, lógicamente, cuenta con alumnos aventajados, auténticos especialistas en saber qué cartas jugar y cuándo ir de farol y que, de forma natural, ha acabado por trascender la burbuja virtual para instalarse en el plano físico de la realidad. No es que este tipo de gente haya aparecido de repente, no, pero la posibilidad de jugar con la etiqueta e infravalorar el desarrollo argumental ha facilitado la proliferación de esta clase de individuos. Claro está que no solo existen buenos jugadores, también los hay torpes y miserables y, precisamente, sobre ellos es de lo que Hong Sang-soo nos habla en The Day After.
El film es la pequeña historia, casi una anécdota, un pie de página de un crítico literario que, al igual que borda la excelencia en su profesión, representa a esta clase de depredadores de baja intensidad, de patetismo infinito en su juego de infidelidades y relaciones con las mujeres. Se trata de poner en solfa los métodos y sus estrategias, pero sobre todo como éstas revelan la auténtica personalidad (o más bien su falta de ella) del personaje, su vacío interior, su inseguridad y patetismo.
A diferencia de las variaciones sobre el mismo argumento y las digresiones y fluctuaciones en el espacio-tiempo habituales en su filmografía más reciente, Sang-soo vuelve aparentemente a la linealidad cronológica reduciéndola a eventos sucedidos en una sola jornada salpicados, especialmente en el primer tramo del film, de pequeños mini flashbacks que ponen en contexto y nos sitúan de plano en el drama. A pesar de la sencillez aparente y de los acostumbrados zooms marca de la casa y vaivenes de cámara para agilizar diálogos, el film está trufado de decisiones estéticas y formales (a destacar el uso de la elipsis temporal por conteo de botellas de soju) que marcan el tono deseado, que no es otro que el de distancia irónica, de burla constante sobre el drama que vive su protagonista.
Así el blanco y negro contrastado parece advertir y subrayar la gravedad del asunto para, finalmente solo poner de relieve que este mundo dramático solo está en la cabeza y actitudes de su protagonista. El blanco y negro, la luminosidad de la oficina con el caos de libros mal ordenados no son más que el reflejo de la visión que el crítico tiene de su vida. Espacios reducidos de inmensa claridad donde se siente cómodo rodeados de un mundo oscuro, nocturno, sin más objetivo que ser transportado hasta sus zonas de confort. Por otro lado encontramos una banda sonora también grave, de musicalidad reflexiva (y un punto fúnebre) que quiere resaltar las reflexiones internas y decisiones importantes pero que, finalmente, es puesta de relieve con un sonido hueco, desgastado y rutinario. Un sarcasmo que se hiperboliza con la presencia continua en plano de un buen equipo musical acompañado de discos de autores de música clásica que ponen una vez más sobre la palestra la disonancia entre la imagen de sí mismo del protagonista y la realidad.
Podríamos decir que Hong Sang-soo sigue embarcado en su exploración de los mismos temas y constantes de siempre en su cine y algo de ello, por supuesto, es cierto. Sin embargo The Day After supone junto a On The Beach At Night Alone un díptico autorreflexivo sobre la masculinidad. Y si en la primera veíamos las consecuencias de los actos de depredación cisheterosexual sobre lo femenino, en esta observamos el impecable e implacable desenmascaramiento de lo masculino entendido como vacío existencial, solo rellenado por la necesidad de seducción de lo femenino como mero trofeo de caza. Por si fuera poco, estamos ante un film que marca el fin del arco argumental en la trayectoria del cineasta en la que hemos asistido a este tipo de actitudes, de juegos de rol intersexuales, desde unos inicios en que la juventud de sus protagonistas podía (hasta cierto punto) justificar y hasta empatizar con ellas, pero que al llegar a la madurez revela que, mientras sus mujeres cinematográficas se han hecho fuertes, decididas y no fácilmente manipulables, para lo masculino el único cambio son las arrugas y las canas. El tiempo pasa pero para los hombres de Hong Sang-soo no hay evolución posible, siguen y seguirán siendo niños frágiles y estúpidos. Máquinas de deseo irrefrenable incapaces de madurar. O lo que es lo mismo, The Day After es el fin de la condescendencia y un (auto) bofetón en toda regla contra lo que representa la masculinidad en esta era.