La guerra es un gigante ciego que deja a su paso un rio de sangre y cenizas lleno de cadáveres, y quienes se sumergen en él se deforman; para ellos el sufrimiento ajeno pierde su efecto, la razón perece y las pasiones primarias emergen como único destino. Al ver este documental no podía dejar de pensar en For Sama, que presenta el conflicto sirio igualmente desde la postura del ejército rebelde. Mientras For Sama nos descubre un retrato humanista casi de reclamo ante el mundo por solidaridad con su lucha, Still Recording ofrece la otra cara de la moneda. A lo largo del documental acompañamos a los soldados del bando rebelde siendo espectadores tanto de sus combates como de su cotidianidad. Las victimas toman un papel secundario tanto ante la cámara, del mismo modo que para los protagonistas. Los soldados de Still Recording no son aquellos jóvenes apasionados de For Sama, que ponían en riego su salud para luchar por la libertad y el futuro de las nuevas generaciones, al contrario, son hombres que no tienen clara cuál es la finalidad de la guerra y que se han acostumbrado a ella tanto que afrontan las batallas como si de eventos deportivos se trataran, con una euforia salvaje y una irresponsabilidad angustiante.
En un plano el camarógrafo se dirige al espectador tratando de explicar el porqué de tantas muertes, pero la misma absurda realidad lo deja sin palabras. Still Recording me parece una película necesaria para entender la complejidad de la guerra. Es una costumbre ver a quienes luchan contra tiranos como pobres victimas de los conflictos, pero hay que recordar que, como todo ser humano, el que pelea por una causa justa está lejos de ser perfecto.
Las peleas y batallas pueden suscitar en las personas pasiones aberrantes como la sed de sangre, motivada por la adrenalina necesaria para el combate, el calor de los encuentros o las condiciones anormales de tolerancia ante la violencia. Los personajes de Still Recording no son salvajes ni necesariamente malas personas, pero sí hombres que, por la convivencia con la guerra, han aprendido a normalizar la maldad y afrontarla de manera jocosa.
Por ejemplo, en un plano el camarógrafo acompaña a un francotirador, que se prepara para disparar, y en ese momento el francotirador recibe una llamada de su madre la cual contesta y, sin dejar de preparar el rifle, empieza a hablar con ella con serenidad, como si se encontrara tranquilo en la sala de su casa. Este momento roza el absurdo de un modo que parece ficción.
Pero la guerra no es solo locura y sinsentido. En un plano una mujer llora en silencio en una habitación en la que las noticias transmiten el informe de una tragedia. Al parecer, los rebeldes rehuyen las emociones más dolorosas y se aferran al valor y al optimismo necesarios para mantenerse a flote, pero en el fondo es evidente que su realidad está muy lejos de ser saludable.
En conclusión, Still Recording es una película que considero necesaria para entender el complejo comportamiento de las personas en la guerra. Al no tener una trama lineal, a lo mejor su estructura puede chocar, pero es este mismo caos y concatenación de momentos los que permiten al espectador hacer un juicio más objetivo sobre los hechos. Dejar de romantizar los conflictos y de defender bandos por su condición de oprimidos, omitiendo una visión crítica para no deslegitimar su lucha. La guerra es un evento donde la maldad reina, y el que es bueno haciendo la guerra lo es porque tiene la capacidad de planear o ejecutar acciones como la tortura y el asesinato, para las cuales se requieren sentimientos como el odio o la rabia. Y hay que tener cuidado y ser siempre prudente con las acciones que se emprenden para conseguir libertad y justicia, pues como dijo Nietzsche «Si te quedas viendo largo tiempo el abismo, el abismo también te mira a ti».