Con la premisa de que el 3% de los desahucios producidos en nuestro país se llevan a cabo por otros métodos fuera de la intervención policial y de la fuerza bruta, asistimos a una película de terror en la que este drama social es el artífice de todo. De la mano de un aficionado al cine de terror llega Sweet Home, un título sarcástico que crea la ironía de los tejemanejes que van a ocurrir en un edificio de Barcelona para eliminar a cualquier inquilino que allí se hospede. Producida por Filmax, los cuales apuestan por este tipo de cine permitiendo dar rienda suelta a que se creen historias libertinas, terroríficas y diferentes en nuestra industria, como [REC] o Mientras duermes.
Es el debut en el mundo del largometraje de Rafa Martínez, el cual ya dio pistas de por dónde iba a tirar con sus dos cortos anteriores, Zombies & Cigarretes (2009) y Halloween Before Christmas (2010). La planificación es latente y no arriesga a la hora de convencer con un filme lleno de tópicos cuya intención es meramente entretener, no innovar. Y es que el cine español en cuanto a dar miedo no es muy asiduo y los resultados convincentes se pueden contar con los dedos de una mano, pues aquí surge la eterna pregunta en cuanto al terror se refiere, y es que, ¿dan verdaderamente miedo las películas de horror? Apoyándose en la música estridente y en lo gore hemos visto múltiples cintas que producen dolor de tímpano y náuseas más que otra cosa. Para más inri, Martínez utiliza lo sombrío y lo social para meter al espectador en un edificio semi abandonado cargado de los tópicos más utilizados en este género.
La gran baza es el reparto principal, formado por Ingrid García-Jonsson (Hermosa Juventud, 2014) y Bruno Sevilla (Mindscape, 2013), los cuales crean un tándem convincente y se entienden a la perfección. La nominada al Goya como actriz revelación se lo pasa en grande y añade el toque necesario para encandilar al espectador. Como si de la mejor heroína de acción se tratase su evolución es progresiva y coherente, llevando a su personaje al clímax en la escena final, donde termina de convencernos de todo su potencial como actriz. Interpreta a Ali, arquitecta que trabaja para el ayuntamiento peritando los edificios en mal estado, quien decidirá darle una sorpresa a su novio, Simon, montando una cena romántica low cost en uno de los apartamentos abandonados. A partir de aquí las sospechas de lo que va a ocurrir se hacen realidad.
En palabras de la propia actriz, se trata de una película “muy loca y macarra”, y razón no le falta. La acción incansable se agradece y los tacos priman a la hora de observar el sufrimiento de los protagonistas. De ello se encargará Oriol Tarrida interpretando el villano al más puro estilo Leatherface de La Matanza de Texas en una versión inferior y menos trabajada.
Una idea que se antoja dudosa es el bilingüismo en el diálogo, un vaivén entre el inglés y el castellano que en versión original gana con creces y la hace más creíble. La clara intención es la táctica de marketing para poder llegar a un público internacional con mayor facilidad. No se les puede culpar, pues la intención es buena.
De este modo Sweet Home es el proyecto de cinco años que el director tenía en mente y que consiguió realizar en un rodaje de cinco semanas y media, con un resultado que convence a priori, pero que pasará desapercibido por la falta de riesgo, usando pies de plomo sobre suelo firme y seguro en un género en el que prácticamente todo está inventado.