Sucesos en la 4ª fase (Phase IV) tiene una premisa irresistible: ciertas hormigas de diferentes especies y colonias toman conciencia de sí mismas, firman la paz y comienzan a eliminar a cualquier depredador que amenace su territorio. Esto sucede en alguna remota parte del desierto de Arizona.
Situemos antes la película: Phase IV puede encasillarse fácilmente en la ola de ciencia ficción de los 70 y es la única película dirigida por Saul Bass, que pasó a la historia por sus revolucionarias secuencias de crédito, entre las cuales se encuentran películas como Psicosis, Con la muerte en los talones, Uno de los nuestros, Ocean’s 11 y una extensa lista de cintas.
Es una película minimalista en cuanto a actores y escenarios: dos científicos (Nigel Davenport como el Dr. Hubbs y Michael Murphy como Lesko, que aparecería como amigo de Woody en Manhattan) y una de las supervivientes (Lynne Frederick en el papel de Kendra) al ataque de las hormigas en la ya de por sí poco habitada zona en la que estos insectos ganan conciencia. Los escenarios: la base de los científicos (una gozada de aparatos llenos de pilotos, indicadores y osciloscopios varios) y el inhóspito desierto.
Se trata de una película con muchísima más ficción que ciencia, con bastantes incoherencias que son perdonadas ante una premisa tan poderosa: los insectos no como amenaza “natural” (las abejas suelen resultar favoritas en este tipo de películas) sino como amenaza inteligente. El horror no reside en contemplar su poder como masa descerebrada: reside en enfrentarnos a un enemigo igual (¡O superior!) en inteligencia con motivos incomprensibles para nosotros, los humanos. Ya que la vaga justificación de este cambio es una radiación magnética espacial el dilema bien podría ser que los alienígenas ya estaban aquí con nosotros desde hace millones de años.
En torno a la gran dificultad (por no decir imposibilidad) de comunicarnos con esta especie tan poderosa gira la película. El Dr. Hubbs se ha percatado del problema y por ello ficha para su proyecto a Lesko, experto en comunicaciones por radio y sonido.
Y a pesar del citado minimalismo, la gloria de la película reside en las complicadas secuencias en las que los insectos son protagonistas. Esquivando con éxito la gran amenaza de caer en el ridículo, vemos a las hormigas negociando entre sí, mutando para adaptarse a las armas de los humanos, muriendo con agonía y cierta heroicidad y apilando a los caídos en batalla en interminables filas bajos tierra.
Si sumamos estas inquietantes secuencias de las hormigas comportándose de manera inteligente (o más bien acercándose al comportamiento humano civilizado) a la banda sonora electrónica tan propia de la época (generalmente sencillos drones, aunque algún que otro toque orquestal) y al reducido número de escenarios, obtenemos una película inquietante, y opresiva, con una atmósfera impagable. En ella reside su gran virtud y motivo por el cual está destinada a ser una joya de culto si no lo es todavía. En ello y que su argumento tenga mucho más de misticismo y de filosofía que de amenaza absurda.
Con todas estas virtudes se pueden obviar sus evidentes carencias: subtramas que en ocasiones no son resueltas, flojera científica en ciertos aspectos… acaban siendo meros detalles que no impiden disfrutar de sus poderosas escenas enfrentando al insecto con el ser humano. Ella en su cama, en primer plano… delante, en la mesilla, una hormiga que que parece observarla con curiosidad… ella le suplica que se marche. Y, cómo no, un homenaje a Dalí que ya podemos ver en uno de los póster de la película.
Una de las pocas películas que pienso que podrían merecer un remake que además elevara su efímero metraje de hora y viente. Pero con hormigas de verdad, no digitales, eh. Es única en su especie. El único producto cinematográfico similar que me viene a la cabeza es aquel capítulo de Expediente X en el que se baraja la posibilidad de que las cucarachas sean una especie alienígena.
De analógico e irresistible encanto.