Ya el primer travelling aéreo de Taste of Cement anticipa de qué nos va a hablar la película: De contrastes. Guerra y paz, cemento y naturaleza, esclavitud y libertad, infancia y vida adulta. Todo girando alrededor de la metáfora y del marco en que se encuadra, del mar en un póster simbolizando libertad y el mar al aire libre, visto desde una prisión laboral de cemento. La libertad pues no es tanto lo que palpas o vives, la libertad es un estado mental, es la infancia y la inocencia perdida y también un sueño que parece irrealizable cuando eres adulto, fugitivo de guerra, sirio en Beirut, esclavo del cemento con el que construyes un edificio donde se realizarán sueños ajenos.
El film de Ziad Kalthoum se mueve en los parámetros de lo documental, buscando un eje narrativo entre los pensamientos de su protagonista y su correspondencia en imágenes. Un discurso mental que, mediante la focalización en varios de los individuos que moran en la obra, deja de ser individualizado para formar parte de una especie de mente colmena, como si cada uno de ellos compartiera, a través de la misma vivencia y espacio, el mismo dolor.
Un formato este que poco a poco va dejando paso a una cierta abstracción, al juego comparativo a través de imágenes y sonidos, de lo que es una obra y lo que es una guerra, de lo que es el mar como símbolo de libertad con otro mar, en esta ocasión de cemento, símbolo de esclavitud. Cierto es que, aunque hay planos de fuerte impacto tanto en belleza como en significado y ciertos juegos sonoros resultones, hay muchos de estos momentos que resultan de una ingenuidad y obviedad bastante naíf, restando así su posible impacto emocional o la capacidad de generar un mensaje altamente potente.
La progresiva abstracción del film consigue posiblemente el efecto de desorientación vital que también sufren sus protagonistas, pero a nivel narrativo crea un profundo bache, una zona valle, entre su discurso inicial y su desenlace donde vuelve a retornar al discurso en off. La intencionalidad no deja de ser observar como se desdibujan las barreras de la racionalidad en pos del caos, el ruido y la confusión de un día a día casi carcelario donde la guerra ha quedado a tras pero el tratamiento inhumano se asemeja más al de un campo de refugiados que al de un exiliado político. Sin embargo esto no acaba de funcionar, incitando a una desconexión del espectador y por tanto reduciendo la capacidad empática del film.
En definitva Taste of Cement deviene un producto bienintencionado, claro en su exposición y pretensiones pero que finalmente resulta irregular en su desarrollo y obvio en el mecanismo explicativo de su subtexto. No obstante cabe resaltar su capacidad de generar tanto imágenes como metáforas potentes, quizás no suficientes para sostener el andamiaje completo del film pero si para permanecer en la retina del espectador durante el tiempo suficiente para pensar en ello y reflexionar sobre las connotaciones del exilio, la guerra, la miseria, la soledad.