¿Cómo ser un adulto cuando te resistes a ello? Dustin Guy Defa, que en su anterior trabajo Person to Person exploraba las relaciones en un amplio abanico formado por las distintas historias que convergían en su debut, parece tener claro que alrededor de estas se cimientan nuestras posibilidades, ya se vean reflejadas en virtudes o flaquezas, que nos descubren como seres al fin y al cabo elementales y primitivos, capaces de lo mejor y de lo peor dado que en ocasiones nos mueven sentimientos negativos que, casi sin quererlo, se apoderan de cada acción, aunque quizá no percibamos el daño que en realidad estamos causando. El cineasta toma estas imperfecciones, y en The Adults cada pequeño gesto puede cobrar una dimensión muy distinta a lo que en principio pudiera aparentar; así, el egoísmo que demuestra Eric cuando, a cada oportunidad para postergar su viaje de vuelta, aquel que le separará de nuevo de sus hermanas tras años de ausencia, hiere a Maggie, la más pequeña de las dos, en ese inconstante vaivén que ella no parece encajar de la mejor de las maneras, no lo hace conscientemente, pero a la postre influye en un estado anímico por parte de ella que se mezcla asimismo con el desconcierto de una época en la que no parece encontrar el rumbo adecuado tras haber abandonado la universidad. Un hecho que contrasta con la candorosa mirada de Maggie hacía él, y del mismo modo repercute en ese rifirrafe que sostiene con su hermana mayor, Rachel, tensando todavía más una relación que incluso sostendrá algún encontronazo verbal desde el que dar forma a la falta de conformidad de ella por el comportamiento caprichoso de Eric, cuyas idas y venidas no estarán en ningún momento marcadas por sus vínculos familiares y afectivos.
Todo esto es construido por el cineasta a través del lenguaje corporal —una buena muestra es esa secuencia en el zoo, donde en todo momento hay una distancia entre Rachel y Eric que se ve acrecentada por el rechazo que siente ella ante las pesquisas de su hermano—, así como de ese extraño mecanismo que emplean los tres realizando imitaciones y reflejándose en un pasado lejano que, sin embargo, les permite afrontar el presente trenzando una pintoresca confrontación que las veces ni siquiera parece tal cosa. En ese sentido, las figuras de Michael Cera, Hannah Gross y Sophia Lillis cobran un peso que confiere a The Adults una dimensionalidad distinta, no solamente por el hecho de otorgar un foco distinto a la discursiva del film, sino por reforzar un tono, entre humorístico y ligero, que refleja a la perfección su carácter, pues a fin de cuentas no estamos sino ante una propuesta que bebe de esa comicidad tan propicia en ocasiones en el cine independiente norteamericano y, por ende, rehúye cualquier tentativa de aposentar un dramatismo artificioso. Es por ello que The Adults funciona mucho mejor comprendida como la singular construcción de un universo, el de esos tres personajes, que lejos de asentarse solamente en el conflicto, lo dota de una perspectiva distinta, y es que no hay nada, tal y como comentaba al inicio de este texto, como resistirse a ser aquello que en teoría deberíamos ser, desechando así la gravedad de una etapa que nunca está de más aligerar y complementar con gestos ajenos a ella, y es que pocas veces trivializar algo tuvo un efecto tan distendido y agudo como el que consigue alcanzar Dustin Guy Defa en su segundo largometraje.
Larga vida a la nueva carne.