Lo que es la vida: Peter Jackson, por ejemplo. Este director neozelandés decidió convertir un libro de 300 páginas en tres películas de 3 horas cada una y le llovieron las hostias por todas partes (y con razón, claro). El delito fue trasladar a la pantalla grande una novela mucho más sencilla y hacerlo de esa manera, mucho más grave si se comparaba con cómo se llevaron a cabo las tres partes de El señor de los anillos, cuyo resultado (para seguidores y opuestos) fue bastante más atractivo, y sus pretensiones como sacacuartos mucho más honestas que la trilogía siguiente (y sin embargo anterior). Puede que haya sido el paisaje escocés (que nada tiene que ver con Nueva Zelanda, salvo que incluye praderas color verde), o que el marido de la protagonista parezca un Hobbit a su lado, pero lo que quiero decir es que Terence Davies ha convertido un libro de menos de 300 páginas (al parecer un verdadero clásico en Escocia escrito por Lewis Grassic Gibbon) en una película de 2 horas y cuarto. Es obvio que no llega al nivel de Jackson, pero si hay en este país algún amante de la versión literaria o de toda la trilogía a la que pertenece esta primera parte (no editada en español), debe suponer, bajo estas circunstancias, que ha sido fielmente convertida en imágenes, aunque no puedo poner la mano en el fuego al respecto.
La poesía es la clave, casi siempre: que se lo pregunten al casi tocayo Terrence Malick. Su cine ha llegado más a los cinéfilos por su belleza que por sus mensajes, se ponga como se ponga de intelectual el hombre. Es posible que a Davies le ocurra lo mismo con Sunset Song. No nos parece tan importante lo que cuenta (que se cuenta en cientos de películas y de novelas, y sino que se lo pregunten a las lectoras de Kate Muermon, por no remontarnos a los inicios de los tiempos, mucho más fieles a la realidad de Grassic Gibbon), como la forma en que lo cuenta. Por supuesto, habrá gente con muchos más sentimientos de los que tiene el que suscribe, pero en líneas generales transmite mucho más la belleza de cada imagen, o la sequedad de las mismas, que los propios hechos acontecidos durante todo el largometraje. Y como a la poesía no hay que juzgarla más allá de su belleza, de su métrica y su lírica, supongo que el resultado final del cúmulo de penas que supone Sunset Song es positivo, pero aun así es recomendable asistir a tal debacle existencial y a tales penurias con una actitud muy positiva, para no perder el interés por una historia que acumula melancolía y aflicción en grandes dosis de amargura.
¿Y para qué? Para saber dos cosas que ya muchos intuirán y que les llevará a la tercera y última resolución clave en toda la obra: que parir duele demasiado y que las guerras matan (por simplificarlo todo); luego, la vida es peor cuanta más felicidad te pueda quitar; y cuanta más tristeza acumules, más desgraciado serás en tu día a día, porque encima en esa época no tenían ni un teléfono a través del cual desahogarse (aunque ya existía). ¡Qué triste es la vida, y más si la reitero con mi voz en off!