Sólo con el hecho de contemplar los primeros fotogramas de la película, unos espectaculares títulos de crédito animados de inspiración cubista, intuía que este film de culto y yo nos íbamos a llevar la mar de bien. Quizás los majestuosos calificativos que había oído comentar sobre él condicionaban mi opinión incluso antes de dar al play: obra de culto, película imprescindible para los amantes del terror estrambótico, marcianada grosera, El Ciudadano Kane de lo bizarro, comedia terrorífica a lo Roger Corman o precedente seminal del cine de terror rural de los setenta eran denominadores comunes que se adaptaban a la perfección a mis gustos cinéfilos. Como buen amante del género que soy todo ello suponía la redacción de una perfecta carta de presentación que estimulaba el lado subjetivo de mi cerebro de forma claramente subliminal.
Intentando ser lo más objetivo posible he de decir que Spider Baby del estrafalario director estadounidense Jack Hill me parece una de esas obras de obligado visionado para los amantes del cine de terror en general y del cine bizarro en particular, porque todos los calificativos mencionados en el primer párrafo son absolutamente ciertos. Al más puro estilo de la serie B esculpida en los beligerantes estudios de la American International Pictures (AIP), y por tanto de Roger Corman y sus secuaces (no olvidemos que Jack Hill fue ayudante de dirección en dos obras de Corman: El terror y La mujer avispa), Hill elabora un producto de ritmo trepidante, estilo truculento y divertido, algo erótico, excesivo y rompedor, el cual es construido a partir de los paradigmas del cine terror clásico (el de los monstruos interiores y exteriores y las siniestras casas de campo apartadas del mundanal ruido) , pero que lejos de suponer un homenaje a los clásicos del género logra mezclar con arte y salero esos esquemas originarios con los nuevos arquetipos surgidos en los sesenta influenciados por el cine de terror italiano, el cine de horror comercial de William Castle y el gore de serie B de Herschell Gordon Lewis.
Además de tratarse claramente de una película de terror en la línea de los primerizos slasher sesenteros, la cinta cuenta con unas estupendas pinceladas de humor negro a lo largo de gran parte de su metraje (muy ácido, casi caricaturesco), apoyándose del mismo modo en un guión afilado repleto de ingeniosos diálogos que sirven no sólo para compactar el desarrollo de la historia, sino que igualmente gracias a un soterrado uso de la ironía y a la presencia de Lon Chaney Jr en el reparto se proyecta un sentido homenaje al cine de terror de monstruos de la Universal. Y para poner la guinda al pastel, esta extraña pieza de arte encierra una lección magistral de fomento del fetichismo que nada tiene que envidiar al Luís Buñuel más enfermo manifestado en un abuso de primeros planos de pies femeninos descalzos y de juveniles piernas al aire, en un bello muestrario de ropa interior de encaje, un neófito y blanco erotismo y una escena final con cuerdas y ataduras que haría las delicias del Marqués de Sade.
El hilo conductor de la película, que es narrada en formato de flash back por uno de los intérpretes el cual nos presenta la fábula como si de un joven William Castle se tratara, podemos dividirlo en tres actos. En el primero se presenta a la extravagante familia Merrye, un insólito linaje que sufre una extraña enfermedad degenerativa que convierte a sus miembros en niños grandes, que está compuesta por Virginia y Elizabeth, su atolondrado hermano Ralph y por el chófer y tutor de los jóvenes huérfanos llamado Bruno. Todos ellos viven en una pequeña mansión en el campo alejada de la civilización. Virginia, que al igual que su hermana Elizabeth parece carecer de conciencia adulta, vive obsesionada con los arácnidos y creyéndose uno de ellos se comporta como una voraz tarántula con los desconocidos que se acercan a su guarida, haciendo gala de su extraordinario manejo del cuchillo.
En el segundo acto, una vez ilustrado el carácter enfermizo de la familia, la rutinaria existencia de los Merrye se verá alterada por la llegada a la mansión de unos primos lejanos (la ambiciosa Emily y el bondadoso Peter) que arriban con la intención de apropiarse, gracias a una supuesta herencia, del hogar de los Merrye. Para ello contarán con la inestimable ayuda de su abogado, un alemán con bigote a lo Hitler llamado Schlocker al que acompaña su guapa y compasiva secretaria Ann. Emily y Schlocker tratarán por todos los medios de echar a los Merrye de la mansión y éstos conscientes del peligro que supone la presencia de estos incómodos parientes urdirán un plan para deshacerse de ellos. Al contrario que sus codiciosos compinches, Peter y Ann sentirán simpatía hacia los Merrye, convirtiéndose así en los únicos personajes indulgentes de la trama.
Finalmente la película culmina con un estallido de violencia y locura desatado por los Merrye para defender el estado rutinario de las cosas que se ha visto alterado por los voraces inquilinos aterrizados en su vivienda, dando lugar a una explosión de lujuria, perversión y canibalismo asesino en el que Victoria jugará el papel de punta de lanza aniquilando como la más sanguinaria viuda negra a los extraños que han perturbado la paz familiar.
La película cuenta con escenas realmente demenciales, destacando la del primer asesinato del cartero negro que es atrapado y acuchillado por Victoria como un saltamontes atrapado en una tela de araña y la secuencia final en la que se percibe que Spider Baby ha dejado sentir su potente influencia en obras cumbres del género como por ejemplo Evil Dead, Phenomena o La matanza de Texas. También atino a señalar que la epopeya expone una acertada crítica contra los convencionalismos sociales al dibujar un panorama en el que los verdaderos monstruos no son los pobres personajes deformados física y mentalmente, sino que la perversidad reside en el agraciado cuerpo de la bella y pérfida Emily, una persona a la que no le importa el destino de sus parientes lejanos con tal de saciar su ambición y egoísmo.
Por último reseñar que me emocionó profundamente contemplar la última interpretación del legendario Lon Chaney Jr. , un actor de raza encasillado en el género de terror tal como sucedió con otros grandes nombres (resulta sencillo mencionar a Bela Lugosi o Boris Karloff) , que no pudo admirar el resultado final de su excelente trabajo ya que falleció meses antes del estreno en cines del film. Chaney supo dotar a su personaje de un rostro curtido por el paso del tiempo y los vicios malsanos pero a la vez colmado de dignidad y humanidad. Sin duda el monólogo final que pronuncia Chaney adornado con un primerísimo plano de su cara rebosante de lágrimas de dolor y tristeza desprende verdad, casi neorrealista, coronando de este modo con un broche de oro su estimable carrera. Al igual que Chaney, el resto del reducido reparto está estupendo, destacando las jóvenes y guapas Beverly Washburn y Jill Banner y el degenerado Sid Haig que borda su papel de disminuido psíquico recordando al Michael Berryman de Las colinas tienen ojos.
Mucho más que un puro divertimento, Spider Baby es una película que deja poso, gracias a sus extraordinarias secuencias de terror, su satírico sentido del humor y su innato cosmos plagado de una estimulante sensualidad/sexualidad que convierte a esta obra en una pieza única de museo del cine de terror grotesco. Ójala la puedan degustar con sumo gusto.
Todo modo de amor al cine.