El cine brasileño vuelve a sorprendernos con una interesante propuesta de cine social que encierra una crítica a la emergente clase media brasileña en la notable Sonidos de barrio que tenemos la oportunidad de disfrutar en el Atlantida Film Fest 2013. Una de las películas más atrayentes que podemos ver en el festival y puede que una de las sorpresas que entren en el palmarés final del mismo, que esperemos no pase inadvertida en lo que resta de festival. Crítica a la inseguridad de los supuestos barrios idílicos y seguros, y botón de muestra de los vicios y perversiones que se ocultan en ellos como ya hiciera David Lynch en su aclamada Terciopelo azul.
La película es una mezcla de géneros tocando el cine social, el thriller y el cine de historias cruzadas, relatando con un estilo realista cercano al documental la vida en un moderno barrio de nueva construcción que se encuentra rodeado de chabolas cuyos habitantes tienen prohibida la entrada a la nueva barriada mediante complejas estructuras de seguridad, alarmas y barreras que separan ambas realidades. La cinta consigue reflejar de este modo la dualidad existente en el país, donde riqueza y pobreza parecen caminar en paralelo. El inicio del film, en el que observamos fotos antiguas del Brasil rural de los años 50-60 en contraposición con los modernos coches aparcados en el garaje de los mastodónticos nuevos edificios, deja claras las intenciones y objetivos que pretende denunciar la película.
Seremos testigos de tres historias. La de una ama de casa casada con dos hijos saturados de actividades extraescolares, que vive en un aislamiento perpetuo tanto en sus relaciones con los vecinos como con las de los miembros de su familia; la del nieto del constructor de la urbanización, un huérfano con graves carencias afectivas cuya vacía e impersonal vida se reduce a disfrutar del sexo esporádicamente con su nueva compañera y en intentar arreglar los problemas de seguridad que se plantean en la urbanización causados por su primo, un pijo cuyo principal placer es flirtear con el peligro fuera de los márgenes de lo legalmente establecido; y la del nuevo jefe de seguridad de la urbanización, un tipo inquietante de métodos mafiosos que amedrenta a las personas con las que se acaba encontrando y que esconde un secreto que explotará al final de la película en la cara de uno de los personajes principales del film.
Kleber Mendonça Filho expone con un estilo desasosegante, estoico y silencioso los problemas de incomunicación, soledad, paranoia y fantasmas que afloran en los habitantes de las urbanizaciones de rascacielos del Brasil próspero convertido en potencia económica mundial, con un estilo que podríamos emparentar con el del Haneke de Funny Games o Caché, con la oscarizada Crash de Paul Haggis o con el Coppola paranoico y obsesionado por la seguridad de La conversación. También se pueden encontrar nexos con Canino en el sentido de criticar metafóricamente el aislamiento de la actual clase media alienada, pasiva y conformista.
Asistiremos a escenas icónicas como la competencia de dos vecinas por poseer el televisor de última generación o la de los niños de la urbanización jugando encerrados entre rejas y vigilados por modernos equipos y cámaras de seguridad, aislados de la realidad frente a los juegos callejeros en plena libertad de los niños de las favelas, metáfora de la ausencia de libertad impuesta por la nueva burguesía por su miedo a lo diferente y desconocido, prueba palpable de que las tecnología es la nueva esclavitud del siglo XXI. Genial el retrato del control que ejercen los móviles, las cámaras de vigilancia y las nuevas tecnologías (consolas, ordenadores) en las nuevas formas de relación social.
Lo mejor de la película es sin duda su honestidad y la cualidad de narrar un cuento de terror social con un estilo directo, sin concesiones, mostrando las interioridades más íntimas de la personalidad de los protagonistas que aparecen en pantalla, sin máscaras ni engaños. Lo peor es su estilo frío y el giro final que parece más un recurso para establecer un final cerrado en una historia cuyo desarrollo hace difícil fijar una conclusión.
Igualmente en el debe del film apuntamos la falta de encuentro de las tres historias narradas en paralelo, enlace que encuentra su punto en las paradigmáticas Vidas cruzadas (Short Cuts) y Magnolia, lo que provoca que la historia del ama de casa parezca un relleno utilizado para remarcar la incomunicación que quiere criticar la película.
Dura, seca, pesimista, impactante, perturbadora e imperfecta, con una gran fotografía y estilo en el que los silencios y los sonidos ambientales son más importantes que los diálogos y donde el terror y la violencia del que las clases privilegiadas se intentan proteger se encuentra en el interior de la cárcel en la que han decidido residir, Sonidos de barrio es una muy grata y recomendable propuesta que con sus irregularidades y defectos conseguirá inquietarnos. Imprescindible para los amantes del cine de crítica social y del cine visualmente estimulante y crítico con las nuevas relaciones humanas con las que hemos sido castigados. Esperemos que nuestra penitencia no sea duradera.
Todo modo de amor al cine.