Si hubiese que hallar un lugar o definición en el que encajar una película del tamaño de Survive Style 5+, resultaría casi imposible: hay que verla. Y es que en su ópera prima Gen Sekiguchi logra algo mayúsculo y al alcance de pocos, precisamente eso, que no haya lugar. Que el tópico, lo manido y la indiferencia salten por los aires. Para ello no fuerza el nipón una radicalidad impostada, ni se abona al morbo gratuito o a ese todo por el todo al que ya demasiados cineastas nos están malacostumbrando en los últimos tiempos. Sekiguchi parece saber a la perfección cual es su terreno, cuales son las virtudes y defectos del medio que lo ha formado como cineasta —anteriormente había dirigido algunos spots televisivos—, y hacia donde debe dirigirlos para que Survive Style 5+ surta efecto, para que no quede en agua de borrajas y todos y cada uno de sus puntos cardinales converjan creando una obra que va más allá de la singularidad de su contexto, traza una línea entre lo imprevisible y el delirio más puro, y la desdibuja constantemente desconcertando al espectador, que no sabe con exactitud qué vendrá a continuación. Sí, es cierto, todo está encerrado bajo un halo de marcianidad propia y reconocible una vez el film ha desentrañado del todo su tono, sus formas —proceso harto costoso también—, pero el caos insumiso con el que salpica Sekiguchi su obra es lo que la mantiene en vilo, a la mismísima obra y al espectador, claro, desconocedores ambos de cual será el próximo paso. No es, pues, que en ella haya una inconexión narrativa o un abandono de tramas desaliñado, es que forma parte de su misma esencia: avanzar y comprenderse, expandiéndose hasta el punto de continuar otorgando cabos ante los que hacer progresar este gran monumento al absurdo, afianzándose en una mesura que no parece tal por su vertiente más excéntrica, pero que se comprende con la aparición de los títulos de crédito como una parte insondable del trabajo del aquí debutante.
Es ese motivo uno de los que hacen de Survive Style 5+ una obra difícil, esquiva e incomprensible durante casi todo el tiempo, y es ese el motivo por el que uno puede sentirse fascinado por su naturaleza, por ese carácter inesperadamente subversivo, sorprendido por sus formas, por el amplio e incansable abanico de un cineasta sin complejos, desconcertado por el devenir de un relato quebradizo, huidizo y hasta inalcanzable, o directamente irritado y molesto por las hechuras de una obra que aparentemente no lleva a nada… ¿o si?
No es que con ello el film de Sekiguchi se gane la vitola de trabajo controvertido ni mucho menos, y es que si algo tiene claro el autor es que sus intenciones distan de hallar un punto de ruptura a través del cual conseguir entablar un debate, incluso de encontrar un espectador tipo capaz de apreciar su obra y, por ende, ensalzarla. No hay, o no se percibe en su sustrato intenciones nocivas para la condición de la obra y sus cualidades: o la amas sin remisión, o te quedas fuera. Algo que sería una obviedad descomunal, pero ante el trabajo de Sekiguchi alcanza otra dimensión por como comprende un film dirigido para ser entendido en toda su magnitud, sin que despiezarlo o analizarlo sirva de nada. Pues es tal la libertad creativa que sostiene en Survive Style 5+, que uno puede llegar perfectamente a su ecuador sin llegar a atisbar su potencial o capacidades. Sí, es cierto, se puede realizar un juicio pormenorizado acerca de sus formas —si son idóneas, si tienen razón de ser, etc…— e incluso su anárquica estructura o la composición de unos personajes que en ocasiones no parecen llegar ni a meros bosquejos, pero todo será en balde hasta que los títulos de crédito y, con ellos, su esencia, se manifiesten por completo.
Con Survive Style 5+ nos encontramos antre un film impenetrable: nos gusta, pero no sabemos exactamente qué nos atrae del conjunto, si su inusitada rareza, si la incansable repetición de unos códigos que de modo inconsciente nos van conectando con sus personajes, si el vínculo tan fascinante como absurdo que sostiene ese relato coral, o incluso si un sentido de la percepción arrollador, tan capaz de transportarnos a la sencilla y (a priori) costumbrista estampa de una familia desnortada por la nueva condición del patriarca como al inaudito periplo de un asesino a sueldo profesional anclado a una inescrutable pregunta que no admite interpelaciones de ningún tipo. Un gesto, el de no admitir réplica, que Sekiguchi focaliza sobre ese personaje interpretado por un maravilloso Vinnie Jones, y a su vez sobre el sentido intrínseco de un ejercicio en el que quizá ni siquiera exista sentido alguno, pero al que la falta de complejos, una transparente voluntad y ese exquisito gusto por una extravagancia fuera de sí conceden una autonomía que sin el lenguaje del japonés jamás llegaría tan lejos. Algo así como preguntarle al individuo más cercano «What’s Your Function in Life?», encerrarte en una burbuja y, si no entra, él se lo pierde.
Larga vida a la nueva carne.