Takashi Yamazaki se adentra esta semana en un clásico de animación japonesa como es Lupin III: The First, la renovación de uno de nuestros antojos infantiles (al menos es lo que había en la tele justo antes de entrar en el colegio) remodelado en 3D. No es la primera vez que se le encarga esta labor, suyas son algunas de las entradas en la gran pantalla del simpático gato cósmico y su también repelente amigo Nobita con varias entregas de Stand by Me Doraemon. Y es que Yamazaki ha hecho mucho por el entretenimiento en su país, siempre abrazado al producto exportable que se pueda disfrutar sin fronteras, y de divertimento hemos venido a hablar esta noche con Returner.
Mucho se ha escrito de la fuente de inspiración infinita que han sido las artes marciales para el cine de acción norteamericano, así que no está de más que de vez en cuando se les devuelva el favor. Takashi Yamazaki parece un gran consumidor de cine occidental si simplemente nos fijamos en su película de 2002, porque el bombardeo referencial es infinito y tremendamente simpático, sin olvidarse ni un solo momento de los fuegos artificiales necesarios para enganchar al espectador. Voy a tildar a Returner del ‹blockbuster› referencial definitivo, aunque sea solo por unas horas, que todavía me dura el subidón de ver The Faculty.
Yamazaki arrasó en el videoclub más cercano para escribir este magnífico guion que no se estudiará como uno de los inolvidables de la historia, pero sí de los mejor aprovechados para su propósito. El director tiene entidad propia, pero no pierde el tiempo en inventar, y sí en reproducir lo que realmente funciona. Es una de las máximas cuando tienes que crear algo nuevo, estudiar a fondo todo lo ya existente, coger ideas de aquí y allá y después desplegar la imaginación sobre un montón de trabajos ajenos. ¿Hojas en blanco? Quién las necesita.
Returner tiene acción, viajes en el tiempo, historias humanas lacrimógenas y bromas socarronas como para hacer levantar el vuelo a cualquier película. Demasiados elementos que, bien empastados, funcionan sí o sí. Lo bueno es que mientras la ves, no puedes más que rememorar en tu cabeza grandes películas de ayer (y anteayer) donde ya brillaba todo esto. Un rato ves Terminator II, luego pasas a Léon el profesional, le sigue Matrix y… que sí, todos los que nos hemos interesado en el film lo hemos leído: E.T. el extraterrestre. Está feo comparar siempre y cuando no sea un objetivo directo del mismo realizador, porque estos espejismos están muy bien fundidos con la rabia hiperactiva de las luchas del cine japonés, y el humor peliagudo y un tanto personal de sus comedias, con niña y galán elegante incluidos, simulando un futuro Jason Statham con melenaza en una superproducción que él jamás va a pisar.
Es por todo esto que Returner sirve como un tributo al entretenimiento dentro del mundo sci-fi, donde la excusa de un futuro distópico que se debe erradicar nos llevan a una ‹buddy movie› a modo de extraña pareja, con un malo malísimo que funciona tanto por ser cruel y nefasto como por ser caricaturesco, y que la concatenación de finales inverosímiles se aplaude por la oleada de buen rollo que no podía faltar (lo de los pianitos ya sí es para hacérselo mirar). Así que de un típico armamento furioso en el que cambiar el mundo, vamos mutando de géneroen género para confirmar que la hermandad entre desconocidos es siempre un punto a favor si se sabe utilizar con soltura. Y a Yamazaki se le ve muy suelto en esto de atrapar al espectador y no soltarlo hasta el final.