Romances de la nada
El amor no tiene cura, pero es la cura para todos los males, nos dijo Leonard Cohen. Claire Denis, una de las cineastas más versadas sobre el cuerpo del panorama contemporáneo, encuentra en el romance un vehículo para sus dos últimas cintas, Avec Amour et Acharnement, presentada en la reciente edición del festival de Berlín y Stars at Noon, que ha visto su ‹première› esta noche en el Gran Teatro Lumière de Cannes.
La cineasta nos traslada a Nicaragua en los años 80, donde un misterioso ‹businessman› y una periodista estadounidense sienten una poderosa ligazón amorosa, pero cuando menos se lo esperan se verán envueltos en una trama conspiranoica y laberíntica donde las apariencias engañan. La directora de Trouble Every Day es experta en subvertir clichés manidos de narrativas muy explotadas, reconvirtiéndolos en algo táctil al ojo y sensible al oído. En películas como Les Salauds o High Life aboga por una inmersión del espectador pero sin que pueda permitirse el lujo de desconectar del relato, porque Denis los fragmenta dejando huecos para que el público los rellene, jamás sin atiborrarlos de información. Especialmente en esta última, conseguía enhebrar una reflexión profunda sobre los enigmas del universo a través de los fluidos corporales, en una preciosa y profunda dialéctica entre lo particular y lo universal.
En ese sentido, no es que Stars at Noon marque una gran singularidad o suponga una gran ruptura respecto a su dinámica creativa, pero de nuevo muestra de forma intachable que es una insigne creadora de imágenes y ritmos con respecto al cuerpo y a la sexualidad. La autora no renuncia a exhibir la llama del amor como el fundamento incorruptible de las relaciones interpersonales, pero su último trabajo sufre innumerables defectos, vinculados al tono, al ritmo, a los personajes y al montaje. Este último trocea la película y los pocos elementos del lenguaje cinematográfico que destacan son la aproximación de la cámara a la piel de los actores. No da la impresión de que a Denis le apetezca contar esta historia, todo resulta vacuo y superfluo, como si las restricciones pandémicas la hubieran afectado de forma notoria. Parece muy apremiada con el desarrollo de las escenas, que carecen de correlación. El relato no tiene hacia dónde navegar, además de dar la impresión de que la directora no siente aprecio alguno por la protagonista, por los hombres que modulan su personalidad o por el entorno que la rodea. La acción se filtra por pura conveniencia y apenas hay química entre los personajes. Igualmente, vale la pena hacer hincapié en el trabajo interpretativo, que adquiere algo de vigor entre los desperfectos del film.
Margaret Qualley es uno de los escasos atractivos de la película, es una estupenda actriz que relució en series como The Leftovers o películas como Once Upon a Time in Hollywood, en calidad de personaje secundario. Estos ejemplos no están escogidos a la ligera, pues en ellos la actriz exhibe una personalidad artística muy vinculada a un temperamento fuerte y emocional, pero enclaustrado bajo una mirada infantil o juvenil. Es incisiva sin resultar destructiva, suave pero sin ser azucarada. En otras palabras, estas mujeres jóvenes a las que interpreta suelen destacar por un gran sentido de la bondad, pero tamizado por un despliegue de gestos que son reflejo de su carácter vivaz.
En esta nueva cinta la vemos deslenguada, muy activa sexualmente, como si paliara sus pulsiones negativas, y sobre todo muy inconforme con su entorno. En cierto modo, este papel representa una pérdida de la inocencia, ya que destila rabia y está desaliñada, huyendo de cualquier glamour. Circunstancia que también se retrata desde la reiteración de situaciones similares, como son los desencuentros con muchos trabajadores que la ignoran. En cierto modo, podría ser la Nymphomaniac de Claire Denis, pero sin una coraza psicoanalítica que sirva como sustento. Es interesante cómo Qualley intenta afrontar su rol desde una cierta soltura, que a veces resulta un poco forzada. El flirteo se sustituye por el comentario burdo, el gesto por lo directo y la falta de sutileza.
Stars at Noon es quizá la mayor decepción del Festival de Cannes de 2022, pero no por ello debe caer en el olvido, porque los maestros del cine aprenden de sus trabajos menos logrados para no repetir los mismos errores en sus ‹opus magnum›. En ese sentido, esperemos que Claire regrese pronto.