Ya he manifestado en alguna que otra crítica publicada en la web mi absoluta fascinación hacia el cine producido en la extinta Checoslovaquia durante los magníficos años sesenta. Siento que no existe en la historia un cine tan colmado de humanidad, fatalismo, crítica, denuncia, derrota, provocación, innovación y libertad como el forjado por los maestros checoslovacos surgidos en aquellos rompedores años. El cine checoslovaco fue reconocido principalmente por su poder imaginativo para soterrar en tramas aparentemente insustanciales demoledoras sátiras que radiografiaban el hastío y el vacío imperante en una sociedad aniquilada de libertad por un Régimen devorador de rebeldías que expulsó de sus fronteras todo símbolo de independencia que osara confrontar el poder inherente en las robustas y frías murallas que gobernaron a los checoslovacos en su época de esplendor cinematográfico. Dentro del grupo de obras maestras nacidas de la simiente del descontento, me hechizan particularmente aquellas que se atrevieron a retratar el Holocausto desde un prisma radicalmente alejado de esa complacencia (a veces cargada de victimismo) y total ausencia de riesgo mostradas en las obras cinematográficas más populares producidas en los EEUU o en la Europa Occidental. Estoy hablando, como habrán adivinado los buenos aficionados al cine de esta geografía, de cintas tan contundentes como La tienda de la Calle Mayor o Romeo, Julieta y las tinieblas, pero también de una obra tan imperial y desconcertante como se destapa esta maravilla titulada The Boxer and Death realizada por el eslovaco Peter Solan en los primeros pasos de una ola que los críticos sitúan como punto de arranque en el año 1962 con la hipnótica The Sun in a Net.
En cierto sentido, The Boxer and Death supone una digresión del cine de campos de concentraciones integrados en el subgénero del Holocausto Nazi, mezclando de un modo arriesgado y transgresor el ambiente descarnado carente de todo símbolo de humanidad ligado al hecho de fijar la atención de la epopeya en el cerrado cosmos de un campo de concentración de prisioneros regido con mano de hierro por un destacamento del inquietante ejército nacionalsocialista, con un hábitat más propio del cine negro o de entretenimiento derivado de tomar como punto de partida para el arranque, desarrollo y desenlace de la propuesta planteada los paradigmas del cine de boxeo, componiendo pues una amalgama bastante extraña que mezcla con mucho tino las bajezas y la ruindad que emergen de las entrañas de la guerra con el talante generoso y caballeroso característico de los practicantes del noble arte del boxeo. De este modo, Solan logra erigir una historia magnética de aristas poliédricas en la que los malos (con el rostro del oficial nazi protagonista antiguo profesional del boxeo) no son esos demonios con cola y lengua viperina carentes de todo síntoma que respira humanidad y en la que los buenos (con la semblanza de ese famélico prisionero de guerra eslovaco que vende su dignidad para poder sobrevivir una semana más como prisionero privilegiado aprovechándose de sus precarios conocimientos pugilísticos) no son esos ángeles colmados de valentía, buenos sentimientos y patriotismo incapaces de traicionar a sus compañeros y a su ideología ante los infames ofrecimientos de un enemigo propietario de su añorada libertad.
El boxeo y la guerra son dos escenarios con similitudes, pero también con divergencias incontestables, siendo esta dicotomía perfectamente aprovechada en la película para lanzar una fascinante metáfora acerca de lo absurdo de la guerra. Así tanto en el boxeo como en la guerra existen dos contendientes en lucha por derribar al adversario que emplearán todas sus armas para lograr noquear sin contemplaciones al contendiente rival. Pero, si bien en el boxeo se igualan las fuerzas tomando como referencia el peso y las medidas de los competidores, la guerra se caracteriza por todo lo contrario, esto es, la total desigualdad armamentística y bélica entre las partes enfrentadas, puesto que el fin de la guerra es imponer los ejes de dominación del grande al pequeño para extender de esta manera los instrumentos de poder y corrupción que mueven los hilos del interés monetario mundial. Los golpes bajos están penalizados en el boxeo mientras que son premiados con millones de muertos y estrellas al valor para sus inductores en el indigno ambiente de la guerra. Así, partiendo de esta confrontación de ideales, la cinta recorre una trayectoria que extirpa los iniciales hedores putrefactos del conflicto bélico hacia un firmamento conquistado por la aristocracia del boxeo, de modo que esas artimañas destinadas a debilitar al enemigo en el campo de batalla tornarán radicalmente hacia una deriva en la que el rival no solo no tratará de desarmar a su contendiente, sino que le dispensará todo el armamento y los medios necesarios para que la disputa en el ring sea igualitaria, siempre bajo el contexto de desigualdad manifestado por la relación de dominación reo-captor (vamos, una metáfora muy inteligente que nos revela el sinsentido de la guerra).
La cinta arranca mostrando a un poderoso boxeador desfogando sus tensiones en un saco de pelea. Acto seguido conoceremos ante quien nos hallamos: Kraft, un oficial nazi que rige de forma inhumana un campo de concentración sito en Eslovaquia y cuya partida de ocio será interrumpida en mitad de la noche debido a la captura de un grupo de prisioneros que ha osado intentar fugarse del campo de concentración. Entre el grupo de capturados y por tanto, señalados con una segura pena de muerte se halla Jan Komínek, un débil y desnutrido reo consciente del mortal destino que su atrevimiento le deparará. Sin embargo, durante la realización a la mañana siguiente de una serie de ejercicios de castigo, Komínek sacará a la luz esquivando los golpes de Kraft, sus dotes para el ejercicio del boxeo, alumbrando de esta manera las simpatías del otrora funesto oficial enemigo.
De esta manera, Kraft tomará a Komínek bajo su responsabilidad, alimentándolo y colmándolo de favores con respecto al resto de los prisioneros, como una especie de Kapó hecho a la medida de las individualistas intenciones de su captor que no son otras que disfrutar de un combate de boxeo semanal con su particular representado. Si bien, en los primeros combates Komínek apenas podrá oponer resistencia ante la poderosa presencia física de Kraft, a medida que el tiempo pasa y las atenciones y alimentos procurados al reo aumentan el músculo del penado eslovaco, las fuerzas irán igualándose, aunque Komínek sabedor de que su vida depende de ello, no se arriesgará a tratar de tumbar a su contrincante, adquiriendo pues la semblanza de un muñeco de trapo receptor de golpes a cambio del sustento preciso para sobrevivir. Sin embargo, este trato especial dispensado a Komínek, despertará los recelos del resto de compañeros de presidio que comenzarán a contemplar al antiguo compañero de planes de fuga como a un apestado traidor a su causa a cambio de las comodidades ofrecidas por su trabajo como mono de circo para goce y disfrute de los oficiales nazis. Pero con la inestimable ayuda y consejos de un veterano prisionero judío antiguo formador de boxeadores en su juventud, Komínek tomará conciencia del valor simbólico que supondría una victoria en el metafórico cuadrilátero en el que cada semana comercia su carne, cambiando pues su insípido desahogo por la ventura de idear un plan de fuga del campo de concentración aprovechando la confianza depositada en su figura por los oficiales nazis. Y a Komínek le saldrá bien su plan individual. No así al resto de compañeros que serán capturados y acto seguido ejecutados en su frustrado plan de fuga conjunta. ¿Podrá Komínek soportar el deshonor que significa haber traicionado a su patria en su propio beneficio y en contra de sus paisanos prisioneros de guerra?
The Boxer and Death es una película única en su especie, cargada de una ideología que en principio puede parecer totalmente distante de la que emergería de las mejores obras de La Nueva Ola Checoslovaca. Ello se debe en buena medida a que ésta es una película que siendo coetánea no se encuentra adscrita a la corriente centroeuropea. Puesto que del aura que desprende la cinta emerge una crítica muy áspera y doliente en contra del individualismo y la felonía, lanzando de este modo un canto en favor de la colectividad y el comunismo (en la película revelado como ese grupo de hambrientos prisioneros que jamás se rendirán en su objetivo de escapar de la vigilancia nazi a pesar de las vejaciones y castigos a los que serán sometidos, de modo que preferirán la muerte en lugar de la rendición frente al enemigo) frente a la infamia de la sumisión al poder de lo injusto e indigno. Igualmente la cinta retrata con mucho acierto y talento ese culto por el cuerpo y la belleza que caracterizó la sin razón nacionalsocialista, presentando a Kraft como una especie de loco fascinado por el aroma que exhala la perfección corporal innata al boxeo, rabioso por demostrar la supremacía física e intelectual de la raza aria frente a un enemigo inicialmente debilitado al que colmará de atenciones para tratar de igualar sus fuerzas en un combate de tú a tú en igualdad de condiciones tal como exigen las reglas del noble arte del boxeo.
Por consiguiente, The Boxer and Death logra su objetivo de remover conciencias desde un punto de vista íntimamente político por medio de una epopeya diferente, rodada con la sabiduría y el talento propio de los grandes maestros del cine europeo apostando para ello en adornar la trama con un ritmo trepidante, terriblemente entretenido, pero que no esconde sus claras intenciones ideológicas que para un servidor más que una propaganda de talante marxista transmuta en una epopeya profundamente humanista que nos alerta de los peligros que una deriva social conquistada por el individualismo y el beneficio propio en detrimento de la solidaridad colectiva puede conllevar en nuestro azaroso futuro.
Todo modo de amor al cine.