Un plano aéreo de un bosque negro abre Szürkület, el primer largometraje de György Fehér. Haciendo hincapié en la lentitud del movimiento de cámara y en la contemplación privilegiada de un mundo abisal, se va construyendo una tensión que se alargará hasta el último minuto de metraje. No es una tensión al uso, sino basada en los paulatinos e hipnóticos planos de larga duración que describirán un sigiloso y peliagudo proceso policial en un pueblo de Hungría.
Adaptando la obra Ladislao Vajda El cebo —cuya traducción literal sería “Sucedió a plena luz del día”—, Fehér construye una opresiva y no menos calculada tragedia en la que un detective a punto de retirarse investiga el que será su último caso: El asesinato de una niña pequeña a manos de un “gigante” que ofrece bombones y dice ser un mago. Al igual que en la obra de Vajda, en la película de Fehér se muestra muy poco, apenas lo necesario a nivel temático, para poner en escena una historia dura sin caer en sentimentalismos ni tampoco en la morbosidad. Los ‹travellings› describen cada uno de los pasos que dan el detective y el asesino hasta que, poco a poco, el desenlace que los unirá va avecinándose. Ambos personajes se mueven despacio como dos líneas casi paralelas que poco a poco se aproximan en una especie de camino convergente. El punto en el que se cruzan es también donde la cámara los sitúa al mismo nivel —en un plano de espaldas, a la altura del sombrero mientras hablan con otra de las niñas, la siguiente víctima—. El representante del Bien y el representante del Mal vistos por el mismo ojo-acusador y claramente espía. Propuesta que cuestiona la ética de ambos y también la posición de la justicia cuya balanza parece ahora quebrada e inútil.
Como también hará en Szenvedély (1998), Fehér construye la dinámica del film a través de un neblinoso blanco y negro que va definiéndose por los movimientos de una cámara siempre ‹voyeurista›. En Szürkület prima la paciencia y el escudriño de cada monte, cada casa, cada movimiento y cada paso. Se ha apuntado a la influencia (lógica) de Béla Tarr y su Kárhozat aunque no sea del todo acertado hacerlo, pues él y Fehér fueron contemporáneos en los noventa y colaboraron en alguna ocasión —de hecho Fehér es productor de Sátántangó (1994) y la influencia particular de Szürkület puede apreciarse en toda la obra posterior de Tarr; sobre todo en A Londoni férfi (The Man from London) (2007)—. Además, habría que tener en mente la influencia de su maestro indirecto, Miklós Jancsó, quién condujo a Hungría al pódium cinematográfico europeo en los sesenta.
Sea como fuere, Fehér tiene grandes influencias, pero no por ello hay que dejar de lado su estilo personal que está pensado para disertar sobre la condición humana de una forma específicamente apesadumbrada y somnolienta. El hecho de que en Szürkület se hable poco e incluso se haga poco es síntoma de una visión deliberadamente estudiada y metódica que, pudiendo resultar extremista en su forma, consigue penetrar en los adentros de unos personajes muy poco definidos. Personajes que, por el contrario, siguen unas pautas mínimas y se muestran impasibles ante el devenir de sus actos. No se pueden obviar los “pulsos” cámara-hombre que se hay en varias escenas, así como los duelos de miradas entre los personajes y el paisaje, el destino o el propio espectador.
Szürkület es, entre otras cosas, un film extremadamente analista para con su naturaleza. Lejos de un punto de vista terrenal —ahí están los planos aéreos del principio, que parecen situarnos a mucha distancia de lo que ocurre a ras del suelo mundano— y más aún de una contemplación o de un ánimo revelador, el film de Fehér termina por convertirse en la expresión de la reconstrucción casi matemática de los espacios. La violación de la intimidad y la pasividad del objetivo-fantasma que encara lo oscuro y lo indecente para incitar al colapso —al plano final del coche me remito—.