El estallido colorista, la locura pop que desprende y el ritmo ametrallador con el que se configura podrían hacer pensar que Sorry to Bother You es esa clase de comedia que no sabe muy bien que quiere ser de mayor, si una afilada crítica social de nuestros tiempos o bien un desmadre cuyo subtexto es una mera excusa metacontemporánea para goce y disfrute de una generación que no está muy por labor de aguantar discursos reflexivos. Algo así como si Ken Loach decidiera hacer una de sus películas cambiando el maniqueísmo unidireccional y el grisáceo de su planicie formal por, como diría la ‹trend influencer› Amy Starlight, un circo de tres pistas repleto de mariachis y canguros.
Nada más lejos de la realidad, el debutante Boots Riley consigue en su ópera prima cogerle el pulso al mundo que quiere retratar mediante una hiperbólica, aunque sorprendentemente no tan lejana, visión de esta realidad social y laboral que se define por su liquidez, sus vaivenes morales (o casi mejor ausencia de ellos) y su distorsión esperpéntica de los hechos. Algo así como un retrato “Valle-Inclanesco” trasladado al imaginario del s. XXI en Estados Unidos (aunque mucho de lo narrado sería aplicable en cualquier lugar del denominado primer mundo occidental).
Estamos pues ante una crónica del absurdo, de un mundo de aspiraciones sociales y económicas tan superficiales como absurdas. Un panorama que se (des)dibuja desde la pobreza hasta una ascensión meteórica hacia una suerte de paraíso perdido y prometido que, como era esperable, acaba deviniendo en un infierno sórdido de ambiciones y lujos. Una meta que revierte la situación inicial y donde, a medida que los oropeles de la posesión material aumentan, se va produciendo un despojamiento paulatino e implacable de valores morales, ideales o incluso las razones objetivas para querer dicho ascenso.
Como decíamos esta es una crónica del absurdo en el que vivimos y, para ello, Riley construye una fábula situacionista que parte de unos parámetros realistas para irnos sumergiendo en una deriva que oscila entre lo sorpresivo, lo delirante e incluso lo opresivo. Un alud referencial dónde los derechos laborales, el racismo y cualquier tema social queda puesto desnudo en la palestra y sometido a un afilado análisis de deconstrucción y sarcasmo.
Cierto es que a Sorry to Bother You no le faltan ideas ni mala leche, pero en su afán de querer abarcar mucho e hiperbolizar la parodia sufre de cierta descompensación y naufragio temático en su tramo central dónde, una vez tenemos claro lo que se pretende, el film parece empeñarse en ir por otros derroteros no del todo exitosos ni en planteamiento ni en resolución.
Aun así no cabe duda que el film de Boots Riley es probablemente una de las parábolas más inteligentes y precisas realizadas sobre el mundo de las relaciones laborales. Con el plus añadido de que no por ello se sumerge en una seriedad impostada ni en sesudas teorías macroeconómicas. Más bién usa el esperpento y el drama como boomerang, devolviendo el caos en forma de un humor tan desesperado y volátil como acerado, o lo que es lo mismo, haciendo del absurdo lo más cercano a un realismo que podemos palpar día a día.