Jim Cummings ha logrado instaurar en su cine una serie de rasgos diferenciadores dentro de cada una de sus aproximaciones al cine de género, sugeridas en Thunder Road y disparadas en su reciente The Wolf of Snow Hollow; además de actor (se le pudo ver en Halloween Kills) y también productor (produjo Krisha hace unos años), Cummings parece labrarse una personalidad como cineasta multidisciplinar que viene sufriendo un crecimiento muy interesante, como bien demuestra The Beta Test, su último producto como director (que dirige y escribe junto al aquí también actor PJ McCabe) para la que se ha reservado el rol principal. Cummings es Jordan, un agente de Hollywood que no puede evitar caer en la tentación de aceptar una invitación por correo que le lleva a una cita sexual anónima en la habitación de un hotel. Casi tan paródico y exagerado como el tono que quiere imprimir a la película, el protagonista será el vehículo principal para conseguir los propósitos fílmicos de The Beta Test: articular una pesadilla socio-tecnológica en el que una falta moral acaba en que un acto absolutamente egoísta (dibujando así una especie de visión mezquina del ambiente burocrático hollywoodiense) y que acaba desencadenando una red de mentiras, consecuencias fatales y un torbellino de arrogancia que puede ser equiparado psicológicamente hacia una bajada a los infiernos.
El tono del film queda patente en su apertura: una mujer víctima de uno de esos correos anónimos tiene una confrontación emocional junto a su marido; la abrupta consecuencia del momento, asesinato mediante, nos pone en aviso hacia la personalidad enérgica que veremos posteriormente en la película. El trabajo posterior de The Beta Test, tras esta potente introducción, se centra en esa telaraña de mezquindades de una clase alta tan concreta como es la de la industria del cine en pleno Los Ángeles (una mirada californiana a ese tropo de sacar a relucir las miserias propias de la burguesía), construyendo un ejercicio de tensión recreado en base a las ejecuciones formales ásperas, resoluciones escénicas descarnadas, y una sensación de tren a punto de descarrilar perfectamente ejemplarizada en la premeditada sobreactuación de Cummings como el rol del protagonista. Este, un hombre de posición acomodada y cotidianidad modélica que no puede evitar caer en un egoísmo derivado de una mezquindad global que la película entra en Hollywood, víctima de un andamiaje de individualismo (concreto hacia él pero extrapolable a su espectro social), donde las redes sociales efectúan de rígido soporte. The Beta Test es un thriller que se conecta con el género, no de una manera estrictamente convencional, sino en una labor de ramificarlo en una elevación formal que la eleva hacia la abstracción de un terror recluido en su subtexto escabroso.
El último film de Cummings no es de fácil digestión, manifestando una personalidad narrativa confusa, pero coherente en su evolutiva construcción de un denso maremágnum socio-tecnológico utilizando la sátira para advertir de los peligros de un mundo donde el pretendido individualismo acaba volando por los aires con el auge de la labor más vinculante entre la capa superficial de las redes sociales; envoltorio de una red de mecanismos tecnológicos internos que Cummings introduce en su mensaje a modo de denuncia sarcástica, alternando la ironía de su sutil poso de comedia con las pretensiones de sus rocambolescas formas. Estas, necesarias para hacer que el espectador camine a través de la incipiente locura de su protagonista, nos pueden recordar a otro paranoico personaje como ya fue el interpretado por Cummings en su previa Thunder Road. Conviene destacar otra de las labores estrictamente cinematográficas de la película, como es la edición (también a cargo de Cummings), donde cada una de las secuencias se adhieren a un cuidado montaje pretendiendo la rotundidad paranoica de una historia que avanza a pasos agigantados hacia la alucinación. The Beta Test es una película que podría definirse como un curioso acercamiento al thriller desequilibrado, en un tono que más allá de su transgresión propone la muestra de un reverso tenebroso propio de la supuesta perfección de los lugares comunes del establishment. Cummings se preocupa al principio en generar una visión cristalina y diáfana del mundo de los negocios de Hollywood, para luego desvirtuar sus capas más oscuras en base a una decisión que tirará abajo todo el castillo de naipes del sistema; una película esculpida con un curioso lenguaje de género en un momento bastante delicado en lo que a las altas esferas hollywoodienses se refiere, por lo que su mensaje de autodestrucción acaba teniendo aún más rotundidad.
Me gustó más por la verdad de la milanesa, con respecto a la red y la forma real de la manipulación en la matrix,y la información con la que se nutre el sistema, vamos chicos es hora de despertar!!! No mariconeemos!!! Además tiene el ritmo de diálogos y acciones de acuerdo a éste fakin tiempo planetario!!!!» Cruda y real ….