La oferta en el tema de los biopics es más que extensa, tanto que sobrepasa la demanda que hoy en día existe en cuanto a visitas a las salas de cine por parte de los espectadores. La chica danesa, Steve Jobs, Joy son algunos de los ejemplos que este primer mes de 2016 nos ha dejado en cartelera para así meternos en la vida de celebridades y personajes reseñables que tienen algo que decir. Unos más conocidos que otros. Por ello, para finalizar enero, no podría ser de otra manera que despedirlo con otra biografía.
En este caso, el personaje escogido es el poeta C. K. Williams, recientemente fallecido, quien ganó el premio Pulitzer en el 2000, dejando una herencia narrativa y lírica que le ha llevado a convertirse en uno de los escritores más influyentes e importantes de nuestro siglo. Para ello, se han puesto en marcha once directores noveles de la Universidad de Nueva York otorgando visibilidad a la inspiración del artista de una manera algo espiritual. Sus nombres, para dejar constancia de ello, son: Edna Luise Biesold, Sarah-Violet Bliss, Gabrielle Demeestere, Alexis Gambis, Brooke Goldfinch, Shripriya Mahesh, Pamela Romanowsky, Bruce Thierry Cheung, Tine Thomasen, Virginia Urreiztieta y Omar Zúñiga Hidalgo. Ahí es nada. Tanta participación recuerda a Paris, je t’aime, pero sin ser nada de eso. La premisa se sitúa en la lectura de once poemas del escritor que, mediante una voz en off, serán relatados uniéndose a imágenes de la vida de Williams, durante un lapso de cuarenta años.
En la piel del protagonista en su etapa adulta se sitúa James Franco, quien además es productor de la cinta, el cual desarrollará un papel complejo y sorprendente, pues no se parece en nada a lo que nos tiene acostumbrados en cuanto a sus anteriores roles en pantalla. No obstante, consideraría de ser más reseñable el papel interpretado por Henry Hopper, quien se encarga de sobrellevar el día a día de un C. K. Williams joven e inexperto en una etapa en la que los sucesos serán cruciales para la posterior inspiración del escritor. Las idas y venidas en cuanto a las relaciones con las mujeres será el aspecto primordial que defina al personaje y en este contexto histórico quedará muy bien reflejado. Sexo, drogas e inseguridades (nada de rock and roll) llevarán al artista a quedarse continuamente con lo vivido en el pasado, sin disfrutar del presente, vagando por la vida como una especie de alma en pena, como un héroe perturbado lleno de melancolía. Así conocerá a su mujer Catherine, interpretada por Mila Kunis, con quien tendrá un hijo, creando un núcleo familiar ligado a la nostalgia y aflicción del autor; algo que empezó a florecer en su niñez junto a su madre, representada por una invisible y plana Jessica Chastain.
El hecho de estar filmada por el gran elenco de directores principiantes hace visualizar la cinta como un largo cortometraje de imágenes intercaladas fruto del trabajo de unos fanáticos del poeta. Podría decirse que Tar (el color del tiempo) es un homenaje a Williams, algo que coge mayor trascendencia y significado en este momento, pues cuando se filmó la película, allá por el lejano 2012, no se predeciría su estreno en nuestro país unido a su fallecimiento unos meses anteriores. Además de homenajear, simula un experimento, algo enriquecedor, pues la inexperiencia permite jugar con la cámara y con la narrativa: giros de 180º de la imagen, fotogramas en tonos pastel y algo de espiritualidad ambiental, sinónimo de trabajos de Terrence Malick. Bien es cierto el hecho de que resulta pretenciosa y excesiva, pese a sus escasos 73 minutos de metraje.
Tar (el color del tiempo) es una colección de once poemas que conducen a un viaje poético y espiritual de un hombre que no supo encajar ni sobrellevar las relaciones con todas las mujeres que pasaron por su vida, algo que supo transformar en inspiración, ya no tanto convirtiéndolas en musas sino, más bien, en consecuencias de lo que llegó a ser.