Como si se tratase de un genio, al que bien se ama o bien se odia, Salomé Lamas nos propone una de las apuestas más controvertidas en este festival con Tierra de nadie, un documental que explora la figura de Paulo de Figuereido, un moderno mercenario que desde los años 60 trabajó como sicario en diversos lugares del mundo (desde África a los GAL y ETA).
¿Por qué es tan controvertida? Por la manera de narrarlo todo. La película es una entrevista de 72 minutos a Paulo, que se pierde en las anécdotas que va contando. No hay imágenes de archivo, no hay cambios de registro, no salimos del escenario en ningún momento. Como si estuviéramos asistiendo a una rueda de prensa, o más bien, a una confesión, acabaremos sumergidos en la verborrea constante de de Figuereido.
Y uno podría preguntarse a que se debe esa falta de contraste, ese no buscar imágenes de archivo sobre los sucesos narrados en plena era de la información. Pues bien, la cosa es que no se sabe que es cierto y que no. De hecho, el discurso de Paulo se contradice en multitud de ocasiones, con lo cual uno no sabe lo que es real de todo lo que cuenta y lo que no. Dar una imagen a algo así sería confirmar que es cierto, y el juego que se hace con el espectador es que en ningún momento lo sepa.
Para evitar que Paulo de Figuereido se pierda en historias que no tienen interés, pues se ve que al hombre le gusta mucho narrar sus anécdotas, como si compartiese historias al amor de la lumbre, se hacen una serie de preguntas numeradas que no vemos, para que se centre en algo en concreto.
Realmente, las historias que cuenta son de lo más interesante, especialmente las que tienen que ver con España y la siempre polémica historia de los GAL y el País Vasco. Paulo nos habla de su trabajo, realizado sin ningún tipo de escrúpulo ni pudor, no como algo de lo que se arrepienta, sino como chanzas, recordándolo como algo divertido. Es consciente de que las cosas que hacía no pueden calificarse como buenas, pero, por otro lado, era su trabajo.
Será el espectador el que se encargue de juzgar a este personaje o no hacerlo. Esa es la finalidad de esta cinta, y por eso se hace, tanto en el montaje como en la entrevista, que uno nunca sepa cuanta verdad hay detrás de las palabras del protagonista. Cada uno elige que creer y que pensar sobre de Figuereido. Ahí está lo radical de la propuesta.
Por otra parte, también resulta muy curioso el título escogido, pues este término que traduciríamos en castellano como “Tierra de nadie” hace referencia a territorios no reclamados por ninguna potencia, por mutuo acuerdo o imposición de la ONU, liberado de leyes territoriales independientes pero regulado internacionalmente. Es decir, es un término jurídico para describir también a este tipo de mercenarios internacionales: No están sujetos a las leyes nacionales, sino a la regulación internacional de Naciones Unidas, que se pierde en la marea de la burocracia. Un pequeño palo también a las instituciones internacionales.
En cualquier caso, dado su planteamiento y su escaso tiempo, es un largometraje que hay que ver, pues cada uno tiene que valorar de forma íntima una propuesta tan interesante como extraña.