Desde que en 1968 uno de los cineastas más influyentes en el cine de terror, George A. Romero, reinventara las características del comúnmente denominado “género” zombie (que él convertiría en zombie caníbal debido a esa predilección por la carne humana que sentían sus criaturas), el «mondo zombie» ha dejado siempre, con mayor o menor fortuna, reflexiones entorno a una sociedad que ha servido como patrón dependiendo de la época en que los cineastas enfocasen sus trabajos (desde el propio Romero en los 60 hasta Danny Boyle —por tomar un ejemplo más reciente—, pasando por no pocos cineastas más, han esgrimido sus reflexiones entorno a esa temática). En ese sentido, sus protagonistas (en este caso no hablamos de los zombies en sí), más allá de los roles de dominancia, rara ocasión han tenido la oportunidad de redimirse ante el espectador como seres más tangibles, preocupados por cosas más mundanas y dejando a un lado esa lucha de poder.
Principalmente, ese es uno de los motivos por los que The Battery, debut de Jeremy Gardner (quién también escribe, protagoniza y, por la devoción que rezuma el film, hasta les asistiría en la sala de ser posible), sorprende de buenas a primeras. Y es que lejos de trazar entornos opresivos o relaciones abusivas, Gardner decide liberar a sus protagonistas y nos los presenta en espacios abiertos, sin peligro aparente que les aceche y con un buen puñado de lugares por los que deambular ante el apocalipsis zombie. Ello, supone el ambiente ideal para presentarnos a sus dos protagónicos: por un lado encontramos a Ben, al que se podría definir como la despreocupación ante ese mentado apocalipsis. Sus responsabilidades se han desvanecido, y ahora Ben lo único que busca es guardar tanto sus espaldas como las de su compañero, Mick, que se podría definir con facilidad como el yin del yang de Ben, y es que las preocupaciones de Mickey son bien distintas; no es que a él no le preocupe ser devorado por un zombie junto a su compañero, es que directamente le aterroriza la posibilidad de encontrarse con uno de ellos, así que se aísla con sus cascos, y busca un nuevo hogar donde vivir y una nueva chica a la que amar.
Algo que, por otro lado, la rutina nómada establecida por este par de jugadores de béisbol no parece permitir, y mucho menos las normas de un Ben concienciado con el hecho de que una casa puede ser una trampa mortal. De ese modo, carretera y manta parece ser el lema de la particular pareja que Gardner nos muestra en su esplendor. El debutante lleva estas ideas adelante con mucho sentido del humor, acercándose incluso a una negrura que confiere frescura a The Battery en determinados momentos, y apoyándose en los diálogos de esa peculiar extraña pareja. Como es obvio, en una obra como esta resulta difícil mantener una premisa o concepto a flote durante mucho tiempo, y aunque Gardner lo logra con atisbos de genialidad y realizando una magnífica descripción de sus personajes centrales (en ese sentido, las disputas por los cascos, o el querer dormir en una casa como un ser humano normal, otorgan más juego del que pudiera parecer), finalmente se vé obligado a recurrir al conflicto: Annie.
Annie no es más que otra superviviente de la que Mickey, ávido de una relación sentimental, se encariñará pese a los constantos avisos de esta y el lugar donde co-habita con lo que bien podría ser una especie de secta, de que debe alejarse de ellos y no contactar más con ellos. Lejos de lo que pudiese parecer, Gardner obtiene una subtrama que sirve tanto para continuar moldeando el personaje de Mickey, como para tener un pretexto argumental al que agarrarse para cerrar su obra. Así, la suerte de Ben y Mick cambiará con un inusitado encuentro que nos llevará a un tercer acto simplemente soberbio. En él, el cineasta logra mantener la atención del espectador de principio a fin (incluyendo un plano sostenido de casi 10 minutos), y arrojar una potente conclusión que convierten a The Battery en una de las grandes joyas del género zombie de los últimos años, y quizá en la mejor película que servidor haya visto en este ámbito durante la última década. De hecho, es tan redonda The Battery que incluso en ella las baterías de imagenes con canción de fondo tienen más sentido del que a priori se podría intuir. En definitiva: anoten bien este nombre, porque si nada de esto ha sido fruto de la casualidad, Jeremy Gardner va camino de transformarse en uno de los grandes nombres para el cine de género en los próximos años. De momento, le llamaremos promesa. El tiempo dirá.
Larga vida a la nueva carne.
excelente trabajo de análisis. Uno ya empieza a estar un poco cansado de quienes pretendidamente muestran un trabajo de «crítica»; (sí la palabra maldita); y lo que queda como resultado es ni más ni menos que un muestrario de preferencias personales. Se me puede rebatir diciendo que toda » crítica» lo es de algún modo; vale, siempre y cuando el que comenta; (sustituyo la palabra crítico/a), tenga un mínimo bagaje y amplitud de miras; más aún si cabe en estos tiempos que corren…
Lo que he visto en vuestra página me ha devuelto la esperanza en el tratamiento «serio» de un cine hecho por y para los amantes del mismo. Enfrente y a mucha distancia quedan la sobreexplotada tribu de los que por tener afición (nada que objetar, ole que ole.) se lanzan a la piscina del comentario fácil.
Un saludo cordial y contad conmigo para lo que sea. Agur.
Muchísimas gracias! De veras que comentarios como este animan a seguir haciendo lo que hacemos. Esperamos seguir así, más si nos puede reportar elogios como el tuyo, que se agradecen más que ninguna otra cosa. Saludos! :)
Ayer vi la pleciula, al principo pense que fastidio en esta pelicula no pasa absoltamente nada, estoy poerdiendo mi tiempo. Lo cierto es que hay que esperar los ultimos 25 minutos para llegar al final, ue como decia un amigo, fue soberbio.
Recomendada al 100%