Filme estrenado en el mes de setiembre en el Festival de Cine de Venecia, en la sección de la Semana de la crítica, la obra representa el primer largometraje de la directora Natalia Garagiola. Nahuel (Lautaro Bettoni) es su protagonista, un adolescente que viaja de Buenos Aires hasta la Patagonia para pasar unos días con su padre biológico, con quien tiene nula relación, entendido esto desde cualquier punto de vista posible.
Garagiola, quien también funge como guionista, se encarga de presentar una historia llena de tópicos recurrentes en películas que tienen como principales protagonistas a adolescentes. Aquellas cuestiones relativas a la búsqueda de la identidad y las rebuscadas relaciones con sus progenitores, la rebeldía intrínseca a esto, el cambio del espacio geográfico que le es cómodo, por uno que le resulta ajeno y agreste, más el intentar involucrarse en esta nueva área con los pares de la zona.
Además está presente un más que evidente contraste generacional entre padre e hijo, situación que se ve incrementada por lo ajeno que son el uno para el otro; el padre resulta ser un tipo tosco propio de una zona geográfica igual de complicada, mientras el hijo proviene de una zona pudiente en la capital donde su madre mantuvo una relación con otro hombre. No es solo la diferencia generacional en cuanto a la edad y el alejamiento emocional, sino también el marcado contraste contextual que es recurrente.
Todo esto es lo que el personaje de Bettoni intentará resolver durante las casi dos horas de metraje, mientras que en su cabeza piensa y busca como adecuarse a la nueva vida que se le presenta luego de un suceso acontecido que es el que lo obliga a trasladarse al sur de Argentina. ¿Qué hacer o qué dejar de hacer? El poco tiempo mostrado en Buenos Aires da claras muestras de un vacío; en el sur, ese vacío rápidamente es llenado por un puñado de niñas y bebés que le ahogan.
La pregunta que salta aquí es cuanto logra diferenciarse la realizadora de otras propuestas de este tipo, cuál diferencia marca con obras que aborden estos mismos tópicos. Ella busca potenciar la fuerza de la imagen, tanto con los escenarios deslumbrantes, como la enorme casa en Buenos Aires o este espacio natural que ofrece el contexto donde se termina desarrollando la mayoría del metraje, además del paralelismo que hace con la caza: ¿asesinar un animal a sangre fría? Tomar o no tomar la decisión de apretar el gatillo, más las consecuencias que esto lleva consigo.
Una fuerza que también quiere ser transmitida con el uso recurrente de la cámara en mano, un truco que bien utilizado puede lograr su cometido, pero aquí se antoja excesivo en instantes donde, o bien no hacía falta, o bien simplemente es exagerado, al punto de llegar a incomodar. La intención es clara pero por su repetición termina siendo fallida.
Lo que sí consigue Garagiola de forma bastante efectiva es dar cuerpo a su elenco. Bettoni como debutante lleva un buen mano a mano con los experimentados Boy Olmi y Germán Palacios, no se achica, por el contrario está a la altura. En cuanto al grupo de secundarios están bien manejados, entre adultos y el grupo de chicos con que el protagonista se encuentra durante su visita a la Patagonia.
Temporada de caza cuenta su argumento poco a poco, Garagiola no se ensaña en presentar toda la información de primera mano, esto hace que la obra se vuelva en diversos tramos intuitiva en cuanto a lo que sucede y sucedió con los personajes. La situación más reciente que es el detonante de este viaje, el pasado de este hombre que abandonó a su hijo, y por supuesto, ¿qué depara el futuro? ¿Reconciliación o aún más ruptura?