Como ya hemos comentado en otras ocasiones en los artículos sobre la Berlinale 2013, este año la sección en la que se han presentado los trabajos de mayor calidad ha sido Panorama. Muchas películas habrían sido las merecedoras del Premio del Público, pero en boca de todos estaba un título concreto, que se había ganado el corazón de todos aquellos que la habían visto. El premio tenía un nombre escrito, y al final se han cumplido las predicciones: la belga The Broken Circle Breakdown, una de las películas más ovacionadas (si no la que más) del Festival, ha sido la elegida por los espectadores como la mejor película de Panorama.
Basada en una obra de teatro musical de Johan Heldenbergh, que además es el actor protagonista de la película, y Mieke Dobbles, el director Felix van Groeningen adapta una historia que gira en torno a una pareja, ambos apasionados de la música, y su evolución: se enamoran, forman un grupo, tienen una hija… Todo parece perfecto, pero un terrible suceso pondrá a prueba su felicidad. Se trata de un drama familiar al uso, pero muy bien contado e interpretado, quizás más manipulador de lo que aparenta, ya que está hecho para gustar y emocionar, es muy consciente de ello y sabe jugar sus cartas.
La película es un ejemplo de buena adaptación, no hay en ella apenas vestigios de teatralidad, sino todo lo contrario, sabe hacer uso de recursos cinematográficos muy concretos, como esas secuencias de montaje durante algunas de las actuaciones musicales, para darle mayor expresividad. La manera en que está contada ayuda a darle más entidad a una historia que, de base, es de lo más sencilla y típica. Pero en lugar de presentarla de manera lineal, lo hace a través de flashbacks y flash forwards que se entremezclan con el presente, y que a veces descolocan, pero que también ayudan a mantener la atención del espectador, acabando todo perfectamente enlazado.
Si técnicamente disfrutamos mucho de lo que nos pueda ofrecer, la historia, como hemos dicho, es brillante en su sencillez. Por ello, cuando se vuelve pretenciosa y discursiva, que a veces pasa, no convence. Los temas médicos relacionados con Estados Unidos y la religión, quedan muy forzados y gratuitos en el conjunto. Es interesante cómo Didier, el protagonista, un apasionado de la cultura americana, acaba a la fuerza con sus sueños por los golpes de realidad que le da la vida, pero la manera de tratarlo es muy tosca y superficial (la escena de su monólogo en medio de un concierto es bastante bochornosa).
Pero en lo que se sustenta la película, lo que la eleva por encima del cualquier producto medio de este tipo, son dos cosas: para empezar, la enorme química de los dos protagonistas, Johan Heldenbergh y Veerle Baetens, completamente pasionales, que cada vez que están juntos echan chispas, ya sea discutiendo, amándose o cantando. Tienen unas personalidades y unas características muy definidas (ella con sus tatuajes, él con sus creencias), y por eso conectan tan bien con el espectador. El otro punto fuerte es sin duda la banda sonora, compuesta por fantásticas canciones de ‹bluegrass›, pegadizas y que ayudan a contar y a reforzar la historia
Bien analizada, The Broken Circle Breakdown, aunque muy dura, y terriblemente triste, no deja de ser lo mismo de siempre. Pero cuando, tras un final absolutamente anticlimático, salen los créditos finales y te encuentras con el corazón en la garganta y los ojos humedecidos, te das cuenta de que sí, de que la película te habrá engañado, pero que, por encima de sus defectos, ha conseguido meterte en ella y tocarte dentro. Y de eso se trata el cine ¿no?